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“DICIEMBRE Y SUS POSADAS”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

En realidad, y citando a Sabina: “No es verdad que me dé nauseas la Navidad”, y mire usted, la verdad no es eso. Así como a Sabina, también me conmueven la madre, el niño, la mula y el buey… la víspera de la Navidad me encanta, algo fui en alguna de mis vidas pasadas que me encantan las lucecitas y todos esos adornitos llenos de brillitos y de tacón dorado, perdón, tacón dorado no, ese fue producto de mi inconsciente.
Este año, como hace veinte, el día 12 de diciembre para ser exactos nos cayó una nevada/helada, igual de simpática que esta, la del anterior 8 de diciembre. Así, muy parecida, tubos rotos, histeria en las ferreterías y plomeros más solicitados que un stripper en una despedida de soltera. En mi celular hay más números telefónicos de fontaneros que de algún posible galán. Días sin agua, días de incertidumbre, días sin baño. Aunque hace 20 años no teníamos la experiencia de hoy en día, muchos volvimos a tropezar con la misma piedra.
Hace 20 años la gran mayoría de las casas tenían tubería galvanizada, en los remiendos se podía apreciar el muy codiciado cobre. Ahora ya es común encontrar cpvc (tubería de plástico de alta resistencia) y los más abusados arreglaron ellos mismos sus tubos, codos, tees tronados, otros, los más modernos con el maravilloso y verde hulk tuboplus, que solo necesita un termofusor para aplicarlo, es resistente y bueno como un ponche caliente en estos días. Pocos vaciaron sus tuberías y otros pocos las protegieron. Dicen que para el 26 se nos viene otra helada fuerte, pero ni Nostradamus ni Merlín ni el niño Fidencio podrían predecir el clima con tantos días de distancia y menos con este ecosistema tan trastornado. Crea o no, protéjase y sobre todo proteja sus tuberías… aquí no aplica el albur y menos, a   12°C bajo cero.
Lo que llama mi atención, y  a muchos extranjeros, es cómo, si vivimos en una ciudad fría estemos tan poco preparados para recibir el invierno. Hay momentos en los que hace más frio afuera que adentro de las casas, lo digo porque lo vivo muy cerca, a veces pienso que en mi casa no hay fantasmas porque hasta ellos le temen al frio. Analizando mi propia historia, que creo que es similar a la de muchos, uno de los factores y contra el cual podemos hacer muy poco, es la orientación original de las casas y la ubicación de las ventanas en las mismas, esa orientación ni con feng shui se cambia, otro factor es el económico, un calentador eléctrico chupa electricidad como otros chupan en las posadas, digo, me siento navideña. Los calentadores de gas son maravillosos, con las debidas precauciones, el único inconveniente es rellenar el tanquecito que en estos días dura un suspiro, un suspiro con vaho. Si, en Zacatecas aún dentro de las casas vahamos (¿a que no conocía el verbo “vahar”?). Otro aspecto son las losetas, en muchas de las casas son de piedras frías (mármol, terrazo, ónix, etc.), frías como un corazón despechado. Claro, hay sistemas de alta tecnología y de alto precio, pero si de algo le sirve, cubra las hendiduras de las ventanas de fierro tubular con periódico, cubra los vidrios con ese plástico de burbujitas que uno se divierte tronando, contrólese, no las truene. Vacíe las tuberías y cierre la válvula del tinaco, cuando pase la helada y comience a salir el Sol abra llaves del interior de su casa y abra la válvula del tinaco, proteja las tuberías, si no hay aislante de tubería (de hecho no hay) protéjalas con bajo alfombra o guata.
Esta cuestión de vivir nuevamente lo ya vivido y no haber aprendido de lo sufrido me parece una fría y clara analogía a nuestras emociones cuando las dejamos sin protección y volvemos a tropezar con la misma piedra. Cuando las situaciones nos agarran desprevenidos y volvemos a abrir el corazón y cerramos la razón. Cuando pensamos que vale la pena creer en espejismos e ilusamente pensamos que con el tiempo se han convertido en reales manantiales de agua fresca. Así es la vida, un constante aprender y guardar en la memoria lo aprendido, no vivir del resentimiento, lo mejor es no “re” sentir, lo mejor es hacer un esfuerzo y dar pasos firmes y seguros, brincar las piedras, a veces es mejor brincar y caer en un charco que un tropezón con esa piedra que ni un huracán es capaz de mover. En cualquier estación, protéjase, cubra sus sentimientos del frio invernal que soplan algunos espíritus incapaces de dar calor.
Final sabor a ponche… con piquete.

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