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Psicóloga Maira Gallegos

¿POR QUÉ LOS HOMBRES SUFREN?

La mayoría de los hombres viven vidas de silenciosa desesperación.
Henry David Thoreau.

Los hombres, la gran mayoría, son entrenados desde pequeños (al menos lo fueron años atrás) para no pedir nada, para callarse competir, complacer y no expresar los sentimientos de fragilidad, de debilidad, de gozo o de placer. Muchos están atorados en sus emociones y en procesos que les dificulta avanzar en algún aspecto de su vida. Pueden ser muy exitosos en unas áreas, pero no en otras, sentirse poco valorados y no plenos, y a veces sin ilusiones. Llevan siempre máscaras bien puestas para no ser lastimados. Nadie les enseñó a contactar con sus sentimientos y emociones; por el contrario, suelen conectar más con la razón. Los niños varones también han sentido dolor.
Los seres humanos siempre hemos vivido bajo modelos, se ha aprendido de ellos, porque así funciona más rápidamente. El cerebro registra la información (ideas, palabras, experiencias, sensaciones, etc.) y la guarda en la memoria. Después, esa información archivada facilita la ejecución de las órdenes que manda, lo que hace más rápido el funcionamiento. Las personas construyen modelos con base en varias fuentes de aprendizaje: experiencias de gozo y dolor de la infancia, proceso de socialización y educación de la familia. Estas se forman desde que aún no se tiene uso de razón (no siempre se recuerdan), se quedan en la memoria afectiva pero no consciente. A los recién llegados al mundo se les dijo qué se esperaba de ellos, según su sexo. Se aprende de las palabras, pero también de la conducta, de los modelos de la casa, del barrio, de la escuela, de los familiares, amigos, etc. Lo que es bueno, malo, con experiencias de castigo y recompensa, de las cuales se experimentaban sentimientos. A lo largo del tiempo, cuando se es adulto, se han repetido patrones y paradigmas, sin autocrítica ni reflexión, sin revisar lo que se aprendió de niños y si aún en la sociedad actual funciona. Las personas de las que se aprendió también tenían heridas de la infancia que los habían marcado. Por ejemplo, seguramente el abuelo nunca abrazó o acarició a papá, mucho menos el bisabuelo al abuelo. El modelo que predominó de ser hombre era de “no llorar” porque se consideraba (todavía) como signo de debilidad. Entre las ideas que provocan sufrimiento a los hombres están las siguientes: la rigidez de lo que significa ser hombre; se asume que es capaz de sostener siempre a los demás, rigidez para cumplir lo que se espera de él, que sea fuerte y eficiente, una especie de supermán, robot, claro, lógico, valiente, proveedor, que no valora los sentimientos. Siempre hay que demostrar la hombría, competitivos en deportes, sexo, familia, conocimientos, éxito, etc. los hombres, son hombres; a veces fuertes a veces débiles. Debido a lo anterior, muchos padecen el síndrome de Hércules; temen fallar, sentirse tristes, perder, sumar años, morir. Sería lo mismo que no valer, o estar derrotados y su autoestima se va a los suelos. Muchas madres enseñaron que los varones tenían poder sobre la familia. La hija le debía servir, por eso de grandes si no se cumple se llenan de coraje, frustración y violencia. Algunos no son capaces de negociar, aprender, sino solo mandar y decir si esta bien o mal (autoritarismo). Esta es una de las principales fuentes de conflicto de parejas hombre-mujer.
El Dr. Ptmman menciona “Algo no anda bien entre los hombres. En número creciente y alarmante beben hasta enfermarse, toman drogas, trabajan hasta matarse, abandonan sus hogares, disuelven sus matrimonios, tienen crisis incomprensibles que a veces terminan en accidentes, muertes o crímenes. Muchos de los sobrevivientes sienten (más allá de su aparente éxito profesional, laboral, o económico) que están solos, aislados de otros hombres, marginados de su familia, mientras derrochan sus vidas en tareas sin sentido, con muy poca comprensión de quiénes son o de cuál es el significado de estar vivos”. Se enfrascan en creencias de ser los hombres fuertes aprendido de modelos que llevan a rigidez, enfermedades y muertes prematuras. La afectividad fue adjudicada a las mujeres y la lógica a los hombres. Y esto ya es falso.
Se debe revisar qué se aprendió respecto a ser hombres, porque incluso las mamás también contribuyeron a esos paradigmas.
Debido a la aparición de los movimientos feministas, desde la época de los años sesenta, se han realizado diversos estudios en relación al género, lo que lleva como consecuencia cuestionar las conductas machistas. Esta concepción significa que el hombre ha entrado en una crisis de lo que significa ser varón: dificultad actual para cumplir el rol de proveedor, aumento de divorcios, la facilidad con la que la mujer decide que el hombre se vaya de la casa, que la mujer tenga poder económico al ganar su salario en el trabajo, etc. Y no esta mal. Las crisis significan oportunidad para revisar lo positivo y lo negativo. Se debe considerar que es lo que más conviene para llevar a la realización personal, igual que la de los demás. Así como los estudios sobre el feminismo iniciaron hace ya unos años, estudios sobre el significado de lo masculino y ser hombre tienen más auge actualmente. Uno de los pioneros en el tema e investigador es el Dr. José de Jesús González Núñez, quien ha publicado varios libros como Psicología de lo masculino; Los afectos, su expresión masculina; En la sexualidad masculina el afecto es primero; y La imagen paterna y salud mental en el mexicano. Los varones están tomando compromiso para su propio crecimiento.
Los modelos de lo que significa ser hombre o mujer pueden se resignificados de acuerdo a los intereses y valores actuales de la persona, usando su energía para vencer el miedo propio y a la crítica social, vivir de acuerdo a sus principios y experiencias.
Las mujeres están realizando un gran esfuerzo para modificar las pautas impuestas de la mujer sumisa, abnegada, pasiva, que aguanta maltratos y violencia: que es poco valorada, incapaz y recluida en el hogar. Mucha de su energía se enfoca en ello. Han afirmado su valía y capacidades dentro de la sociedad patriarcal en la que se vive. La crisis que pueden atravesar los hombres sirve de partida para erradicar muchas de las creencias que fuerzan a vivir inhumanamente y desigualmente. No son mejores unos que otros. La represión de las emociones de los hombres con tal fuerza solo pone en evidencia la castración afectiva. Son hombres enanos, con cabezas grandes (lógicas) pero muy pequeños en emociones. Se necesita analizar esta pobreza afectiva.