“DE COLORES, DE FUEGO, DE DIGNIDAD”
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com
Hablar de los huicholes no es fácil, perdone usted si empiezo así, de golpe sin un preámbulo pero no pude evitarlo y es que la cultura Huichol es un bello enigma que no necesita más presentaciones. Enigma claro para los neófitos como yo en el asunto ya que ha habido muchos estudiosos serios sobre el tema y otros tanto que sin afán de hacer investigación científica han formado parte de estos grupos y convivido con ellos así, simple y sencillamente por el placer de ser y pertenecer.
Me atreveré a tocar el tema con todo el respeto que me merece y con la sencillez de quien no es docto en la materia, para escribir estas líneas me apoyé en diferentes textos, pero no citaré ni incluiré bibliografía y lo hago por la sencilla razón de que dejé los datos en mi laptop misma que no tengo conmigo en estos momentos, entonces debo bibliografía para el próximo articulín, no se vayan a quedar con el pendiente y no disfruten sus posadas.
Nosotros los habitantes de la ciudad de Zacatecas estamos tan habituados a ver huicholes caminando por la calle y ofreciendo sus “artesanías” que hasta cierto punto llegan a ser parte del paisaje olvidándonos de reconocer y reconocerlos como un valioso grupo que tiene mucha información que ofrecernos sobre ellos, su cultura y sus costumbres, información que brota a colores en sus collares, en sus pulseras, en esas maravillosas gargantillas y brazaletes y ni hablar de los extraordinarios cuadros que son una ventana… pero solo para quien tenga la consciencia de asomarse.
Buscando información sobre la cultura Huichol, vi de todo, entre ello absurdos videos de “bohemios” que se enfrascaban en la búsqueda del Lophophora williamsii mejor conocido como “peyote” comentaban que iban por el afamado cactus y que querían “volar, volar, irse muy lejos” y si efectivamente se van muy lejos, tan lejos que se salen del camino de la ruta al lugar sagrado de Wirikuta, San Luis Potosí. Alguna vez estuve en Real de Catorce, sola y mis penas, sin tener la intención de “volar, volar, lejos” tuve la fortuna de conocer a un grupo de jóvenes entre ellos: un artesano, un pintor, un músico y un masajista, ellos amantes de la cultura Huichol y mucho más enterados que yo en el asunto me enseñaron su intención en la búsqueda del peyote, yo había comprado un hermoso dije de barro en forma de peyote, para no quedarme con las ganas… y no me quedé con las ellas, conocí a ese hermoso cactus, ellos me dieron un breve curso sobre como ingerirlo. Lo hice en la soledad de la habitación de mi hostal pero solo una tímida probadita, la belleza de la planta y sus efectos me intimidó. Dejé pues que mi espíritu viajara con un tinto y Sabina… yo solo veía embobada a mi majestuoso peyote de 5 cms. de diámetro, aproximadamente.
Cuando llegaron mis padres y mi familia a Zacatecas de Sinaloa, yo aún no nacía, ellos quedaron maravillados con esta hermosa ciudad que los acogió cordialmente, educados bajo costumbres y hábitos sinaloenses venían lo desconocido y lo desconocido les gustó. Mi padre jamás perdió su acento sinaloense y su maravillosa voz de locutor al estilo de la XEW lo acompañó hasta su último suspiro. Respetaba sus costumbres y respetaba las costumbres de los otros, admiraba, conocía y aprendía. Una vez caminando por la avenida Hidalgo se topó con un huichol que vendía cuadros, mi padre jamás los había visto y quedó enamorado de este arte, a partir de este momento este huichol y mi padre se hicieron amigos. Marcos Carrillo se llamaba y decían que eran parientes, los dos apellidando Carrillo. Marcos tenía entrada directa a la oficina de mi padre y en varias ocasiones fue de visita a nuestra casa. Mi padre siempre le compraba cuadros, a veces, para ofrecer un regalo especial, regalaba un cuadro huichol, de esos de estambre de lana muy al estilo del artista huichol José Benítez Sánchez quien inició con esta técnica allá por los años 60's, que al igual de los elaborados con cuentas están llenos de color, de vida y de mensajes. Yo recuerdo una pared llena de cuadros huicholes en mi niñez y mi mirada siguiendo el gusaneo del estambre, ojos de Dios, cuadros de gran tamaño con unos venados que a mi ojos de niña platicaban y bailaban, creo que mi mente tan poco contaminada estaba más preparada para entender el mensaje de estas obras de arte que va más allá del ornato, tal vez, con un poquito de guía y sin falta de peyote hubiese podido captar el mensaje de los ancestros del artista y de sus dioses.
No quiero terminar el articulín sin mencionar a otros artistas huicholes quienes han logrado trasmitir su cultura y las enseñanzas de sus ancestros y dioses a través de sus obras de arte: Emeteria Rios Martínez, Pablo Taizán, Guadalupe González. Un reconocimiento a la pareja francesa John y Colette Lilly (q.e.p.d.) promotores del arte huichol, quienes tuvieron el privilegio de vivir en una comunidad huichol. También a la Casa Hogar De Amor Y Esperanza quien acoge niños de ascendencia huichol y al Museo Zacatecano.
Fin con admiración y pocas palabras.