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Psicóloga Maira Gallegos

ADULTOS QUE NO QUIEREN SER ADULTOS.

Esos locos bajitos...
Joan Manuel Serrat.

Muchas personas conocen al famoso personaje de Walt Disney: Peter Pan. Pero no muchas personas saben que Peter Pan se puede referir a una alteración de la personalidad en adultos mayores de 30 años de edad. En esta condición se niegan a crecer porque son inmaduros emocionalmente con una fuerte inseguridad y con un gran temor a no ser queridos y aceptados por los demás. También se presenta en mujeres pero es más frecuente en varones.

El síndrome de Peter Pan se refleja cuando el adulto que lo padece se comporta como niño pequeño; se siente muy atraído por la juventud, idealizando la infancia y la adolescencia; tiene miedo a la soledad y mucha inseguridad y baja autoestima; siente necesidad de la atención de quien le rodea; se centra en recibir, pedir y criticar con poca tolerancia a la frustración; no se preocupa por los demás; desea tenerlo todo sin ningún esfuerzo; no se responsabiliza de sus actos y culpa a los demás por lo que no le va bien; se esconden detrás de excusas.

El síndrome de Peter Pan implica problemas emocionales y conductuales. Son frecuentes la ansiedad y la tristeza, que desembocan en una depresión, por eso es importante tratarlo. La persona que lo padece se siente poco realizada con su vida porque no asume responsabilidades y le impide experimentar el placer de disfrutar los retos, repercutiendo en sus niveles de autoestima.
Este síndrome es consecuencia de factores como los siguientes: rasgos de personalidad dependientes o evitativos; patrones educativos, con una ausencia de exigencias y responsabilidades y con la evitación de cualquier frustración; estilo de afrontamiento de problemas.
El más importante tiene que ver con la infancia: ya sea por haber sido excesivamente feliz, ya que el individuo busca perpetuar e inmortalizar momentos felices, viviendo en la infancia constante que se niega a superar; o una infancia completamente infeliz donde la función del síndrome es recuperar la infancia robada o el tiempo perdido.

Los comportamientos de un adulto con esta condición son como los siguientes: exigencia a los demás miembros de la familia para que satisfagan sus necesidades y caprichos; excesiva preocupación por el aspecto físico y el bienestar personal; intolerancia a cualquier crítica; ansiedad por ser evaluados en el trabajo o los estudios; incapacidad para hablar de otras personas sin que se interese por él mismo; exageración de propios logros y éxitos; carencia de verdaderos amigos; rasgos narcisistas; incapacidad para asumir responsabilidades o mantener su palabra; conductas machistas y disfunciones sexuales.

Este complejo también tiene una raíz sociológica; se debe al rechazo a cualquier tipo de autoridad o de verdad en la época actual. El adulto afectado cuestiona la utilidad del esfuerzo y del compromiso. Al ser la depresión una de sus principales consecuencias es necesario tratar a la persona que lo padece, en tres grandes momentos: debe asumir responsabilidades; aprender a adquirir responsabilidades cotidianas y a vivir como un adulto a través del aprendizaje de estrategias para la toma de decisiones y resolución de problemas; enseñar el manejo de sus pensamientos para interpretar la realidad evitando la recreación en sus emociones en lugar de resolver las cuestiones que causan el malestar.

Para identificar este problema en las personas es necesario preguntarse lo siguiente: ¿Cómo se considera a una persona inmadura? ¿Cómo cuidar a alguien que es adulto pero se comporta como un niño? ¿Cómo se cree que una persona es más una madre o un padre para su pareja?