Divagaciones de la Manzana
¿Juegos perversos?
Martha Chapa
La relación reciente entre México y Estados Unidos, me parece, ha oscilado entre intentonas de acuerdos y de valores entendidos. Desde su candidatura, y luego cuando llegó a la presidencia Donald Trump, durante la gestión de Enrique Peña Nieto, empezaron sus landanadas contrarios a México y a los mexicanos, con una serie de calificativos insultantes e infundios abultados.
Por igual, desde los inicios del régimen que encabeza Andrés Manuel López Obrador, las agresiones verbales más que los hechos o acciones, continuaron registrándose, aunque hubo momentos de cordialidad entre ambos presidentes, Digamos una luna de miel que Trump concedió fugazmente, no exenta de algún elogio a nuestro presidente actual. Con esa medida, se contemporizó con él y la relación se ha mantenido sin rompimientos.
La estrategia que había sostenido hasta ahora, más que una política era actitud de ignorarlo y soslayar los ataques, bajo el ilusorio y omiso apotegma de amor y paz frente al grosero, incontenible e interventor presidente norteamericano.
Sin embargo, ahora fue ya imposible evadir la amenaza verbal por su desproporción y la inminencia con que se dice aplicarán tales sanciones aderezadas de rayos y centellas, debido a que según dice él, prevale la negligencia e incapacidad del gobierno mexicano para contener la migración que tantos perjuicios causan a su país, cuando en realidad se trata de una corresponsabilidad y de un ineficiencia que por igual se da en los Estados Unidos respecto al problema migratorio, su manejo, control y encauzamiento.
En el fondo, todo parece ser otra balandronada del estadounidense que así acostumbra hacerlo con México, y otros países, para luego frenar, replegarse y volver con tono agresivo sobre el asunto en particular.
Pero, no debe confiarse el gobierno mexicano y está bien que trate de llegar a acuerdos y armonizar en la mayor medida posible la cooperación económica y el intercambio comercial, que son los ejes predominantes en esta disputa, además claro de que por ambas partes se busquen fórmulas más adecuadas en cuanto a los flujos migratorios que parten de Centroamérica, pasan por México y pretenden llegar a los Estados Unidos.
Un asunto que requiere también de la voluntad y la participación de los gobiernos de los países que conforman Centroamérica, sobre todo de aquellos que expulsan más población hacia fuera de sus fronteras, dada su problemática socioeconómica.
Mientras tanto, todo podría quedar en un juego de simulaciones, pues por una parte por lo que se refiere al Presidente Trump bien sabe que de aplicar esos castigos arancelarios se revertiría y perjudicarían hondamente a la economía de su país, máxime que como lo queremos, habría respuesta de México, y en igual sentido aunque con mayores perjuicios para nosotros.
Estamos si con México y nuestro Presidente y no debemos permitir más ofensas.
Y ojalá todo quede en vociferaciones del presidente norteamericano que sigue en campaña para su reelección, así como también que el presidente mexicano mantenga nuestra dignidad y soberanía sin aspavientos, deje de estar en campaña y con un discurso aunque dignificador y reivindicativo, es tardío, efectista y más dirigido a nosotros que a ellos.
Por lo pronto, Marcelo Ebrard parece ser un factor decorativo y ninguneado una vez más por el aplazamiento de la cita que se había pactado esta semana y que pronto develará las verdaderas intenciones y decisiones de uno y otro lado.
Veremos pronto si es más de lo mismo o ahora si surgen posiciones irreductibles que conllevan soberanía y dignidad, en tanto se establezcan deseablemente bases más sólidas y duraderas en el ámbito de la política exterior mexicana, tan manoseada y parcial como en el caso reciente de Venezuela, en lugar de una la lógica de entendimiento y de beneficios recíprocos con equidad y respeto.