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TLC: RAZONES PARA ESPERAR.
Ricardo Monreal Ávila

(Intro: “las negociaciones del TLC deberían ser concluidas por el próximo presidente y por el próximo congreso, a fin de no heredar una camisa de fuerza a todos los mexicanos”).

Empezaron las negociaciones para actualizar el TLC entre México, Estados Unidos y Canadá, y antes de iniciar la segunda ronda de pláticas, Trump lanzó una abierta amenaza de que su país podría abandonar la mesa de negociaciones si no se aceptaban sus exigencias.

Era de esperar este “manotazo”, ya que tanto México como Canadá no están dispuestos a ceder en caso de que Estados Unidos insista en sacar ventajas indebidas de esta negociación.

El mercado parece haber entendido que el señor Trump lanza estas advertencias de manera retórica y demagógica, para seguir conservando a sus seguidores, pero que pueda concretar su amenaza es lo que está en duda. Por ello los mercados financieros y de divisas ni se inmutaron ante lo dicho por el señor Trump. El peso no se devalúo frente al dólar y el mercado de valores siguió su curso normal.

Cada vez más el señor Trump y el presidente de Corea del Norte, Kim Jong-Un se parecen en sus desplantes verbales. Los amagos económicos del presidente norteamericano en contra de la Unión Europea, la OTAN y Rusia, se parecen a los misiles de prueba presuntamente devastadores que ha lanzado Corea del Norte: no llegan al blanco, pierden fuerza una vez lanzados y pegan en la nada. Uno a la medida del otro.

Sin embargo, no debemos subestimar que un buen día, uno de los misiles nucleares llegue a Los Ángeles y que las relaciones comerciales con la Unión Europea y el TLC amanezcan un día desahuciados.

La única explicación por el momento acerca de la retórica amenazante del Señor Trump hacia México es que sigue en campaña electoral y no se ha puesto realmente el traje de gobernante. Este implica mesura, cordura y no practicar el buylling diplomático con sus socios.

Creo que México no debe hacerle el juego a la estrategia para ablandar y doblegar a los negociadores que está siguiendo el señor Trump, y lo que procedería es posponer estas platicas hasta el próximo gobierno. Aquí expongo algunas razones.

1) ¿Qué pueden negociar una presidencia “que está acabada” (Steve Bannon dixit, estratega del señor Trump) y una presidencia que está por acabar, la de México? Los incentivos predominantes en ambas lados son eminentemente políticos, no comerciales ni económicos. Un lado busca afianzarse y cumplir a su electorado la promesa estelar de “acabar con el NAFTA”; mientras que la contraparte tiene prisa por relanzar su administración y proyectar la percepción de que dejará una herencia histórica al país.

2) Las prisas políticas son veneno puro para las negociaciones comerciales y económicas de largo alcance. Sobre todo cuando se actúa en función de la próxima elección (presidencial en México y de medio término en EUA), y no en función de la próxima generación. En esas condiciones, cuando se negocia con plazos fatales en el calendario, las partes terminan firmando lo que sea, al precio que sea.

3) Hay una desigualdad estructural en la visión, la capacidad y la experiencia de los equipos negociadores. Los perfiles así lo revelan. El equipo norteamericano tiene cuatro décadas negociando tratados de ligas mayores, a su imagen y semejanza, mientras que el nuestro tiene 24 años negociando un solo tratado (1993) y replicando el mismo con otras naciones del planeta. Pero la desigualdad mayor está en la actitud: mientras la consigna del gobierno norteamericano es obsequiar las menores concesiones posibles a un socio que sólo ha aportado presuntamente déficit, migración ilegal y drogas criminales en el balance general, la parte mexicana trae la consigna contraria, ceder lo más posible con tal de que EUA no se salga del TLC. La primera visión es la del gobierno de una nación imperial y la segunda corresponde a negociadores de una nación satélite, subordinada o neocolonial.

4)  El TLC ha reportado beneficios a sectores de ambas naciones. Pero no se puede negar que también ha perdido su impulso inicial y ahora, tanto en Estados Unidos como en México y en Canadá, afloran los saldos negativos. Un ejemplo, el empleo. Del TLC dependen de manera directa 4 millones de norteamericanos y 6 millones de mexicanos. Pero la diferencia salarial entre unos y otros es abismal. Mientras un trabajador de la industria automotriz en México gana 8 dólares promedio por hora por armar un vehículo Ford, un trabajador norteamericano gana 34 USD por el mismo trabajo. Esta diferencia es considerada como “dumping” o competencia desleal por el señor Trump, mientras que para el gobierno mexicano es una “ventaja competitiva”. El TLC ha dejado empleos en México, pero empleos mal pagados, y esta distorsión busca arreglarla el gobierno norteamericano, no el mexicano, incluyendo el tema salarial en el TLC renegociado. Sabe que con salarios más altos, México perdería cualquier atractivo para la inversión.

5) Hoy México crece menos, es más desigual, con mayor pobreza, más violento y más corrupto que hace 25 años. Por supuesto, esto no es responsabilidad del TLC. Pero es legítimo preguntar si en 20 años el TLC no contribuyó a corregirlos, ¿qué nos hace suponer que un tratado renegociado de prisa, de manera improvisada y con calendario político sí lo logrará?

Por todo ello, las negociaciones del TLC deberían ser concluidas por el próximo presidente y por el próximo congreso, a fin de no heredar un tratado malhecho o una camisa de fuerza a todos los mexicanos.

ricardomonreala@yahoo.com.mx<br /> Twitter: @ricardomonreala

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