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Psicóloga Maira Gallegos

EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR

Aún tengo algo de síndrome de la impostora; no se acaba nunca, ni siquiera en este instante en que ustedes me van a escuchar; no me abandona este sentimiento de que no deberían tomarme en serio. ¿Qué sé yo? Lo comparto con ustedes porque todos dudamos de nuestras capacidades, de nuestro poder y de qué es ese poder.
Michelle Obama.

Muchas personas, en especial las mujeres, sienten que son un fraude en su trabajo y sus éxitos. Atribuyen sus logros a la buena suerte. A esto se le conoce como “El síndrome del impostor”. Tiene que ver con una falta de autoestima que lleva a dudar constantemente del propio potencial. Líderes como Michell Obama, Angela Merkel o Margaret Atwood lo han padecido. Si mujeres tan exitosas y con estudios brillantes, con la cabeza en alto y la voz con mucha influencia tienen dudas, carecen de confianza en sí mismas y les preocupa la impostura ¿qué será de mujeres comunes, con vidas imperfectas y con ambiciones limitadas? Aunque si mujeres como ellas carecen de confianza en sí mismas y pese a todo, logran alcanzar la cima, entonces todas pueden hacerlo.
El término síndrome del impostor se implementó por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes para describir los rasgos y comportamientos de un grupo de mujeres de alto rendimiento que luchaban por internalizar su éxito. Estas mujeres describieron sentimientos de fraude porque no atribuían su éxito a sus propias habilidades a pesar de muchos logros y elogios. Así, la sensación de impostor solo es una percepción de sí mismo como indignos de recibir elogios, debido a que no creen que hayan ganado tal reconocimiento con base en sus capacidades, lo que causa niveles elevados de incapacidad y estrés. Los primeros diagnósticos se elaboraban mayormente a mujeres, pero con el tiempo los estudios han demostrado que tanto hombres como mujeres lo padecen de igual manera. Autores como Hutchins y Rainbolt (2017), Pakman (2016) y Wilkinson (2020) evidencian que el síndrome es un problema relevante para diversas áreas de estudio; es fundamental identificar cómo afecta la vida de cada persona para entender a qué nivel puede escalar.
Está claro que puede afectar la seguridad y omitir el reconocimiento del esfuerzo individual de sí mismo. Algunas de las causas de este síndrome son las siguientes: baja autoestima, malas experiencias del pasado, falta de confianza, pertenecer a grupos de riesgo o minorías, exposición a comparaciones, haber recibido críticas por largo tiempo de su vida y/o perfeccionismo. Estas son las más recurrentes, aunque puede haber múltiples causas.
Este síndrome se manifiesta con síntomas como una fuerte asociación con angustia psicológica general, ansiedad y depresión, bornout, (agotamiento emocional, despersonalización y reducción de logros personales), agotamiento físico y/o exceso de trabajo, evitación a tareas con gran protagonismo y visibilidad, una mentalidad fija; finalmente, al rechazo de comentarios positivos, concretándose a una personalidad temerosa y sin expectativas de mejora y ser poco visible ante los demás. Gabsby y Bravata mencionan que los principales síntomas son la incapacidad de valoración de habilidades y competencias propias, atribuir el éxito a factores y elementos externos, autocrítica constante al trabajo propio, miedo a no encontrarse dentro de las expectativas, autosabotaje, plantearse objetivos elevados de manera exagerada, depresión, ansiedad, tristeza, temor a que sea observado como fraude e insatisfacción constante. Algunas veces el individuo experimenta la sensación de no cumplir con las expectativas en su profesión por lo que opta por una segunda, aunque incrementa un mayor grado de temor al fracaso.
Como todo síndrome puede presentar consecuencias para el sujeto, las cuales pueden limitar la propia vida. Las áreas más afectadas por los sentimientos del impostor son los aspectos de desarrollo o planificación de la carrera, así como la motivación para ejecutar o liderar. Este puede ser el inconveniente más importante para el desarrollo profesional. La realización personal en el ámbito profesional se ve afectada, dado que el individuo no presenta expectativas de crecimiento o son demasiado altas y limitadas, debido a la desconfianza, temor de sus capacidades. Esto lo mantiene en su zona de confort, con pocas posibilidades de crecimiento a consecuencia de sus actitudes. Existen diferentes tipos de síndrome del impostor y cada uno se puede diferenciar en relación en cómo el individuo percibe su entorno.
Dado que fue diagnosticado principalmente en las mujeres, se ha estudiado que, en su ámbito, no juegan limpio con sus compañeras, porque, para abrirse camino en círculos masculinos, creen que es necesario adoptar los códigos del entorno. En el mundo empresarial, político y profesional, entre otros, han incorporado de manera inconsciente las imposiciones masculinas. Así, las mujeres pueden ser unas lobas para las de su género. Han interiorizado la misoginia como un factor lógico tras siglos de prejuicios, decenios en los que han sido consideradas inferiores a los hombres. Es natural que a veces se comporten como hombres, para que no las consideren inferiores y que miren a las demás mujeres como posibles seres débiles. Imitan un comportamiento masculino misógino y se lo apropian, a veces hasta en exceso. El dominio masculino está tan interiorizado por las mujeres que ellas mismas se subestiman. Esta misoginia que ejercen las mujeres se puede analizar como una forma de autodefensa. En síntesis, hay que entender que la misoginia femenina es un autodesprecio, mientras que la masculina es un desprecio del otro.