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“¡Y el ganador es…!”
segunda parte
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

Pues bien retomemos el tema de la semana pasada: esa necesidad que tenemos el grueso de los seres humanos de ser reconocidos, vistos y valorados. Volverse invisible es importante solo para un súper héroe en su lucha contra los malvados o cuando no nos estamos portando muy bien y queremos ser confundidos con un primo/a “muy parecido” a nosotros. El resto del tiempo, según la Mada, nos gusta ser reconocidos… digo, algo hemos de tener que nos haga sobresalir, aunque al menos sea nuestra habilidad para mover las orejas o enrollar la lengua hacia abajo o hablar con la “f” (sifi, confo lafa efe, efecufuchofo ufustefed biefe) hasta llegar a aquellos que son reconocidos por logros académicos, deportivos, artísticos y los reconocimientos que van con luz propia, esos por logros humanitarios.
En el capítulo anterior comenzamos a platicar de los reconocimientos más vanos, esos reconocimientos regidos por el ego. Las dos primeras subdivisiones eran referentes al ego, eso “del pendejo con iniciativa” y el otro para aquellos a “los que la virgen les habla”. Tomaré ahora la tercera subdivisión de este tipo de reconocimiento: el físico. En este nuestra mejor representante es la bruja de Blanca Nieves y su espejito, espejito ¿quién es la más bonita? Esta categoría es igual de petulante que las otras dos y ahora con la cuestión de los dichosos selfies es mucho más evidente. Los autorretratos de otrora eran más sinceros y tenían arte, en realidad iban más hacia el interior del autor, ahora nos bombardean con estas fotos buscando más bien reafirmar su exterior: ojitos entrecerrados, viendo al infinito y más allá, trompita parada, cabecita de lado. En estos tiempos de redes, una selfie de vez en cuando a cualquiera nos cae bien, aunque salgamos con cara de grillo, como una servidora, pero esa cantidad tan desorbitada que hace que hasta nos preguntemos si estas personas no tienen otra cosa más importante en la vida que tomarse fotos. Es obvio que la publicación de dicho catálogo de “auto-fotos” tiene una finalidad, obtener comentarios y saberse visto. A veces el espejo propio es mudo, los que nos rodean cercanamente no nos ven y peor aún, nuestra amorosa voz interna tiene un bozal… entonces, necesitamos urgentemente ser reconocidos por el otro. Un ¡qué guapa/o! en estos momentos de baja autoestima nos pueden volver a la vida, pero en realidad, mientras nuestro espejo interior no nos diga nada, estos halagos vienen siendo solo un remedio placebo efímero.
Dejando de lado estos tipos de reconocimiento regidos por el ego hablaré de otros, de esos otros que realmente nos ayudan a no caer en el oscuro abismo del olvido. Ese tipo de reconocimiento que necesitamos cuando sentimos que nos comenzamos a ahogar en el lago de la indiferencia, de la mediocridad.
La Mada considera que durante la infancia es un factor de suma importancia el reconocer los logros, cada pasito, cada nueva palabra, cada nueva letra aprendida, cada gracia. Es una etapa importante para reafirmar nuestra seguridad y lograr que en el futuro necesitemos menos el reconocimiento del otro (y/o terapia psicológica), ya que durante nuestra niñez aprendemos a auto-reconocernos a través de aquel “otro” que de una forma amorosa, y moderada, fue aplaudiendo nuestros grandes-pequeños logros. El reconocimiento en el área laboral puede ser un tema de controversia importante, mientras algunos aseguran que el salario recibido es por hacer un trabajo competente (o lo más próximo a ello) yo creo que parte de la psicología laboral es reconocer un buen desempeño. Cuando el trabajador se siente motivado, trabaja con más entusiasmo, se pone la camiseta, el rendimiento es mayor y sobre todo mejor, el trabajador reconocido se siente “visto”. Sugerencia: como patrón no se duerma en sus laureles, practique el reconocer a sus trabajadores (o subalternos) de una manera honesta y justa, le aseguro que pagando lo mismo tendrá mucho más ganancias, si lo de las relaciones humanas no es lo suyo al menos véalo como una buena forma de inversión.
En las actividades deportivas o culturales un aplauso de parte del instructor es realmente reconfortante, algo así como un brinco en un trampolín, es mágico y nos ayuda a impulsarnos: “Reconozco que tu tiempo ha mejorado”, “Has logrado la intensión de la luz en la pintura”, “Me gustó lo que proyectaste en el baile”. A veces puede ser realmente frustrante intentar, intentar… y aunque nos guste mucho lo que hacemos, a veces nos preguntamos en momentos de invisibilidad: ¿realmente tienen sentido invertirle tanto tiempo a esto?
En nuestro constante convivir es importante reconocer al otro, reconocerle sus logros y junto con el reconocimiento podemos incluir el agradecimiento. Reconocerle a las personas con las cuales nos relacionamos las atenciones que tienen para con nosotros es una forma de fomentar, despertar y mantener encendido en ellos esa parte que todos llevamos dentro y que nos recuerda que tenemos un lugar en el espacio, que ese espacio es exclusivo solo para nosotros, que nadie más podrá encajar en ese molde, como los recipientes de chocolates finos que tienen la forma de cada pieza de chocolate, si intentamos poner otro o no cabe o rompemos el frágil papel que los alberga. Reconocemos la forma del chocolate y sabemos dónde va o… sabemos cual falta.
Espero sean reconocidos, al menos por el olor. Fin de la segunda y última parte.

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