“Manos frías…corazón de Cantera”
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
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Según La Mada vivir en Zacatecas implica varias cosas y una esas es acostumbrarse a no observar, permítame explicarme, no digo que esto sea general y nos pase todo el tiempo, sin embargo cuando nos alejamos de las carreras de la rutina diaria y nos damos el lujo de observar nos sale una frase similar a: “mira, no me había fijado que…” entonces saltan a la vista y brillan detalles escondidos en los edificios y espacios de la ciudad que, aunque siempre estuvieron ahí, se vuelven novedades. Marcos, rejas de hierro forjado, plazas, callejones y esos detalles de cantera que siempre han estado ahí, observándonos, hablándonos, cantándonos y a veces hasta criticándonos, si, criticándonos, yo pienso que una pieza de cantera puede darse el lujo de pensar lo que le plazca de los transeúntes, no creo que tengan muchas cosas que hacer… solo observar y sacar sus conclusiones.
La Mada es una de esas personas del “mira, no me había fijado que…” pero cada vez que descubro un nuevo detalle me siento feliz, creo que en cada descubrimiento se nos activa ese algo que nos vuelve infantiles, esa maravillosa capacidad de admirarnos que, lamentablemente, vamos perdiendo con los años. Después, una vez asimilado el descubrimiento, hacemos el comentario: “¿Ya viste que…? o ¿Te has dado cuenta de…?”, lo comentamos como si fuésemos un gran descubridor con la esperanza de que nuestro receptor nos diga: “¡No! ¿En serio?” (Si el No, va acompañado de signos exclamación se entiende que nuestro ego se ve felizmente alimentado) Cuando, por el contrario, la respuesta es: “Si, ya me había fijado”, lo primero que hacemos es dudar, ¡cómo es posible que alguien lo haya visto antes que yo!... después aceptamos humildemente y esperamos que el receptor se vuelva emisor y nos cuente de sus descubrimientos hasta que se rompe el monólogo y se establece una cordial y cálida conversación hablando de los detalles ocultos de los edificios, nos sentimos Dan Brown hasta que afortunadamente escuchamos del más allá la risa sarcástica de Umberto Eco burlándose de nosotros y dejamos de sacar conclusiones fantásticas.
La Mada se tomará el asunto de la cantera con mucho más respeto después de la visita al Centro de Investigación y Experimentación de Arte Popular de Zacatecas en la comunidad de Tacoaleche donde la Dra. Rosa Elvira Campos Álvarez y todo el maravilloso equipo de IDEAZ trabajan mano a mano con los artesanos del Estado. El hecho que me motiva a respetar más el trabajo en cantera y, por supuesto, a los maestros canteros, es el taller impartido por el maestro cantero Félix Muro Arenas. El maestro Félix es una de esas personas que no solo aman y disfrutan lo que hacen, sino que también disfrutan enseñando a los demás sobre su arte y disfrutan transmitiendo esa sensibilidad que solo los grandes maestros tienen. El maestro Félix Muro está dentro de los 100 grandes maestros artesanos de nuestro país y después de estar unas cuantas horas escuchándolo, recibiendo sus enseñanzas y viéndolo trabajar, me queda más que claro el porqué.
No cabe duda que entre más conozco más confirmo la idea de que la gente grande es la más sencilla y humilde, el maestro Félix ha tallado infinidad de piezas en todo el país. En nuestra ciudad la Iglesia de Fátima cuenta con varias esculturas y piezas suyas y en la restauración de Catedral le tocó viajar al pasado y hacer piezas a la par de esos maestros que pasaron a la historia anónimamente. En Villa Hidalgo realizó un Sagrado Corazón de Jesús de 15 mts de altura y, su obra más difícil de elaborar, según el mismo me contó, el Cristo en Tlaltenango de35mts de alto, con la Virgen de Guadalupe grabada en la túnica.
Es cierto que me imaginaba la dificultad que implica el labrar cantera, y más cuando ni siquiera tengo la habilidad de decorar una ensalada, pero lo que hizo que mi admiración aumentara fue la pasión y el amor del maestro Félix por su oficio, y no solo para labrar, sino desde el momento de concebir el diseño y dibujarlo, el lápiz de punta blanda bailaba sobre los pequeños cuadros de cantera previamente preparados para los que tomaríamos el taller: una flor, un rosetón, un ángel… todo iba cobrando vida con cualquier pequeño toque y retoque que él maestro diera. Su caja de herramientas estaba repleta de cinceles, tantos impensables para un ser tan básico como yo, todos diferentes y él, con la experiencia que dan no solamente los años, sabía cuál usar para hacer cualquier mínimo detalle en nuestros torpes labrados. La Mada intentó dibujar el perfil de una cornisa, después empecé a labrarla, según las indicaciones del maestro, bastaba que le pidiera ayuda cada 5 minutos para que él con una simple inclinación del cincel, un pequeño golpecito, un giro, un saque… le diera forma… de cornisa. En otra pieza fue tan fácil para él labrar la tierna carita de un angelito como fácil fue dibujarla, la verdad no quiero ni pensar como me hubiese quedado a mí, realmente me hubiera dado miedo ver el producto en mis manos y esa imagen seria protagonista de mis peores pesadillas por días.
A un maestro como don Félix Muro no se le puede ver trabajar, inevitablemente se le “observa” trabajar, pareciese como si la cantera y el hablaran, en algunos momentos parecía que ambos reían y cantaban en alegre complicidad… el maestro y la cantera entablaban diálogos en donde tres serían multitud… sin embargo, una vez terminada, la pieza está dispuesta a platicar con quien tenga el tiempo de charlar con ella… ¡imagínese usted lo que tienen que contarnos las piezas que engalanan nuestros edificios!... solo es cuestión de escucharlas, observarlas, apreciarlas y ver en cada una de ellas, la mano que le dio vida.
Mi perfil de cornisa quedó bastante aceptable gracias a que después de algunos minutos logré sacarle algunas palabritas al bloque de cantera sin embargo se nota a kilómetros de distancia la mano del maestro… y su sentimiento.
Fin labrado con paciencia y corazón.