Skip to main content

“ANA QUERIA PLATICAR”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

Ana quería platicar, estaba harta de hablar y oír… quería platicar y ser escuchada. Esa palabra tan hermosa que leía en las cursis novelas de amor de su juventud le resonaba, y a veces, le martillaba el cerebro, esa palabra tan elegante que nunca se había atrevido a usar: ella quería tener una “charla”. Buscó sus orígenes, era nada común en su círculo, ese pequeño y corriente círculo donde la palabra “plática” resultaba ya de por sí poco común. Se sintió un poco decepcionada cuando la RAE le mostró la acepción no. 2 de la definición de “charla”: 2. f. Disertación ante un público, sin solemnidad ni excesivas preocupaciones formales.  La acepción no. 2 de la palabra “plática” fue mucho más halagadora y la desconcertó: “Platica 2. f. Discurso en que se enseña la doctrina cristiana, se elogian los actos de virtud o se reprenden los vicios o faltas de los fieles.”  Se sintió un poco turbada y hasta llegó a pensar que su necesidad de comunicación era absurda, sin embargo la acepción no. 1 de la palabra plática era “conversación”, obviamente la buscó en el prestigioso diccionario y descubrió que la primera acepción decía: “Conversación: 1. f. Acción y efecto de hablar familiarmente una o varias personas con otra u otras.” En fin, las definiciones no fueron de gran ayuda, sin embargo Ana pudo ordenar sus ideas y encaminarse a lo que ella siempre había querido y no lo sabía: ella quería vaciar su corazón y su mente a través de sus palabras, las quería vaciar sobre un oído que tuviese la capacidad de procesarlas y lograr que estas palabras fuesen asimiladas, saboreadas y digeridas por el cerebro, corazón y de ser posible y necesario por el estómago del otro.
Ana quería pues, conversar, sin embargo y a fin de cuentas decidió que quería charlar, olvidó el origen rústico de esa palabra… a sus oídos se escuchaba tan musical, lo más próximo a lo que ella pretendía. Su origen italiano le hizo olvidar la relación que tiene con la palabra “charlatán”… se había topado con tantos que ya había olvidado que existían, los había borrado del pizarrón de sus memorias… fue cuando comenzó a fluir…
Alguien, alguna vez le preguntó sobre cuál era su fantasía sexual, ella no lo dudó y respondió con una sonrisa de satisfacción: Mi fantasía sexual, dijo Ana, es poder charlar a la luz del fuego de una chimenea con alguien que entienda y guste de mi música, con alguien que siga mis labios para entender mejor mis palabras y no para cazar un beso, con alguien que me llene los oídos de sus palabras, palabras ordenadas, claras, de esas que alborotan las ideas y hacen  charlas infinitas, con alguien que guste del vino, con alguien que guste … de mi compañía y me deje disfrutar de la suya… Su interlocutor la vio, esperaba que siguiera contando, pero Ana paró aquí, lo vio y le dijo tranquilamente: Esta es mi fantasía sexual.
Ana se dio cuenta de lo importante que era para ella sacar todo lo que tenía dentro, se sintió frustrada por no poder hacerlo, se miró fijamente en el espejo y durante días se negó a hablar, de repente sintió un miedo terrible a que si dejaba salir sus palabras estas irían a parar en un hoyo negro y nunca más regresaría, tuvo miedo de que todo aquello que tenía por decir se perdiera al salir y caer en el vacío. La gente se empezó a preguntar por qué Ana no hablaba, ella siempre quería conversar, ella siempre quería vaciar parte de su vida a través de las palabras, ella siempre tenía algo que contar. Días después Ana dejó de escuchar, poco a poco nulificó su capacidad de oír. Entró en una burbuja y decidió solo conversar con su respiración. La burbuja giró y giró con Ana dentro, nadie era capaz de frenarla… la gente empezó a extrañar sus palabras, la gente empezó a desear conversar con ella, la gente empezó a entender a Ana, pero la burbuja, con Ana dentro de ella, cada vez se alejaba más, y más…
En un punto la burbuja explotó y Ana pudo volver a oír, a escuchar… pudo volver a hablar, pudo volver a conversar… y pudo charlar. La pluma de algún escritor pinchó sin querer su burbuja. Él escribía porque no tenía con quien conversar, Ana había callado por la misma razón. Apenas se vieron, se reconocieron… ambos empezaron a charlar la luz del fuego de la chimenea, tomando un tinto y escuchando esa música complicada, solo para locos. Su fantasía sexual se había cumplido.
Final platicando placenteramente con usted, esperando una buena charla.

Leave a Reply