“El 10 de mayo y el trabajo invisible: una celebración con conciencia”
Cada 10 de mayo, las flores se agotan, los restaurantes se llenan y los mensajes de amor inundan redes sociales. El Día de las Madres es una de las fechas más entrañables y celebradas en México. Pero entre los mariachis, los desayunos especiales y los regalos, rara vez nos detenemos a mirar más allá de la emoción y a reflexionar sobre lo que verdaderamente implica la maternidad en nuestro país.
A menudo decimos “gracias” a nuestras madres por todo lo que han hecho por nosotras y nosotros. Pero ese “todo” suele incluir muchísimo más de lo que se nombra: cuidados constantes, trabajos domésticos, acompañamiento emocional, organización del hogar, atención a familiares, gestión del tiempo de todos menos del propio. Es decir, una enorme cantidad de trabajo no remunerado que sostiene a las familias y a la sociedad entera, pero que históricamente ha sido invisibilizado y asumido como parte “natural” de ser mujer, o de ser madre.
Este 10 de mayo no se trata de dejar de celebrar. Se trata de hacerlo con conciencia. De reconocer que detrás de la figura amorosa de la madre hay muchas veces una sobrecarga. De entender que muchas mujeres, al convertirse en madres, comienzan una doble o triple jornada que no descansa, que no se paga y que muy pocas veces se reconoce como lo que es: trabajo.
La maternidad, tal como la hemos construido socialmente, ha ido de la mano de una distribución desigual de las tareas de cuidado. En muchos hogares, son las madres quienes cocinan, limpian, cuidan, escuchan, resuelven y planifican la vida cotidiana. Todo eso demanda tiempo, energía y recursos. Y, sin embargo, rara vez se incluye en los indicadores económicos o en las decisiones políticas. Es lo que se conoce como “trabajo de cuidados no remunerado”: indispensable, pero invisible.
La Organización de las Naciones Unidas ha planteado una ruta clara para empezar a cambiar esto, a través de las 5 R del trabajo de cuidados:
1. Reconocer el valor del trabajo de cuidados, tanto el remunerado como el que no lo es. Esto implica visibilizarlo en las estadísticas, en la economía y en el lenguaje cotidiano.
2. Reducir la carga del trabajo de cuidados a través de servicios públicos, infraestructura y tecnología que faciliten las tareas del hogar y el cuidado.
3. Redistribuir este trabajo entre hombres y mujeres, y entre las familias, el Estado, la comunidad y el sector privado. La corresponsabilidad es clave para garantizar la equidad.
4. Recompensar a quienes lo realizan, asegurando condiciones laborales dignas, salarios justos y derechos laborales para quienes cuidan de forma profesional.
5. Representar a las personas cuidadoras en los espacios donde se toman decisiones que afectan su trabajo y sus vidas.
Si realmente queremos honrar a las madres, comencemos por hacer visible lo invisible. Celebremos, sí, pero también preguntemos: ¿Quién cuida a quienes cuidan? ¿Qué estamos haciendo para que el cuidado no recaiga solo en las mujeres? ¿Qué políticas existen para redistribuir estas responsabilidades?
Transformar la forma en que entendemos la maternidad y el cuidado no es un gesto simbólico: es una cuestión de justicia. Porque una sociedad que descansa en el trabajo silencioso y gratuito de millones de mujeres debe, al menos, asumirlo, valorarlo y comprometerse a cambiarlo.
Este 10 de mayo, además de flores, ofrezcamos reconocimiento, compromiso y acción. Porque celebrar también es hacer conciencia.
Y en lo personal, no puedo cerrar esta reflexión sin agradecer profundamente a mi madre, Lupita Flores, por todo lo que ha hecho y sigue haciendo por mí, por mis hermanos y por sus nietos. Su vida ha sido ejemplo de entrega, fortaleza y generosidad.
M.F. María del Carmen Salinas Flores
Secretaria de Administración