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Uno como quiera, pero ¿las criaturas?
Por: Jenny González Arenas
Es difícil entender la lógica de los cambios en las políticas públicas. Mucho se puede hablar de corrupción en programas sociales, de la falta de trabajo diligente en los padrones de los programas y del resultado diverso al esperado. Las justificaciones pueden ser muchas, el problema es la estrategia que se implementa para solucionarlo.
Hablábamos de la reducción al presupuesto del INEGI y como eso puede desencadenar un serio conflicto en cuanto a la viabilidad y efectividad de las políticas públicas. Una de las que más preocupa es la relacionada con el cierre de las guarderías infantiles, por lo sensible y multifactorial del tema.
El argumento de la Presidencia es que era un programa plagado de irregularidades y que el nivel de corrupción era grave, por lo que se hacía necesario repensar el programa, mientras eso se hace, cerrar las guarderías pareciera la única opción, en un segundo momento, como si fuera ocurrencia, piensa en darles el dinero a los abuelos para que cuiden de los nietos en el hogar.
Hay varios aspectos que debemos mencionar. En primer lugar: Los derechos humanos son progresivos, esto es: una vez adquirido el derecho no puede implementarse una medida que pueda ser considerada como un retroceso en el ejercicio del derecho, en ese sentido, los niños tienen en derecho adquirido a una guardería, en donde se les brinda atención y cuidados acorde a su edad y necesidades, lo que es un derecho adquirido que no puede restringirse por medios indirectos. Además de ser un derecho adquirido de los niños, también lo es de su padre, madre o tutor, que cuentan con el apoyo para poder desarrollarse laboralmente a sabiendas que sus hijos se encuentran en la guardería; además existe el derecho laboral adquirido por el personal administrativo y docente de las guarderías de contar con un trabajo digno, lo que también es un derecho humano; indirectamente, constituye una afectación a los patrones o empleadores, que verán afectada su productividad por la ausencia de los padres y madres a sus puestos de trabajo por no tener con quien dejar a sus hijos. No se trata pues, de la progresividad del derecho de los niños a la guardería sino de todos los que están relacionados con el entorno que ven afectados sus derechos.
En segundo lugar: los niños tienen derecho a contar con lo necesario para su desarrollo integral. La estimulación temprana que recibían los niños en la guardería permitía el mejor desarrollo de la infancia, una alimentación acorde a su etapa de desarrollo durante el horario de cuidado en guardería. Indirectamente, esos factores permitían que los padres pudieran desempeñarse laboralmente por tener la certeza de que sus hijos estaban recibiendo los cuidados suficientes, mejorando con ello la productividad.
En tercer lugar, no podemos dejar de lado el derecho de los abuelos a una vejez tranquila y digna, por lo que sugerir que sean ellos los que cuiden a los nietos en lugar de las guarderías atenta contra el derecho de las personas adultas mayores a esa vejez tranquila, en el supuesto que los niños que se han quedado sin guarderías tengan abuelos, o si tienen la fortuna de tenerlos, ellos estén en condiciones físicas, psicológicas y geográficas adecuadas para realizar los cuidados de los niños. Porque no se trata de dejar al hijo la cuidado de los abuelos, ya que muchos abuelos aún tienen que trabajar por no gozar de una jubilación digna, o porque se encuentran lejos del domicilio laboral o del hogar de la madre o el padre, o simplemente porque no están en condiciones de cuidar a los niños.
Y muchos otros aspectos que habría que analizar antes de cerrar las guarderías y dejar a la infancia y a sus padres trabajadores en la indefensión.