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MITOS Y REALIDADES DE LA MIGRACION MEXICANA EN ESTADOS UNIDOS.
Ricardo Monreal Ávila

El presidente Donald Trump anunció “en corto”, es decir, en una reunión informal con periodistas de los medios más importantes de Estados Unidos que estaba evaluando la posibilidad de un acuerdo migratorio para regularizar la estancia de indocumentados que ya están en aquel país y para regular el flujo de las futuras corrientes de migrantes.
Antes de este acuerdo, limpiará las cárceles norteamericanas de todo tipo de delincuentes peligrosos (narcotraficantes, violadores y asesinos) que sean extranjeros ilegales.
Este anuncio representa un cambio en sus promesas de campaña sobre deportar en el primer año de su gobierno a 3 millones de indocumentados, la mayor parte de ellos de origen mexicano.
¿A qué se debe este cambio de postura? Básicamente a que la economía norteamericana empieza teneer visos de recuperación y al agresivo programa de reactivación de la economía que implementará la actual administración en los  proximos meses donde el principal insumo que hará falta para cumplir con este objetivo es la mano de obra joven, productiva, disciplinada y barata que representan los migrantes mexicanos.
Parece que por fin el mercado y sus necesidad harán entrar en razón al novel gobierno norteamericano, ya que la inmigración deja más beneficios que perjuicios a los EUA, según lo fundamenta en un reciente artículo el exvicegobernador del Banco de México, Manuel Sánchez González (El Financiero, 1 de marzo, 2017, p.12), y que a continuación reproducimos.
La inmigración de mexicanos a Estados Unidos ha generado grandes beneficios a esa economía. Estos efectos podrían ampliarse mediante una política migratoria más flexible por parte de ese país.
Estados Unidos es una nación que por largo tiempo se ha nutrido con inmigrantes atraídos por la disponibilidad de empleos remunerados, las oportunidades de avance y la libertad política y económica superiores a las de sus lugares de origen.
Al aportar, entre otros aspectos, esfuerzo laboral, habilidades diferentes a las locales y emprendimiento, la inmigración ha sido un motor fundamental en el desarrollo económico estadounidense.
n las décadas recientes, México ha sido el país con la mayor inmigración en Estados Unidos. Al contar ordinariamente con escasa educación, los mexicanos se han concentrado en ocupaciones basadas en capacidades físicas. Por su elevado número, nuestros connacionales generan una gran actividad económica no sólo por su trabajo sino sus compras de bienes y servicios.
A pesar de su aporte, la inmigración mexicana no ha estado exenta de críticas. Entre los aspectos más debatidos, sobresalen tres que han resurgido a raíz de las posturas de la nueva administración gubernamental del vecino país del norte.
La primera es que los inmigrantes toman los empleos y reducen los salarios de los nacidos en Estados Unidos. Este reclamo no es nuevo y suele recrudecerse durante las recesiones. Sin embargo, carece de fundamento económico, principalmente, por dos razones.
Por una parte, erróneamente supone que los empleos son una cantidad fija a distribuir entre un mayor número de personas. En realidad, la inmigración es propiciada, en gran medida, por el aumento de la demanda por trabajadores mientras que la emigración obedece al efecto contrario. A lo largo del ciclo económico las vacantes de trabajo varían, expandiéndose y contrayéndose.
Empero, el progreso económico de largo plazo suele ir aparejado con una persistente creación de empleos. Este factor y el envejecimiento de la población nacida en Estados Unidos han convertido a la inmigración en una respuesta indispensable a la dinámica laboral.
Por otra parte, presume que los trabajadores inmigrantes y los locales tienen capacidades idénticas, por lo que necesariamente son sustitutos. Sin embargo, aun tomando el segmento de personas con baja escolaridad, los foráneos y los nacionales no poseen las mismas habilidades.
La heterogeneidad es evidente una vez que se toman en cuenta aspectos como la cultura y el idioma.
De ahí que más que sustitutos, ambos grupos tiendan a ser complementarios. De hecho, los mexicanos suelen tomar los trabajos de baja paga que rechazan los ciudadanos americanos. Como resultado, no existe evidencia de algún impacto adverso notable sobre el empleo y los salarios de los trabajadores de baja calificación. Más aún, los datos revelan un efecto favorable sobre los salarios promedio de la economía, como reflejo del impulso en la productividad derivado de la inmigración.
Una segunda crítica se refiere al presumible costo fiscal neto de la inmigración. Con frecuencia se caracteriza a los inmigrantes como personas que entran a Estados Unidos a ser una carga en el sistema de bienestar, requiriendo subvenciones, servicios de seguridad social, de salud y educación, sin contribuir a su financiamiento.
Esta caracterización no cuenta con evidencia concluyente. Los inmigrantes mexicanos típicamente son personas jóvenes, en un gran porcentaje, indocumentadas. Pagan los impuestos sobre consumo, renta, bienes raíces, etcétera, como los locales. A pesar de ello, su naturaleza de inmigrantes y, en especial, de ilegales les limita considerablemente los derechos a los servicios gubernamentales. Algunos estudios han estimado que los inmigrantes aportan más que lo que cuestan fiscalmente.
Una crítica final tiene que ver con el carácter ilegal de la mayoría de los inmigrantes mexicanos. A diferencia de las anteriores, esta observación tiene sentido en una economía basada en el cumplimiento de las leyes. No obstante, deben explorarse las causas de esta irregularidad. En gran medida, parece obedecer a las cuotas de inmigración rígidas que no tienen que ver con las necesidades laborales estadounidenses.
Una reforma migratoria que permitiera la entrada flexible de trabajadores según las condiciones del mercado ampliaría la aportación de los inmigrantes a esta economía. Su contribución al PIB es significativa y sería mayor con la facilitación de la entrada legal.
ricardomonreala@yahoo.com.mx Twitter: @ricardomonreala

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