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¡QUE VIVAN LOS ESTUDIANTES!

Prácticamente desde la colonia, los estudiantes han sido protagonistas de luchas sociales que luego fueron detonante de cambios en las estructuras de la sociedad.
En ocasiones, las más de las veces, elevando demandas de orden interno tendientes a obtener mejores condiciones para el desarrollo académico en sus instituciones. Hoy lo hace el Instituto Politécnico Nacional. En circunstancias de conflicto grave, los movimientos pueden trascender para apoyar a sectores vulnerables de la sociedad o por cambios en la vida democrática o política del país.
Entonces el movimiento se engrandece para tomar repercusiones de índole nacional o internacional según sea la magnitud de la causa. “La Universidad Libre”, movimiento estudiantil gestado en 1875, planteaba demandas de regulación interna, en cambio el que ocurrió en 1884 Impugnaba el pago de la deuda inglesa en condiciones demasiado onerosas para México, según había acordado el gobierno de Manuel González y que además daría ganancias al Presidente y a su familia. Otro, el de 1892, trataba el asunto de la no-reelección del presidente de la República. La agitación estudiantil que llevó favorablemente a que el gobierno de Emilio Portes Gil decretara la autonomía de la Universidad Autónoma de México, fue precedida de persecuciones y represión.
El ataque de la policía capitalina en contra de los jóvenes el 23 de mayo de 1929 en la Plaza de Santo Domingo, fue tan brutal que, según narra Baltazar Dromundo (La Autonomía Universitaria Edit Jus), los vecinos salían en defensa de los estudiantes y lanzaban desde sus azoteas las macetas en contra de las fuerzas de policía. Reunidos los estudiantes en la Facultad de Derecho dos días después y encabezados por Alejandro Gómez Arias, Se homenajeó a los heridos y se exigió que el día 23 de mayo fuera declarado Día del Estudiante.
En 1968, lo que inició como un simple conflicto preparatoriano, pronto se convirtió en una exigencia por la democratización y en contra del autoritarismo: Libertad a los presos políticos y derogación del llamado delito de disolución social fueron algunos de los planteamientos del levantamiento que fue acallado con brutal represión por el régimen diazordacista.
Hoy una sola consigna ha levantado movimientos de protesta de la comunidad estudiantil en todo el país: “#TodosSomosAyotzinapa”, así como en el marco internacional: “#EPNBring Them Back” (EPN Tráelos de vuelta).
La causa es demasiado grave: indignante por deshumanizada. Perversa por tratarse de un crimen de Estado. Los estudiantes no están solos y no deben estarlo. “EL ENCONO, el odio y el dolor de los familiares y amigos tras la matanza de poco más de una veintena de muchachos en Tlatlaya, y los sucesos en Iguala, aunados a la brutal deshumanización de las masacres y a las inexistentes razones para explicar el acto, cuestionan la viabilidad del Estado.
Si formaciones pertenecientes al Estado, o grupos protegidos o permitidos por el gobierno asesinan a los suyos, ¿qué sigue?...” se pregunta Arnoldo Kraus en El Universal y Página 24 (12 –X- 14). Y, de verdad, ¿qué sigue si nos encontramos ante un crimen de Estado? Para los mexicanos sin fuero y sin guaruras, sólo la organización y la solidaridad con los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa pero, si la conciencia no alcanza para motivar nuestra sensibilidad ante los detestables hechos de la desaparición y posible muerte de los jóvenes, quizá traer a la vista el siguiente epígrafe de Martín Niemöller, atribuido a Bertolt Brecht ayude para ayudar:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

Aquiles González Navarro