Divagaciones de la Manzana
Castigo total a Pederastas
Martha Chapa
El oscuro y patológico reducto de la pederastia, es una de las más ominosas realidades de nuestro tiempo. Más aún, cuando se trata de casos que han trascendido en el ámbito religioso, por parte de sacerdotes católicos y sus graves faltas.
Pero la indignación crece todavía más cuando nos enteramos de que no es un asunto de casuística, pues han sido evidenciadas verdaderas redes pederastas como ha ocurrido en nuestros días en las diócesis de Pensilvania, Estados Unidos.
El escándalo es inaudito, las cifras son abrumadoras y vergonzosas: solo ahí: entre 1950 y los días actuales, se estima que existen 300 casos de sacerdotes pederastas y más de 1000 víctimas, en su mayoría niños para decirlo con toda crudeza, indignación y reprobación.
Y aunque se trata hoy de la mayor depredación conocida, existen muchos e innegables antecedentes de pederastia en las filas de la Iglesia Católica Estadounidense, así como de otras partes del mundo.
Salta a la vista entonces que anteriores papados han sido al menos omisos frente a estas conductas, que incluso se ubican en el campo de lo penal.
Por lo mismo, bien pueden hacerse acusaciones hasta de corresponsabilidad en el pasado reciente Y exigir castigo tanto dentro del derecho canónico como en materia de derecho civil contra quienes hayan cometido actos delincuenciales y penados por la ley.
No basta entonces retirar a un sacerdote pederasta o expulsarlo de la iglesia, sino que tendría que ser juzgado y purgar los años que correspondan por sus delitos, en la cárcel misma.
A la vez, se prende la alarma de focos rojos porque el asunto va más allá de Estados Unidos y abarca ya a países de Europa, América Latina. Por tanto, exigimos que desde el más alto nivel del Vaticano se penalicen drásticamente. Y así también, que se analicen las causas psicosociales que originan dichas patologías y desviaciones en cientos de sacerdotes que han deformado su ministerio con actos irreparables contra miles de niños y adolescentes.
Existen documentos, abundantes y precisos, de cómo se desenvolvieron o fueron desarrollándose estos abusos, de tal manera que sería injustificable que pudieran o debieran repetirse, lo cual repercute incluso en el debate de si debe o no mantenerse la obligatoria castidad o abstinencia para quienes deciden ser ministros de la iglesia Católica, a diferencia de otras religiones cristianas donde el matrimonio se permite y este tipo de abusos no existe o son muy reducidos.
Será fundamental entonces que el Papa Francisco vaya más allá de pedir perdón a la comunidad católica y a la propia sociedad, donde se ubiquen esos ilícitos, para dar paso a la ley y el castigo correspondiente sin miramientos, unido a una discusión donde se analicen los orígenes de tan horrendas conductas y se establezca preventivamente todo un conjunto de medidas y acciones que destierren esas desviaciones de forma definitiva.
El daño causado es tan grande que ya de por sí ha alejado a cientos de miles de feligreses de la propia iglesia, y que pronto podrían llegar a millones, de no actuar a fondo y en consecuencia.
Por tanto, quisiéramos confiar en el Papa Francisco, quien desde que llegó como jefe o pastor de la Grey Católica se ha distinguido por erradicar vicios, corrupción e impunidad. De actuar ahora congruentemente, sentará precedente para bien de la sociedad, tanto de ateos y laicos como de creyentes.
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