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EU y el mundo

Martha Chapa

¡Qué diferencia! Se nota hasta en sus convenciones partidistas. En definitiva, no fueron –no son– iguales los demócratas y los republicanos.

Me refiero, claro, a nuestros vecinos del norte en acontecimientos de los días recientes, cuando realizaron sus convenciones partidarias con vistas a las elecciones de noviembre próximo. Las divergencias entre uno y otro se mostraron en todos los niveles. Pero comencemos por lo más importante: los contenidos de los discursos de sus respectivos candidatos y sus mensajes en general.

En la convención republicana, Donald Trump, el polémico candidato, perdió puntos debido a sus posiciones intransigentes, promotoras de racismo, discriminación, aislacionismo y bloqueos. Siempre amenazante, en especial en el caso de musulmanes y latinos. Su rostro y ademanes, duros e inexpresivos, acentuaban ese autoritarismo y prepotencia que forman parte ya de sus apariciones públicas. Y de los otros oradores programados en tan magno evento, no hay mucho que agregar. Entre ellos estaba la propia esposa del candidato, Melanie Trump, la exmodelo eslovena quien en aras de levantar la audiencia para beneficio de su marido llegó incluso al absurdo de plagiar un discurso antiguo de Michel Obama, además de sumar una a otra sus insípidas y vacías declaraciones en diferentes actos.

El contraste, fue notorio con lo ocurrido en la convención demócrata, que se recordará por los sustanciosos discursos de Bill Clinton y del todavía presidente Barack Obama. Cálidos, humanos, profundos y generosos, frente al personalismo demencial y el belicismo rampante de Trump. Vendría después la propia candidata demócrata, Hillary Clinton, con un mensaje esperanzador, comunitario, justiciero y promotor de la paz entre todos los pueblos del mundo. Todo esto se sumó a la carismática intervención de Michelle Obama, quien abonó muchos puntos a esas buenas causas.

Pero también pienso que, más allá del siniestro candidato republicano y la prometedora candidata demócrata, las realidades y, sobre todo, las diferencias, se revelaron a través de las personalidades que asistieron a uno y otro acto. En el caso de los demócratas, estuvieron ahí muchos y reconocidos artistas y políticos, haciendo patente su apoyo a un proyecto abierto, de libertades y prosperidad común. Del otro lado sólo parecía figurar la familia del empresario Trump en la pasarela, lo que resultó revelador junto a otros detalles que reflejaban la esencia de esa candidatura.

Y, para los espectadores, hubo dos visiones muy diferentes: un candidato republicano insolente, violento e  ignorante, ante una candidata demócrata sensible y bien preparada, quien además suma a todo esto el hecho de ser la primera mujer aspirante a la Presidencia de Estados Unidos. Todas estas características –ventajas, diría yo– le permitieron a esta interesante y bien preparada mujer de 68 años librar una serie de críticas y cuestionamientos que la habían agobiado recientemente.

Quedan ya pocos meses para que la gran potencia defina quién y cómo quiere que la gobierne. Se dice que en estos momentos ya se registra un venturoso avance de Hillary Diane Rodham Clinton sobre el advenedizo empresario Trump. Deseamos, de corazón, que así sea: que continúe y crezca esa ventaja.

Y respecto al resto del mundo, para qué decirlo, todo parece indicar que está casi de forma unánime con ese proyecto y esa candidata que hace la diferencia para un siglo XXI que tanto clama por la tolerancia, la equidad social, los acuerdos y la paz.

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