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“NADA QUE DECIR”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

“Sin palabras”… es una frase recurrente que utilizamos cuando sucede algo maravilloso que  rebasa  nuestro vocabulario y las palabras con que usualmente mostramos admiración no son  suficientes para expresar eso que nos dejó… sin palabras.
Sin embargo, ese “sin palabras” también es utilizado cuando algo nos ofende tanto que no estamos dispuestos a utilizar el vocabulario soez con el que cuenta cualquier ser humano y por mucho conocimiento que se tengan de “malas razones” a veces expresa mayor disgusto el no decir nada y con este “sin palabras” se entiende lo mucho que ofendió ese desagradable hecho.
Otras veces  y la más triste y vergonzosa de las situaciones, es cuando realmente nos quedamos sin palabras. Verá usted, al momento de titular el presente articulín me di cuenta que anteriormente, hace aproximadamente un año, titulé un articulín así, “sin palabras”, en esa ocasión perdí a mi  unicornio  azul y me quedé sin inspiración … Por obvias razones tuve que buscar otro título que a final de cuentas resultó más acertado.
Esta vez no me refiero a la falta de inspiración, si  no textualmente cuando quedamos en blanco y todas las palabras y  frases se nos caen del pizarrón y no podemos pescar alguna. Casi todos los seres humanos tenemos esa manía de siempre tener que decir algo y por esa manía se dicen cosas que no deberían ser dichas o cosas tan tontas que al decirlas nos hacen desear no haber abierto la boca nunca o hacen que el interlocutor haga como que no oyó y mucho menos escuchó eso que  siempre debió haber quedado guardado en el baúl del silencio. Cuando estamos reunidos  con alguien, pensamos que si no  decimos algo,  el momento mágico se puede romper, sentimos que podemos parecer aburridos, ignorantes. El silencio de segundos nos parece minutos y ni hablar del silencio de minutos… que nos parece horas. Se siente que se pierde presencia, que se pierde espacio, nos da terror convertirnos en esos seres invisibles que deambulan por la vida, que no son tomados en cuenta, que no son vistos por alguien y que se quedan para siempre en el olvido. Entonces es cuando sacamos de la manga la frase que según nosotros va a salvar la situación, usualmente hablamos del tiempo… parece que es el conejo que todos tenemos bajo el sombrero: “¡Cómo hace calor!” o “¡Cómo hace frio!” o “¡Cómo ha llovido!”… como  si esto no fuera por sí  evidente cuando estamos viendo el otro está abanicándose frecuentemente o va vestido como repollo o su  paraguas aún está escurriendo gotas de  lluvia.
Le invito a dejar que el otro rompa el momento en silencio, le invito a disfrutar de ese no decir nada, disfrute de la paz que da el dejar reposar la lengua y desconectarla del cerebro. Escuche, puede descubrir las buenas sorpresas que el silencio le puede ofrecer, además puede ser salvado de decir alguna tontería que haga que esa conversación quede muda para  siempre. Quiero invitarlo a disfrutar del silencio que le ofrece el no tener que decir nada, tal vez sea el momento de cruzar miradas, tal vez sea el momento de tomarse de las manos, tal vez sea el momento de soltar una carcajada espontanea o  tal vez sea el momento de salir corriendo.
Final en silencio disfrutando del silente Sol que, después de la risa contagiosa de la lluvia de invierno, sale y nos invita a pensar… calladitos.
Shhhhhhh…

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