Es una batalla llamada vida
Mayela Pulido
Cuando morimos y queda todo ahí, las joyas, el carro nuevo que compramos para tener un estatus, la ropa queda colgada, la vida continúa, las personas superan nuestra ausencia y siguen sus rutinas cotidianas.
Al morir, el mundo sigue caótico, como si nuestra ausencia o presencia no hiciera la menor diferencia, y en realidad no la hace.
Somos pequeños y prepotentes, vivimos olvidando que la muerte siempre está a nuestro lado.
Así es, un parpadeo y al otro día ya estamos muertos.
Morimos y somos rápidamente reemplazados, en nuestro trabajo y hasta en nuestra casa.
Algunas de nuestras pertenencias son elegidas, algunas se guardan, otras se regalan y otras van a la basura!
Así es esta vida, en cualquier momento morimos y hasta somos olvidados…
Casi nadie pensamos en que vamos de paso, porque si lo pensáramos, tal vez procuraríamos vivir mejor en esta lucha, en esta batalla llamada vida.
Si pensáramos, usaríamos siempre nuestra mejor ropa, nos pondríamos nuestro perfume favorito, viajáramos, disfrutaríamos de lo que parece cotidiano, como ver el cielo, las nubes, escuchar el canto de los pájaros, oleríamos las flores, hasta nos comeríamos primero el postre antes que la comida, pues venimos a ser felices y no a cumplir reglas.
Tal vez perdonaríamos más, reiríamos mucho, valoraríamos más el tiempo y no el dinero, escucharíamos más música, y porque no, hasta bailaríamos, aún y cuando no supiéramos hacerlo, y no nos damos cuenta de eso.
Pudiéramos tener más conciencia de que en cualquier momento podríamos partir de este mundo.
Desde que nacemos, comienza el viaje veloz con destino al fin, y aún así hay quienes vivimos con prisa sin darnos cuenta que cada día más, es un día menos, porque la gente muere todo el tiempo poco a poco, y cada segundo que pasa.
Ahora te invito a que te preguntes:
Qué estoy haciendo con el tiempo que me queda?
Reflexionemos y seamos proactivos, disfrutemos de todo lo bueno y hermoso de esta vida, de lo malo, aprendamos, y que no desaprovechemos las oportunidades de ser felices y hacer felices a los que nos rodean.
No sabemos cuál será el final, y no vale la pena dejar de hablar con un ser querido, abrazar a quienes amamos, de sonreír cuando estamos tristes, de amar hasta que duela, porque ese dolor de amor es el que vale la pena.
Jamás dejaré de trasmitir en lo que creo, en lo que vivo, en que estoy convencida de que donar una parte de mi cuerpo cuando ya no lo necesito, es hacer lo correcto, es dar hasta que duela para continuar ayudando a seguir viviendo a quien aún tiene la oportunidad.
Si ya vivimos, ya reímos, ya abrazamos, ya amamos, bailamos y disfrutamos… es momento de que con un pedacito de cuerpo continúe otro haciendo lo que yo ya hice…
Es una batalla llamada vida, pero si tu quieres, podemos seguir viviendo en el cuerpo de alguien más y simplemente trascender…
Dejemos vida, después de nuestra vida…
Recuerda, sin donantes no hay trasplantes.