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MORENA Y LA PARTIDOCRACIA
Ricardo Monreal Ávila

Hay tres eventos que los mercados financieros de México y del mundo ya han procesado: el arribo de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos, la revisión a fondo del Tratado de Libre Comercio y el ascenso y virtual triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018.

A 15 meses de la elección presidencial mexicana, el fundador, líder y presidente de Morena registra ventajas en prácticamente todas las encuestas que se han publicado al inicio de este año. Tanto los principales medios nacionales que realizan estos ejercicios demoscópicos (Reforma, El Financiero, SDP, Excélsior), como las propias casas encuestadoras independientes (Consulta Mitofsky, Parametría, Laredo & Buendía) coinciden en destacar la ventaja de la fórmula AMLO-Morena.

Es la segunda vez en una carrera presidencial que AMLO está en una clara posición de ventaja. El dirigente de la izquierda, como todos sabemos, ha participado en dos elecciones (2006 y 2012) y va por su tercer intento. Pero sólo en 2006 y ahora, rumbo al 2018, ha registrado esta ventaja.

En 2006 su plataforma de lanzamiento fue el gobierno de la Ciudad de México, donde tenía exposición mediática diaria y un gobierno que se caracterizó por haber introducido una variada gama de programas sociales. El más popular de ellos, la pensión universal para adultos mayores.

Ahora, rumbo al 2018, su principal y única plataforma es un partido político con un apenas tres años de vida, pero un nombre pegajoso y sumamente emocional, con el que se identifica étnica, popular y culturalmente el 90% de la población mestiza y autóctona de México: MORENA, o Movimiento de Regeneración Nacional.

Esto segundo es el verdadero dato a destacar: que un partido con esa corta edad de existencia ya esté encabezando las preferencias electorales, por encima de los longevos PRI y PAN, ambos con ubicación de centro-derecha, y de otros partidos de izquierda con más antigüedad como PRD, PT y Convergencia, y del resto de partidos llamados popularmente bonsái (por chaparros, de ornato y caros), que aparecen y desaparecen de un año a otro.

En esta ocasión me centraré en el significado político del posicionamiento de Morena.

Prácticamente todas las encuestas “posgasolinazo” (Milenio, Reforma, El Financiero, SDP), reportan que Morena ya encabeza las preferencias electorales, de cara a la contienda presidencial del 2018. Miden únicamente el nombre del partido, sin las otras siglas que ya están muy posicionadas en el imaginario colectivo, AMLO.

Esta es la verdadera razón “de mercado” por la que el gobierno ha decidido postergar los aumentos a la gasolina anunciados desde el año pasado.

El dato duro de que un partido con apenas tres años de vida ya esté arriba de todos los demás exhibe otra realidad que vive el país: la crisis de la partidocracia.

Morena y su fundador AMLO son una opción “antisistema” (muy atractiva en tiempos de cólera ciudadana), que juega con las propias reglas del sistema. Esto explica en buena medida el rápido posicionamiento que ha tenido la organización, además, por supuesto, del liderazgo social de su creador y dirigente máximo.

En el primer año de vida (2015), Morena compitió exitosamente frente a sus vecinos ideológicos y excompañeros de alianza: PRD, PT y Convergencia. En el segundo año (2016): se colocó como segunda y tercera fuerza en la mayoría de las elecciones locales. Y en su tercer año (2017), es ya una opción competitiva para las gubernaturas del Estado de México, Nayarit y Coahuila, además de encabezar las preferencias presidenciales del próximo año.

La aceptación ciudadana de Morena ha despertado el celo, el coraje y la guerra sucia que ha reeditado la élite política en su contra, por el temor a ser desplazados en el 2018. Un ejemplo: los spots que PRI y PAN lanzaron al aire para presentar a AMLO como un peligro para México y un luchador que genera desempleo, lejos de minar su posicionamiento lo consolidaron.

Sobre todo porque los partidos emisores del mensaje carecen de credibilidad. El PRI ha generado 6 millones de nuevos pobres sin cerrar una avenida y el PAN un millón de víctimas por su guerra contra las drogas. ¿Quién es el promotor del desempleo y quién el peligro para México?

Pero el dato más ilustrativo de la naturaleza competitiva o “torque” de Morena es el siguiente:  todo este avance lo ha logrado con el uno por ciento del financiamiento público otorgado a los partidos políticos en los últimos 20 años.

Desde 1997 hasta el presente año, los partidos políticos han recibido un total de 66 mil 295 millones de pesos de prerrogativas federales (www.ine.mx/archivos3/portal/histórico/recursos). Si consideramos las prerrogativas estatales, esta cifra rebasaría los 100 mil millones de pesos.

En 20 años el PRI ha recibido de la Federación 18 mil 930 mdp, el PAN 16 mil 570, el PRD 10 mil 381, y así sucesivamente.

En tres años, Morena ha recibido únicamente 879 mdp. Si consideramos que una tercera parte lo destina a las universidades y programas sociales, tenemos que las prerrogativas gastadas por Morena serían del orden de 600 mdp aproximadamente. Es decir, menos del uno por ciento de lo que han costado los partidos en dos décadas.

En pocos años y con pocos recursos, Morena es un jugador corrosivo para la partidocracia, porque demuestra que no se requiere un financiamiento público cuantioso e insultante para ser competitivo y ganar elecciones.

En lugar de celos, envidia y guerra sucia, esto debería de causar vergüenza, rubor y pena a la clase política dominante.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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