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Divagaciones de la Manzana
Leer en libertad
Martha Chapa
Uno de los recuerdos inolvidables de nuestra niñez es la lectura qué tanto padres como maestros nos hacían en voz alta de algún cuento, fábula o leyenda, con enorme disfrute. Y qué decir de aquellas lecturas infantiles qué venturosamente realizábamos en lo personal sobre grandes autores de las letras universales, bien se tratara de Salgari, Stevenson, y tantos otros.
La lectura, desde entonces, era, es y será para nosotros una experiencia placentera y formativa.
Por eso, ahora nos sorprende, a la vez que nos indigna, esas opiniones tan extrañas como erráticas del propio responsable de la edición de los libros de texto gratuito, de la Secretaría de Educación Pública.
En efecto, Max Arriaga, desde su posición de funcionario público al frente de tan importante misión, tuvo el desatino de sostener qué quien leía para deleitarse decaía en una práctica burguesa propia del consumo capitalista.
Tan desmesurada y extraviada opinión, me remitió a los mejores tiempos de la Santa Inquisición, cuando se prohibía la lectura de libros que no fueran aprobados, ni que produjeran placer o sostuvieran opiniones contrarias a las suyas.
Tampoco pude dejar de asociarlo a los sistemas totalitarios dónde se trata de formar autómatas, conciencias acríticas, masas manipuladas y voluntades dogmáticas, contrarias a una ciudadanía o a una legión de lectores capaces de sentir gusto y felicidad al leer un libro, independientemente del aprendizaje y conocimientos de acuerdo a nuestra libertad de elección.
De paso, no dejo de recomendar ampliamente que leamos o repasemos “El mundo feliz”, de Huxley, o “1984” de Orwell, maravillosos y deleitables libros como también antídotos eficaces contra dictadorzuelos y obtusas miradas totalitarias.
No dejo de recordar igualmente, que Arriaga convocó en fechas recientes a artistas, diseñadores, escritores y especialistas en diversos temas para que colaboráramos gratuitamente en la edición de los libros de texto gratuito, lo cual es inadmisible cuando él y sus decenas de colaboradores o quizás cientos cobran por supuestamente coordinarlos y hacerlos, sobre todo cuando el erario público dispone de recursos suficientes tratándose de una prioridad nacional como es la educación. Todo ello, sin comparar con tanto despilfarro del gobierno actual con obras públicas onerosas o consultas que no sirven para nada, como la celebrada el pasado domingo que nos costó 500 millones de pesos.
Pero más allá de los dineros, la intentona es grotesca y descarada: adoctrinar y controlar las conciencias para la sumisión del individuo como en los regímenes antidemocráticos que degradan la lectura a una propaganda dogmática, manipuladora, deshumanizada y antilibertaria.
Así, la lectura debe ser liberadora y formativa, sin detrimento del placer que nos produce en un ámbito de libertades, una “lectura” que él debería hacer y tener siempre presente.