Juntas y adelante
Martha Chapa
Por más que expresemos nuestra indignación y la exigencia de que se pongan en marcha estrategias y acciones eficaces en favor de los derechos humanos de las mujeres, año con año las estadísticas nos desalientan.
Por lo menos desde hace una década hemos insistido en soluciones y alternativas para resolver los delitos que implican violencia contra las mujeres y que conforman un verdadero cáncer social. Y debo reconocer que después de tan largo tiempo, de esfuerzos y convicciones puestos a prueba, nos envuelve una ola de frustración y desánimo. Pero pasa pronto, por fortuna. Porque nuestra convicción nos hace seguir. Así, no nos cansaremos de reafirmar nuestras propuestas y aumentar la exigencia para que los tres poderes de la unión actúen y se complementen mejor para dar respuestas urgentes, claras y concretas ante la sociedad, en especial por lo que toca a las demandas de nuestro género.
En esta ocasión nos abrió los ojos el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el famoso Inegi, que nos ofrece información esencial y muy fresca correspondiente a 2016 en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de la Relaciones en los Hogares. Algunos datos resultan tan escandalosos que ameritan replantear la situación y tomar medidas mucho más drásticas en todos los órdenes de nuestra vida social, política, educativa, cultural y económica.
Veamos si no: dos de cada tres mujeres de 15 años en adelante han sido agredidas, dentro o fuera de su hogar, lo que en números redondos significa 30 millones de mujeres. Así es. Me refiero a mexicanas que han sufrido violencia física, emocional, sexual o económica.
Paradójicamente, que las agresiones ocurran en su mayoría en el seno de la relación de pareja es un dato que, pese a no ser nuevo, nos pone a pensar. Porque del total de las mujeres agredidas, un 44% ha sido víctima del esposo, el novio, el compañero o hasta de un supuesto amigo.
También nos revela esta investigación que es en las áreas públicas (calles, parques o en transporte público) donde son más frecuentes las agresiones, pues 38% de las mujeres agredidas experimentó en esos lugares las manifestaciones de violencia, particularmente en el plano sexual y sus variantes (piropos, tocamientos, propuestas indebidas o, en el extremo, la violación). Y si queremos saber sobre el tipo de violencia que se emplea en estas agresiones, nos enteraremos de que la más generalizada se registra en el plano emocional –con un 49%–, seguida por la violencia sexual, la física y la económica.
En términos geográficos, la encuesta del Inegi nos precisa cuáles son las entidades donde mayores agresiones se registran: Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Aguascalientes y Querétaro. Y un hecho que nos entristece y angustia es que apenas un 20% de las mujeres víctimas de violencia de género pide apoyo o –menos aún– levanta una denuncia.
Otro dato que perturba y lástima hondamente es el que revela que en las redes sociales también fluyen de manera creciente y notoria mensajes de odio contra las mujeres. Y preocupa que Twitter sea el medio donde tal acoso se multiplica y acentúa.
Así que, aunque lo hemos dicho tantas veces y en todos los tonos posibles, tenemos que seguir levantando la voz. Por eso, no dejaré de insistir en esta ocasión en que todos los niveles de gobierno están en falta y tienen que tomar cartas en el asunto. El Legislativo debe avanzar en la aprobación de leyes y reglamentos más estrictos y contundentes en defensa de los derechos de la mujer. Por su parte, el Ejecutivo en sus distintos niveles –es decir, el gobierno federal y los gobiernos locales– debe atender de manera más expedita estas crueles realidades, entre muchas otras medidas a través de la Alerta de Género. Además tenemos que estar atentas a que en el circuito judicial se sancione debida y justamente todo acto, premeditado o no, de violencia contra las mujeres.
Todo ello, como se ha expresado en distintos foros, sin menoscabo de que se emprendan campañas institucionales en los medios de comunicación para despertar las conciencias –sobre todo de las nuevas generaciones– sobre la gravedad de la discriminación y la agresión hacia nosotras. A la vez, debemos ahondar en la educación que se imparte en seno familiar, entre nuestros hijos y parientes en general, en torno a los valores del respeto, la tolerancia y la equidad de género.
Y, bueno, podría extenderme largamente... hay muchas otras tareas más, como el constituirnos en frentes que actúen, denuncien y exijan sistemáticamente.
Sólo así, con una visión integral y asumiendo la tarea con un sentido colectivo en defensa de los derechos de las mujeres, podremos ir avanzando más y mejor. Es un sueño, lo sé, pero creo que con conciencia y participación será un sueño posible.
Debemos aspirar a que muy pronto, en este 2017 o en el ya muy próximo 2018, empecemos a mirar cifras decrecientes frente a tanto abuso y violencia en nuestra contra.
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