LOS ENEMIGOS DE LA MINERÍA
Por: Arturo Nahle G.
Cuando los españoles llegaron a lo que hoy es Zacatecas (en 1546), de inmediato se percataron de la riqueza de nuestro subsuelo porque unos indígenas le mostraron a Juan de Tolosa piedras brillantes que contenían plata. A partir de entonces y durante toda la Colonia las minas de Zacatecas le generaron enormes ingresos a la Corona Española.
A pesar de las guerras de independencia y de reforma, de la invasión norteamericana y francesa y de todas las calamidades que nos ocurrieron en el siglo XIX, las minas zacatecanas no dejaron de producir oro, plata y otros minerales; la debacle de la minería vino con el agotamiento de algunas vetas, la caída de los precios y la Revolución. Poblaciones mineras como Zacatecas, Concepción del Oro y Sombrerete estuvieron a punto de convertirse en pueblos fantasmas.
Durante la primera mitad del siglo XX y gracias al reparto agrario vino un fuerte impulso a la agricultura y a la ganadería, en la década de los setentas se nos ocurrió que el turismo podía ser una buena alternativa de desarrollo y mientras eso sucedía nuestros vecinos (Aguascalientes, San Luis Potosí, Jalisco, Coahuila y Nuevo León) nos tomaron una gran delantera en lo que a industrialización se refiere.
Pues en los últimos años la minería ha tenido un repunte que nunca nos hubiéramos imaginado, lo que confirma -nos guste o no nos guste-, que esa es nuestra vocación productiva natural.
Los que critican esta actividad argumentan que las mineras (todas ellas foráneas) nomás saquean nuestras entrañas, se llevan toda nuestra riqueza y lo único que nos dejan son daños ambientales, hoyos en el suelo y en los pulmones de los sufridos mineros. Por si fuera poco, aquí no le dan ningún valor agregado a los minerales y no pagan un solo peso de impuestos ni al Estado ni a los municipios.
Todo eso puede ser cierto, pero también debemos reconocer que solamente la Mina Fresnillo de Alberto Bailleres le da trabajo a 4,793 empleados y contratistas, Peñasquito de Goldcorp le da trabajo a 6,673 empleados y contratistas en el semidesierto y las minas Tayahua y El Coronel de Carlos Slim por ahí andan.
El valor de la producción minera estatal se acerca a los 70 mil millones de pesos anuales y alrededor de estas grandes empresas se están consolidando más de 40 empresas (obviamente más pequeñas), denominadas Cluster Minero, que le proveen diversos bienes y servicios al sector y que también están generando una buena cantidad de empleos y riqueza.
En cuanto a los impuestos, no hay que olvidar que desde el año 2014 las mineras pagan -aparte del ISR, el IVA y otros tributos- un impuesto especial consistente en el 7.5% de sus utilidades. Con el 77.5% de este impuesto especial se conforma el llamado Fondo Minero, del cual el 62.5% es para los municipios y el 37.5% para los Estados mineros.
Solo en el año 2017, ese impuesto le representó a Zacatecas casi 725 millones de pesos. Más de 271 millones al Gobierno del Estado, al Ayuntamiento de Mazapil más de 230 millones, al de Fresnillo más de 120 millones, al de Morelos casi 25 millones, a Chalchihuites más de 20 millones, a Sombrerete otros 20 millones, a Ojocaliente más de 16 millones, etcétera.
Pues la industria minera de Zacatecas hoy enfrenta dos grandes enemigos: por un lado líderes corruptos que azuzan a los dueños del desierto para que las empresas les den millones a cambio del uso de sus tierras. Obviamente estos líderes no lo hacen de a gratis, cobran jugosas comisiones a cambio de su “lucha social”.
Y por el otro, el Gobierno Federal que pretende centralizar el Fondo Minero con el argumento -parcialmente cierto- de que los Estados y Municipios lo gastan muy mal. Habrá que decirle al Secretario de Hacienda que esto no puede hacerlo mientras el Congreso no reforme el artículo 275 de la Ley Federal de Derechos.