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Sigamos juntas

Martha Chapa

 

Así como nos quejamos –y con justa razón– de la inseguridad pública y de la impunidad reinante a lo largo y ancho del país, también es justo reconocer cuando ocurren respuestas prontas y eficaces en materia de justicia.

Dentro de esa categoría están las noticias recientes acerca de un caso que tuvo una notable repercusión en los medios hace algunas semanas: el de la señora Rosa Margarita Ortiz Macías, que a principios del mes pasado sufrió un asalto y agresión sexual en un autobús de la empresa ETN cuando viajaba de la Ciudad de México a San Luis Potosí. Recordemos que los delincuentes, aprovechando la lentitud del tráfico, abordaron el autobús pese a que las normas de la empresa prohíben subir pasaje en la carretera. Una vez ahí, asaltaron a los viajantes y cometieron abuso sexual contra una mujer, quien luego de tan espantosa vejación y de un primer momento de repliegue y depresión optó por hacer su denuncia pública de los hechos ocurridos el 7 de junio. Por ese acto de valentía, Rosa Margarita Ortiz resultó para nosotras toda una heroína.

Pues resulta que hace apenas unos días la Procuraduría General de Justicia del Estado de México dio a conocer la detención, en el municipio de Zumpango, del peligroso hampón Ramón Martínez García, alias el Lagarto, que todo parece indicar fue el individuo que perpetró tan infame delito contra Rosa Margarita.

Con esta aprehensión en principio se empezó a resolver el caso, aunque aún hay varios cabos sueltos. Por un lado, sigue prófugo el cómplice del ahora detenido; por otro, subsiste la falta de coordinación de las policías locales. Independientemente de esta plausible acción tampoco podemos decir que se haya mejorado la seguridad pública, dado que hay mucho por hacer para que no se repitan este tipo de vejaciones y otras más que padecemos.

En este punto me interesa mucho destacar la necesaria y decisiva participación social para denunciar con valentía los delitos, no importa de lo que se trate, pues sólo de esa manera reduciremos la impunidad prevaleciente y estaremos impidiendo que los delincuentes sigan actuando contra nosotros.

Bien merece Rosa Margarita Ortiz nuestro reconocimiento, pues ha sentado un precedente y es todo un ejemplo que debe cundir para que no nos quedemos calladas ni cedamos ante la supuesta vergüenza cuando alguien resulta agredida de esta manera. Por el contrario, como Rosa Margarita nos mostró, debemos armarnos de valor para denunciar. Hacerlo no constituye una una deshonra; por el contrario, debemos sentir vergüenza cuando nos gana la cobardía que nos orilla a no presentar denuncias frente a los hechos criminales.

Por igual, debemos reconocer las medidas que ha venido aplicando la empresa transportista ETN, como esa cámara de televisión instalada en cabina para grabar cualquier hecho anómalo. Bravo por ellos, pues a fin de cuentas esos videos serán pruebas fehacientes para la detención y el castigo de quienes delinquen. A la vez, tenemos que resaltar la honradez del operador del camión para confirmar y testificar, y reconocer el respaldo de la empresa en las averiguaciones que desembocaron en la detención de Martínez García.

Sólo así, con la actuación eficaz de la policía y la denuncia ciudadana podremos avanzar realmente en materia de seguridad pública.

Desde luego, mi reconocimiento incluye a las autoridades judiciales que ahora sí actuaron e impidieron la impunidad.

Así también, debemos exigir que se cumpla con la indagación, hasta sus últimas consecuencias, de otras demandas y denuncias, ya sea que se trate del Estado de México o de cualquier otra entidad de la República. Tenemos que persistir en nuestras justas demandas hasta que se conviertan en realidad las promesas que nos hacen las autoridades cuando afirman que se reducirá la inseguridad pública, que muestra espantosos indicadores en nuestros días.

Estamos, entonces, ante un acontecimiento –que ojalá no fuera extraordinario– que nos alienta especialmente a las mujeres para detener la violencia y la agresión que sufrimos cotidianamente.

Pero no dejemos de estar atentas y exigentes ante cualquier hecho que por su gravedad requiera de la solidaridad con las víctimas y toda la presión social para que las autoridades correspondientes resuelvan de manera expedita todo abuso o falta que se cometan contra nosotras o cualquier otra persona.

Sigamos unidas en la defensa de nuestros derechos por todos los medios, bien sea a través de las organizaciones no gubernamentales o de las redes sociales, y actuemos a fondo contra quien cometa un delito, se trate de quien se trate y ocurra donde ocurra.

 

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