Divagaciones de la Manzana
De mal en peor.
Martha Chapa
Hemos oído hasta la saciedad que un país es capaz de avanzar sólo si se sustenta en la educación, especialmente en el mundo global de nuestros días.
No hay entonces ni puede registrarse un salto cualitativo de prosperidad individual y colectivo sin ese factor esencial.
Por ello, ha sido siempre tan importante y esencial para el futuro de México, afianzar y mejorar nuestro sistema educativo de carácter público, a la vez que vigilar que el de orden privado se conduzca igualmente de acuerdo a propósitos establecidos en nuestro marco constitucional y administrativo.
Ahora, de nueva cuenta el tema ocupa un lugar prioritario en el debate público, desde que se trató de impulsar una endeble y fallida Reforma Educativa en el sexenio anterior y luego su derogación en el gobierno actual, que impulsó a fin de cuentas su propia visión, no exenta de presiones y concepciones del magisterio, especialmente de la CNTE, igual en sus bases constitucionales que a las leyes secundarias, que están por revisarse en el Senado de la República, una vez que fueron ya aprobadas en la Cámara de Diputados.
Han aflorado ya críticas y cuestionamientos por doquier de que el Presidente López Obrador, cedió ante estos embates sindicalistas y sacrificó la calidad educativa en perjuicio de niños y jóvenes del país que asisten a las escuelas públicas, pues a las privadas que ofrecen mejores condicionan de educación, solo acuden quienes tienen recursos sólo para sufragarla, y muchos de ellos funcionarios del propio gobierno que inscriben en ellas a sus hijos.
Una realidad que es injusta tanto para los alumnos y padres de familia con limitaciones económicas, como para maestros que toman en serio su tarea y están comprometidos con la enseñanza, además de que a mediano plazo cuando mucho, el país mismo será el que lo resienta con atraso y desventajas sobre todo en el rubro científico y tecnológico, dentro de un mundo cada vez más competitivo.
Toda una desgracia, pues hemos llegado a perder el impulso positivo de décadas atrás cuando la educación pública era en algunos casos hasta superior a la privada. Tengo muy presente, por ejemplo, que Alejandro mi compañero me habla con sumo orgullo de que estudió en la Secundaria Núm. 4 de la SEP, allá por los años sesentas y estaba catalogada como una de las mejores de la Ciudad de México, pues contaba con maestros asiduos, capacitados y generosos.
Queda hoy todavía la posibilidad de empezar a enderezar la nave, tan averiada y anacrónica, cuando se revisen las leyes secundarias en el Senado de la República. De lo contrario, el mal estará consumado y extenderá sobre todo y todos, sus perniciosos efectos, lamentablemente en especial por lo que toca a las generaciones entrantes. ¡No se vale, detengamos .tan gran desastre!.
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