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EL DOLOR

Maira Gallegos

El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional.
Haruki Murakami.

El dolor se puede explicar o incluso comprender desde dos perspectivas: la biológica y la emocional. En primer lugar, hay que entender que el dolor biológico o físico puede llegar a ser una poderosa fuente de motivación que exige una acción inmediata con la finalidad de disminuirlo, paliarlo o eliminarlo totalmente. Esta fuente irrumpe en la mayoría de las conductas humanas. Actúa como un castigo para suprimir la conducta y reforzar negativamente para incrementar otra que lo alivie. Esta poderosa fuente de motivación puede ser localizada en las terminaciones nerviosas que producen sensaciones de dolor y que activan de varias maneras los agentes químicos, la presión directa, los cambios mecánicos y el tacto. Las terminaciones nerviosas se suelen activar de forma indirecta mediante la segregación química que ocurre después de producirse daño en los tejidos y una destrucción de los mismos de varias formas.
El dolor biológico proyecta señales a través de las fibras nerviosas hasta la columna vertebral, desde donde pasan a tres zonas del cerebro: la formación reticular, el sistema límbico (especialmente el hipotálamo) y el tálamo. Lo anterior contribuye con la información emocional y una dimensión vivencial: en el nivel fisiológico el sistema nervioso produce dolor, pero también lo inhibe.
Es común escuchar que una persona tiene un umbral de dolor alto o bajo. Esta teoría fue elaborada para explicar el funcionamiento de esta red. Es decir, que tener un alto umbral de dolor es soportar éste en una mayor intensidad; mientras que tener un umbral de dolor bajo implica que las personas pueden percibir el dolor a niveles de intensidad más bajos. El cerebro tiene control sobre las células umbral que determinan los niveles de percepción del dolor. El miedo libera las endorfinas que estimulan el tallo cerebral, lo que a su vez cierra las células umbral de la medula espinal. Cuando la persona deja de sentir miedo, la inhibición del dolor cesa y el individuo siente el dolor provocado por el daño a los tejidos.
El dolor motiva a conductas adaptativas y es un sistema motivacional que origina conductas de recuperación. Cuando una persona siente dolor se fija el objetivo de cuidar su cuerpo y la búsqueda de medicación y descanso son las conductas predominantes. El dolor motiva a una conducta pasiva que relaja y disminuye conductas violentas o defensivas. Por lo tanto, el humano, víctima del dolor típicamente: busca condiciones de descanso, seguridad, apoyo social para recibir cuidados, cuida su cuerpo, cambia o deja sus patrones de conducta habituales y se muestra menos interesado por aquellas cosas que antes le llamaban la atención.
En segundo lugar, se puede hablar del dolor emocional. Es una experiencia subjetiva de sufrimiento psicológico que no tiene una causa física evidente. Surge a partir de experiencias negativas como pérdidas, duelos, conflictos o situaciones traumáticas y se manifiesta como tristeza, angustia, ansiedad o malestar general. Este tipo de dolor puede afectar la forma del pensamiento, sentimientos y conductas. Se manifiesta a través de dolores de cabeza, problemas digestivos o fatiga. Afecta la calidad de sueño, apetito, la energía y la función inmunológica e incluso puede desencadenar enfermedades físicas.
Las nuevas tendencias de la psicoterapia comienzan a analizar los traumas del individuo, para tener en cuenta, en el cuadro general, los hechos traumáticos de la historia personal, familiar y social. Las tragedias de diversos tipos e intensidades (como el abandono, el suicidio y la guerra, o la muerte temprana de un hijo, de un padre o de un hermano) pueden producir ondas de aflicción que se transmiten al cuerpo en diferentes formas de dolor. Los avances en los campos de la biología celular, la neurociencia y la psicología del desarrollo recalcan la importancia de explorar la historia personal y familiar para entender los mecanismos subyacentes a las pautas de traumas que reflejan dolor emocional y/o biológico.
Es importante aprender a reconocer, procesar y gestionar el dolor emocional para evitar que afecte negativamente en la calidad de vida. Cuidar la salud física contribuye al bienestar emocional. Dormir lo suficiente, llevar una dieta saludable, hacer ejercicio y no reprimir las emociones ayudan a reducir el impacto del dolor emocional. Algunas técnicas como la meditación, el yoga o la respiración profunda pueden ayudar a reducir la tensión y la ansiedad. Aunque si el dolor es persistente o incapacitante, lo más recomendable es buscar ayuda de un psicólogo o profesional de la salud según sea el caso.

Psicóloga