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Buen viaje René

Martha Chapa
¡Cuánta pena, cuánto dolor! Estoy triste y acongojada por el deceso de un entrañable ser, un hombre íntegro que honró con sus actos a la amistad, las letras, el periodismo y la cultura.
Me refiero a René Avilés Fabila, quien nos dejó de repente y cuya presencia ya se extraña. ¡Y de qué manera!
Amigo entrañable desde hace muchos, muchísimos años. Diría que casi de toda la vida. Siempre dispuesto y solidario, gustoso acudía cada vez que lo convocaba a alguna nueva aventura cultural.
Lo recuerdo en esas reuniones fraternales, con amigas y amigos en torno a la mesa. Invariablemente sobresalía su ingenio, su vasta cultura, su simpatía y su vitalidad infinita.
Lo conocí –cómo olvidarlo– cuando dirigía el suplemento cultural “El Búho”, en el diario Excélsior, donde me abrió un generoso espacio para colaborar y enriquecer el campo de las artes visuales.
De manera inevitable lo he recordado –y añorado– desde su sorpresivo y lamentable fallecimiento, que ocurrió el 9 de octubre. Han venido a mi mente aquellos días en los que él y Rosario Casco, su infatigable esposa, ameritada promotora cultural, decidieron fundar la revista El Búho, y realizaron varias reuniones en mi casa a fin de trazar desde ahí las estrategias para buscar patrocinios y lanzar esa publicación para bien de las causas culturales.
Mi compañero Alejandro Ordorica y yo lo conocimos, apreciamos y disfrutamos. Sin embargo, la vida nos acercó a él en tiempos y situaciones diferentes, aunque a fin de cuentas concluimos en este sendero común, no de las casualidades, sino de las causalidades, como bien se dice.
Alejandro me cuenta que conoció a René Avilés a través de Martín Reyes Vayssade, en ese entonces subsecretario de Cultura de la Secretaría de Educación Pública, pues ambos venían de las filas de la izquierda y hasta de militancias espartaquistas. Posteriormente, René participó en muchos foros y eventos del Programa Cultural de las Fronteras, que Alejandro encabezaba allá por los años ochenta.
Recuerdo que hace pocos años se le rindió un merecido homenaje en la Universidad Autónoma Metropolitana para celebrar su larga y fructífera carrera literaria. Fue un acto solemne presidido por el entonces rector de la Unidad Xochimilco, y actualmente rector general de esa institución, Salvador Vega y León, quien se refirió al “enorme valor de este escritor mexicano [... cuya] pluma no se detiene ante la injusticia; su pensamiento y creación reflejan lo versátil que puede ser, siempre con una narrativa espontánea, apoyada en el humor y la originalidad que mantiene con una libertad creadora a sus personajes, que siempre nos atrapa como lectores”.
En aquella ocasión, Enrique Fernández Fassnacht –a la sazón rector general de la UAM– comentó que las obras de René traslucen una vitalidad constante, pero también revelan “una inquebrantable rebeldía e inconformidad, una crítica infatigable ante el desorden establecido, el coraje ante la explotación y la injusticia, el desprecio a la corrupción, el derroche y el despojo, así como con la profunda herida que como herencia fatal marca a los pueblos de una lastimada América Latina”.Pero la nota divertida la aportó María Luisa la China Mendoza –me acuerdo bien–, también presente en aquel homenaje, quien consideró que René era “feliz, alegre y divertido; bueno como el pan de Acámbaro”.
Por cierto, la China confesó que había tenido diferencias con René cuando él iniciaba su carrera en las letras, pues entonces ella formaba parte de aquella “mafia” de la literatura que él criticó en su novela Los juegos. Pero poco a poco resultó cautivada por la inteligencia y sensibilidad de René. "Y extrañamente empezamos a ser amigos de verdad”. “En su casa nos presentábamos libros, reíamos mucho, quizás viajamos más en la imaginación. Él siempre escribiendo y dándome el ejemplo de lo que es un escritor de verdad, incansable, empeñado en ser cada vez mejor, sin ver ni oír los grititos desaforados de una mafia peligrosa…”.
Así era René, siempre activo e inquieto, y así fue hasta el último día. En una comida reciente en casa de una amiga común, Ana Lilia Cepeda, apenas hace un par de meses, lo vimos igual de vital, alegre, dicharachero y elocuente. Bueno, hasta llegamos a considerar la posible publicación de un libro que él coordinaría y donde participaríamos, entre otros, Alejandro y yo. Una obra sobre Pita Amor, ese personaje tan peculiar, a quién tanto quise.
Murió René y mucho nos duele. Nos quedan, por supuesto –y por fortuna– sus abundantes libros. Novelas reveladoras, irreverentes y disfrutables, así como sus chispeantes relatos. Ahí están Los juegos (1967), El gran solitario del palacio (1971), Tantadel (1975), La canción de Odette (1982), Réquiem por un suicida (1993) y El amor intangible (2008), si bien no faltaron menciones a sus libros de relatos como Hacia el fin del mundo (1969), La lluvia no mata a las flores (1970), Los oficios perdidos (1983), Los animales prodigiosos (1989) y El evangelio según René Avilés Fabila (2009).
No se olvidará tampoco su brillante trayectoria tanto en el periodismo cultural como en el ámbito informativo y en la promoción de la cultura, donde siempre se impuso su lucidez y sentido crítico. Una carrera rica y fructífera. Por su destacada trayectoria en las letras, René fue reconocido hace justo dos años, en octubre de 2014, con la Medalla Bellas Artes.
En noviembre habría cumplido 76 años, que son pocos si consideramos su extensa y fructífera carrera. Fue Jefe del Departamento de Política y Cultura de la UAM-Xochimilco, director general de Difusión Cultural de la Universidad Nacional, director de la rama literaria de la Sociedad General de Escritores de México, coordinador de Extensión Universitaria de la UAM-Xochimilco. Y, por supuesto, editor del suplemento cultural “El Búho” del periódico Excélsior y de la revista El Búho.
Ahí están y perdurarán sus aportaciones a la literatura y el periodismo. Para mí quedará grabada en la mente y el alma esa entrevista inolvidable que tuvimos el privilegio de hacerle en nuestro programa televisivo El sabor del saber, que se suma al acervo de personajes destacados de nuestro presente.
Estoy muy triste pero a la vez celebro la vida y la obra de este notable escritor, periodista y promotor de la cultura. Envío un abrazo sincero y fraternal a mi querida Rosario, con la certeza de que René, con su agudeza y talento, permanecerá con nosotros.

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