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La gran oportunidad ciudadana del 2018
Martha Chapa
Quizá contagiados por el entusiasmo que provoca el inicio de la primavera, mi compañero Alejandro y yo platicamos y hasta soñamos largo y tendido durante el pasado fin de semana.
Pensamos, imaginamos y conversamos sobre muy diversos temas, pero la verdad es que ambos nos entusiasmamos cuando entramos a dialogar en torno a la ya no tan lejana decisión electoral del 2018. Pensamos que se trata de un asunto que tiene que ver, con toda seriedad y trascendencia, con el futuro del país. Por eso le dedicamos prolongadas consideraciones, luego de las cuales concluimos que la postura más razonable y responsable sería optar, ahora sí, por una fórmula diferente, creativa, lúcida y abierta.
Palabras e ideas más o menos, se trataría de una propuesta social renovadora por encima del juego tradicional y cerrado de partidos y caudillos. Promover una opción viable a partir de un movimiento social cuyo sustento tuviera la perspectiva de apoyar a un candidato ciudadano. Pero, ojo, con el claro propósito de dar entrada a una propuesta colectiva ciudadana, que luego fuera apoyada por los partidos que quisieran suscribirla. Una especie de coalición representativa, plural, abierta, visionaria y de cambio real y comprometido, previamente inducida.
Se trata, sin duda, de una tarea colectiva que estamos a tiempo de emprender y que bien pudiera arrancar y encauzarse por medio de un primer grupo de personas interesadas y comprometidas. No me refiero a promover la clásica lista de notables, aunque sí hablo de conjuntar un grupo de ameritadas personas para que de ahí emerja un candidato ciudadano independiente. Y se trataría sólo –cabe aclarar– de un factor aglutinante y representativo; en ningún caso se pretendería auspiciar una salida iluminista o caudillista. Por el contrario, se buscaría impulsar un manifiesto esencial, básico, entendible para todos y todas, sobre lo que la nación requiere con urgencia y en torno a lo cual deberíamos agruparnos en aras de apuntalar avances, ahora sí, a favor de México, y no en pro de ilusiones políticas que sexenio con sexenio derivan en crisis, frustraciones y tiempo perdido.
Respecto a las ideas, Alejandro y yo concluimos que ahí están y flotan en nuestra sociedad, y deben aflorar a partir de los valores democráticos, libertarios, de equidad social y prosperidad común. Por poner un ejemplo, se podría acordar 10 o 15 puntos centrales, básicos, que una gran mayoría avaláramos, y trabajar en torno a ellos.
¿Quién podría conjuntar o encabezar esos anhelos? Cruzan por nuestras mentes nombres como Juan Ramón de la Fuente y Jorge Castañeda, junto a otros que aquí por espacio sólo agregaremos con un sentido indicativo y de apertura; lo mismo varones como Juan José Bremer o Diego Valadés, que mujeres, como Rosaura Ruiz o Patricia Galeana. En todo caso, personas que aun cuando hubieran militado en uno u otro partido político, tuvieran ahora la calidad apartidista y predominantemente ciudadana e independiente.
Luego pensé en algunos amigos o conocidos míos y comprobé que a pesar de su valía, capacidad y honorabilidad, no están enfilados a las tareas de gobierno, aunque bien podrían estarlo en ese futuro que visualizamos Alejandro y yo.
Pienso, por ejemplo en Ana Lilia Cepeda, Guadalupe Loaeza, Aída Lara, Sonia Salum o Alma Rosa Jiménez, junto a otras, a las que por supuesto me agregaría yo para acometer tales anhelos. Por igual, pensé en mi compañero Alejandro Ordorica, un muy destacado servidor público, como también en personas que tan sólo por encuentros o trabajos recientes en común me han llamado la atención por su aptitud y lucidez, como Salvador Vega y León, José Iturriaga, Felipe Garrido, Hernán Lara, Enrique Goldbard, Jorge Esma o Eduardo Cruz, y muchas y muchos más. Ellos y otros igualmente calificados están indebidamente marginados en alguna medida, independientemente de que estén relacionados o no con el servicio público. Estoy convencida de que deberían tener responsabilidades mayores, pero se ven obstaculizados por las componendas partidistas y trabas que siembran corruptos y trepadores, a quienes no les convienen la inteligencia ni la honradez de los otros.
Así que los invito a pensar en esto y a promover y dar cauce a los cambios necesarios y factibles para nuestro país. Aún es tiempo de intentarlo, ¿por qué no hacerlo?

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