Cuento absurdo y sin sentido pero con mucha verdad e insomnio.
“El cochecito con piedritas”
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
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Ayer te soñé, tenías la misma cara de perdona vida, y a ese, tu eterno cochecito donde juntas las piedras con las que según tu alquimia curarás todos los pesares, en algún momento te referías a los míos específicamente. Intento fallido. Yo no te entendí bien, te digo que fue un sueño, esta vez también recogías pedazos de granizo, ese que cayó en otoño y parecía nieve, en mi sueño corrías desesperado, temías que te abollaran el carro, ojala hubiese sido así, tal vez hubieses comprendido que es una falta de educación andar por ahí abollando corazones y tal vez olvidado la terrible costumbre que tienes de recolectar piedras, rocas, grava, laja… una vez coleccionaste arena ¿recuerdas? Esa que se te metió en el zapato y la dejaste por calles, dijiste que era para medir tu tolerancia y control mental, yo no estoy segura, siempre pensé que era un tipo de manda que estabas cumpliendo por haber olvidado algún aniversario o alguna deuda de esas que tienen que ver con el karma, las deudas es más fácil pagarlas con mandas que con efectivo... o con acciones.
En mi sueño no tenías barba, nunca la tuviste, eso es bueno, te verías ridículo, creo que tampoco tenías nariz, ni mentón, para serte sincera no te presté mucha atención, me di cuenta de tu presencia únicamente por el molesto ruido del cochecito y esas tres piedras que se cayeron, se bien que eran tres porque sonaron tres golpecitos, tic, tac, toc y esa manía tuya de contar todo, hasta esas tres piedras que se cayeron: una, dos, tres. Es extraño, escuchaba claramente todos los sonidos en mi sueño, y puedo decirte que no era pesadilla, para ser sincera no sé si las pesadillas tengan sonido o colores, cuando he soñado pesadillas solo veo imágenes borrosas y tus labios intentando besarme.
Nunca he entendido tu afición a las piedras, ¿recuerdas aquella vez que meticulosamente recogiste varias piedras en el Cerro de la Bufa? Tuviste un particular esmero y dedicación para recogerlas y seleccionarlas, hasta les tomaste fotos, yo esperaba que al menos me tomases una, hubiese sido un lindo recuerdo de La Bufa, tus piedras y yo. Una vez me confesaste que sospechabas que aquellas piedras eran lunares, caídas en una de esas noches de octubre de maravillosa Luna llena. Parece mentira, siempre fuiste tan tonto que nunca te pusiste a observar la luna y su brillo reflejado sobre los techos en la madrugada, tan necio eras que solo tenías la intención de buscar piedras… piedras caídas de la Luna en las noches de octubre. Me sorprende que ninguna te haya caído en la cabeza, tal vez debí de aventártela yo, probablemente en esta ocasión si me hubieses creído cuando te dijera: ¡Maravilloso, te cayó una piedra de la Luna, una roca y no te rompió la cabeza, sin duda eres el elegido!... no se me ocurrió, pero hubiese sido un bonito detalle.
Al día siguiente día de haberte soñado desperté con un insoportable dolor de cabeza, no sé si fue por el ruido que hacía tu cochecito, el escuchar tu voz o las pastillas de menta que tomé para conciliar el sueño. Extraño, las mentas nunca me habías producido este tipo de sueño absurdo, sin sentido y sin final feliz. No sé si siga soñando con tu cochecito cargado de piedras, lo que si estoy segura es que no volveré a ver, ni en pesadillas, tu boca acercándose a la mía, si se llega a aparecer gritaré tan fuerte que las alarmas de los autos de toda la ciudad ulularán tan fuerte que haré venir a todos los angelitos de las buenas noches a consolarme.
A la memoria de todas las piedras caídas en el camino.