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Nota Espe_culera
By Sires
EL DISCURSO DE ODIO

El pasado 3 de agosto, Patrick Crusius, fue detenido tras el asesinato de 22 personas en el tiroteo masivo en El Paso Texas, quien confesó a la policía que buscaba disparar contra “mexicanos”. El texto describe cómo el sospechoso bajó de su auto con las manos en alto diciendo “yo soy el atacante” cuando fue detenido por un policía cerca del lugar del crimen.
De acuerdo con el detective García, Crusius renunció a su derecho a contar con un abogado y dijo a la policía que había viajado desde Dallas con un rifle de asalto y muchas municiones, esto es, para matar cuantos mexicanos pudiere, pues según su manifiesto en el imaginario del psicópata fue una defensa contra los “invasores hispanos”.
Aunque el Presidente de los Estado Unidos, el despreciado Donald Trump calificó el hecho como un asunto de “terrorismo doméstico”, que es casi casi, cuando nuestras autoridades mexicanas desacreditan un homicidio calificándolo que “crimen pasional”, como diciendo, que el atacante estaba invadido por “emociones” que no pudo contener y que por ello actuó de tal o cual manera, restándole pues responsabilidad al homicida. Al parecer los mexicanos no entendemos el problema de fondo, pues aunque hemos escuchado hasta el hartazgo las frases de odio dichas contra los mexicanos, la matanza ocurrida en Texas, es el claro ejemplo de los alcances del “discurso de odio político” y la carga simbólica que tiene desde quien lo pronuncia hasta el que lo escucha y lo interioriza.
Y aunque muchos y pocos quedamos horrorizados con el asesinato de nuestros connacionales, incluyendo un local, la sociedad zacatecana no es ajena al “discurso de odio” como quisiera estarlo, basta con revisar las observaciones que surgieron primero por la propuesta de legalizar el “matrimonio de personas del mismo sexo” en el Estado por los propios legisladores, y después las ofensas hechas contra la manifestación de los grupos de mujeres tras el aval de la Norma Oficial Mexicana (NOM) que ordena a todos los hospitales públicos a garantizar la interrupción legal del embarazo que sea producto de violación, sin necesidad de denuncia previa por el delito.
En un Estado donde la violencia feminicida está desbordada, el discurso de odio es un reflejo inequívoco de que los representantes del Estado no están haciendo su chamba, ni como jueces ni como legisladores ni como ejecutores. Pues se nota la clara carga de discriminación y negación de los derechos humanos de las mujeres y la comunidad LGTB que solo ocasionan más violencia, en vez de propiciar un dialogo que privilegie en todo momento la equidad y la democracia local.