“LOS EX SUEGROS”
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
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Los ex suegros llegarían en dos semanas, contando exactamente desde el día de hoy, ellos eran estrictamente puntuales y verían el estado de abandono de la casa familiar. Sofía había obtenido esa casona después de firmar el divorcio con el tal Rogelio. Sofía no toleraba esa casa, pese a que nunca vivió en ella, sin embargo la peleó con uñas y dientes (más uñas que dientes, la dentadura de Sofía siempre fue delicada, a los 30 años ya usaba dentadura postiza ) hasta la puso como condición para otorgar el divorcio, en realidad al tal Rogelio la casa nunca le había interesado, se la hubiese dejado de todas formas, sin necesidad de alegar, sin embargo, la atmósfera de revancha eran tan densa, y tan divertida para él, que la peleó para finalmente verse benévolo y cederla como quien cede lo que le sobra. El tal Rogelio se dio cuenta en ese momento, cuando vio la cara de victoria de Sofía al obtener la casona, lo poco que lo conocía y comprobó que las palabras que formaban las conversaciones que sostenían se iban directamente al basurero que tenía Sofía en su mente, en su intelecto, sin hablar de la pobreza de su corazón agotado por 2 ½ infartos (el ½ infarto ella lo inventó…nadie se lo creyó) El costoso marcapaso latía regularmente y siempre fuera de compás.
Rogelio, el tal, le había contado, según su propio registro, 5 veces la historia, aquella del porque él odiaba aquella hermosa casona, al menos él tenía un motivo, ella la odia por la razón que odia todo lo que había tocado el tal Rogelio y/o su encantadora familia, que muy a su pesar era en verdad encantadora.
Sucedió pues el dulce y esperado momento de la separación y la repartición subsecuente. Sofía estaba feliz con haber obtenido la casa familiar, donde ella había depositado esperanzada su venganza. ¿Su plan? Abandonar dicha propiedad y disfrutar como se iba deteriorando poco a poco… Sofía no estaba muy bien de sus facultades mentales, ni emocionales, de hecho, se creía que había heredado la locura de su abuela materna, la de su abuelo paterno y la de sus padres, también la locura de un vecino que vivía a dos casas de la de ella…
Los amigos del tal Rogelio nunca habían entendido como aquella muchacha desangelada, desvirtuada totalmente, había conseguido que se casase con él. Aun y cuando su grupo de amigos no sabía mucho de él ni de su familia por ser recién llegados a la ciudad, pronto cultivó buenas amistades gracias a su carácter jovial y educado… ¡cuán lejana estaba Sofía de las virtudes del tal Ricardo!... además, ella casi no sonreía ni hablaba, era comprensible, en varias ocasiones había dejado la dentadura postiza a varios metros de su boca, sin embargo, el tal Rogelio se casó con ella, además, nunca pareció sufrir pese a los esfuerzos de ella por hacerlo desatinar. En fin, el dichoso matrimonio duró lo que tenía que durar, 7 meses con 7 días exactamente.
Pues bien, llegó el acordado día, la cláusula tercera fracción b, decía más o menos así: “Los padres de Sr. Rogelio X de Y y Coz, visitarían la casona ubicada en la avenida Cempaxúchitl no. 45 del Centro Histórico de la Ciudad justo a los dos años de firmado el presente documento, para dar a conocer a la Sra. Sofía P información relevante que solo hasta ese momento se conocerá y será de interés y beneficio de todos los aquí firmantes”.
La maquiavélica mujer tuvo dos años pues para maquinar su venganza, misma que no sabía a qué se debía, se creía que ni ella misma los sabía… y era verdad. Para su aparente fortuna durante esos dos años llovió abundantemente, y como es de todos sabidos, la lluvia corroe lo que se abandona… pareciese como si en el interior de Sofía también hubiese llovido.
Sofía se paró aquel soleado viernes afuera de la casa, de aquella hermosa casona ahora parecía un esqueleto con sus huesos expuestos, sin embargo, aún se veía bella, desolada y triste pero hermosa, no sé porque eso les sucede a las edificaciones bellas por naturaleza, no hay nada que les quite su esencia ni su candor inicial… es triste y a la vez reconfortante. Estaba recargada en la acera de enfrente aprovechando la sombra, esperaba ver de lejos la triste mirada de sus exsuegros cuando viesen lo que en otra época fue su casa. A la hora acordada en punto, llegó un hombre que vestía un serio traje negro, su tez era tan blanca que parecía que nunca le daba el Sol o que el pulcro sombrero de cuatro picos le cubría como si fuese una sombrilla. Se dirigió a ella y sin decir palabra le dio un sobre, ella, conservando esa sonrisa que pocas veces se dibujaba en su rostro, esa sonrisa que parecía una mueca. Vio al hombre sin darle importancia y empezó a leer el documento que contenía dicho sobre. Su expresión fue cambiando y su sarcástica mueca se fue desvaneciendo hasta metamorfosearse en una especie de gusano retorciéndose en limón. Dejó caer la carta y corriendo fue a meterse en la casona, se encerró y a pesar de que solo unas horas después entraron a la casa por ella, ya estaba convertida en una momia paralizada por el terror.
El rumor de lo que decía aquella carta pasó de boca en boca y a ciencia cierta no se sabe cabalmente lo que decía pero entre agregados más y menos el contenido fue recuperado por el cronista de la ciudad y la carta guardada en los archivos secretos del Estado. Lo que salió a la luz fue lo siguiente:
“Querida Sofía, es una pena que nunca hayas escuchado mis palabras, hubieses tenido una oportunidad de salvación. Querida, intuías que eras una reencarnación, no sabías de quien y nunca te interesó saber. Seré breve, me interesa que leas todo el contenido de la carga antes de que te hundas en el abismo donde caen las almas perdidas, tal vez tengas una nueva oportunidad en otra vida, en otro tiempo. Durante la revolución fuiste el general que asesinó a toda mi familia y a mi dentro de nuestra propia casa, no te daré pormenores de ese doloroso momento ya debes de haberlo recordado. Por 5 veces te platiqué porque odiaba esta casa, esta hermosa casona, tu nunca me escuchaste. Sofía, te casaste con un espíritu, viviste rodeada de espíritus. El día que firmaste el divorcio firmaste sin haber leído, tu confesión, ese día se cumplieron 100 años de tu asesinato, tuviste dos años para encontrar información, fotos, recuerdos que te llevaran a un arrepentimiento. Lo siento Sofía, siempre fuiste fea, nunca toleré tu dentadura postiza sobre la mesa de noche, que ironía era lo único bello que tenías. Atte. Rogelio X de Y y Coz”
Sofía al correr despavorida y gritando dejó caer su dentadura postiza sobre la fría losa de piedra de la calle, un pordiosero pasó, vio la escena y sin dudarlo ni un momento la tomó y se la puso… en él lució una hermosa, amplia y sincera sonrisa… siguió caminando ajeno al estupor de los vecinos y transeúntes mientras la casa se tragaba a la tal Sofía.
Final jurando que no he fumado nada… mientras escribía.