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“Vértices de un lamento”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

 

Creo que cada vez que estamos celebrando el día de muertos le recuerdo cuánto me gustan estas celebraciones. Esa mezcla entre lo religioso y lo pagano, lo español y lo indígena, el dolor y la carcajada me entusiasma y hace que me empape y disfrute esos días entre catrinas, calaveras, flores, altares, veladoras…  el hechicero olor a incienso… que me envuelven y me transportan a un mundo mágico lleno de esas historias que llenan mi cabeza y salen por mis oídos, mi nariz, mi boca, mi ojos, historias de colores vivos… tan vivos como lo están los muertos el día de muertos en mi maravilloso país.
El martes 31 de octubre el grupo flamenco Sacromonte, presentó su espectáculo “Vértices de un lamento” en el estupendo escenario del Teatro Calderón. Tratando de englobar, en uno solo, la fusión de nociones que conforman el imaginario del mexicano. Se tomaron sentimientos que fueron desde el dolor hasta la alegría, pasando por la burla, el desenfado, el adiós, el llanto, todo al compás de la guitarra y el lamento hondo del cante flamenco. La Mada escribió unas cuantas líneas para dicha presentación en torno al tema. Es fácil escribir cuando tenemos de respaldo canciones como la Llorona o Las simples cosas y más si las interpreta Chavela Vargas, ¡ay carajo! La piel se pone chinita y la garganta pide un mezcal. Así que sabroso escribir, así que sabroso vivir mientras llega la huesuda y con sus jocosas rimas nos da la mano y nos lleva con ella.

La muerte me enseñó formas mentirosas que en mi niñez jugaban tras esos diablos que después me tejerían el cabello envolviéndome, cautivándome, engañándome… bailo con mi tocado de flores, flotando mientras ella, burlona, me enseña su amplia y hechicera sonrisa. Al final, como siempre, termina cubriendo del claro y del oscuro cada vértice de mi lamento.

Aun moja la brisa de  lluvias pasadas, me lleva a crear formas de lo que fue, de lo que ya no está, de lo perdido… lo olvidado. Siempre, como cada tarde antes de llegar la noche y junto al alba que espera  el amanecer, te pido que regreses, ¡ay de mí! Llévame, no dejes que sea más grande ese pesar con el  que adornas mi pasos, con el que riegas las flores que cubren el campo  santo…

La muerte lisonjera en idilio con la vida, la engaña haciéndola sentir eterna, la envuelve lujuriosa mientras desnuda las horas, besando cada segundo que resta de su existencia… y en un remolino de  guitarras que rasgan  recuerdos,  se clava en cada vértice de sus lamentos: el dolor que da el olvido, cada promesa, las tantas deudas, infinitas dudas, las incontables pérdidas  y ese amor tan simple con el que la suerte se quedó dormida.
Y fue tanto que deseé tu presencia en mi ausencia que te perdiste en el polvo. Hoy vendrán mis recuerdos  a verme, llegarán y  me arrullan entre sus brazos, beberán del vino  y tu  copa se quedará servida sobre la mesa, al lado la puerta esperando que tus labios se mojen y se unan a míos.
Pablo se topó con la huesuda
Con la mirada perdida
Será que viene bien cruda
O solo se hace la distraída

Disculpe usted, la rima no es lo mío. Final olor a incienso, flor de cempaxúchitl, veladoras y un hondo cante flamenco… y con una semana de retraso.

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