Dr. José de Jesús Reyes Ruiz
2 DE OCTUBRE DEL 68 – 10 DE JUNIO DE 1971 - LIGA 23 DE SEPTIEMBRE – AYOTZINAPA
Eventos de nuestra historia que no podemos olvidar
Para documentar mi pesimismo… y el de los demás
Me permito hacer un alto en el camino, en este caso en la publicación de mis reflexiones sobre los temas más controvertidos del Caminante – El Sr. López- solo para recordar y sacar del subconsciente mexicano, estos momentos de nuestra historia – y sus resultantes – para que no terminen por afectar la de por si demasiado dañada personalidad del mexicano.
2 de octubre ¡no se olvida! rezaría el refrán popular, muchos consideran la fecha del inicio de la transición a la democracia que termino con los resultados de las elecciones del 2 de julio del 2018 después de 50 años de esfuerzos titánicos por parte de la ciudadanía en la búsqueda de la democracia, y con ella de un futuro diferente, de un futuro mejor para todos los mexicanos. Aquellos que vivieron las dos generaciones intermedias pero sobre todo para aquellas generaciones por venir, deben recordar en la idea de rescatar a un país devastado primero por el partido único de estado durante la mayoría del siglo XX y después por los gobiernos neoliberales tanto del PRI, como del PAN que nos han hundido en muchos sentidos dejándonos una deuda de más de 10 billones cuyo pago, el de sus respectivos intereses – ya no se diga del capital – requiere de 82 centavos de cada peso que ingresa a las arcas de esta nación por concepto de impuestos dejando solo libres 18 centavos para con ellos – al más puro estilo Bartola, hay te dejo esos dos pesos – hacer milagros y tratar de sacar a este país que estos gobiernos – a los que hicimos referencia – dejaron prácticamente en la bancarrota.
Como duele, en el fondo de nuestro ser, ver las imágenes de aquellos estudiantes que llegaron por la tarde a la plaza de las 3 culturas, y que pretendían marchar de ese lugar a las instalaciones del IPN en Zacatenco, de ninguna forma pretendían – era demasiado riesgoso – caminar al Ángel de la Independencia o al Zócalo capitalino por que en aquellos tiempos resultaría en una provocación de consecuencias impredecibles dado a como estaban las circunstancias y a los antecedentes de marchas como la del silencio encabezada por el entonces rector de la UNAM – nuestra máxima casa de estudios – y que con toda la fuerza de los marchantes y de una ciudadanía que veía con beneplácito el caminar de los jóvenes, no se atrevió a llegar muy lejos porque sabían quién era Díaz Ordaz y su Secretario de Gobernación Luis Echeverría, y como no se tocaban el corazón para frenar y destruir cualquier intento de movimiento en la víspera del inicio de las olimpiadas.
Año tras año siento la necesidad de escribir sobre el particular y todo lo que representa para mí que llegue tarde a mi cita con la historia. Que iba a saber un joven de apenas 16 años de edad, surgido de una ciudad conservadora como sigue siendo Zacatecas, y que esperaba la resolución de un conflicto que desconocía por completo, para ingresar a la Facultad de Medicina de la UNAM a realizar la profesión que mi vocación me había indicado como mi futuro en esta existencia.
Unos meses antes, como lo he contado en relatos previos, en plena revuelta estudiantil de la que sabía muy poco, casi nada, me había trasladado a la Ciudad de México a comprar mis boletos para las Olimpiadas, los que logre conseguir tras largas filas en el Centro Histórico de esa gran ciudad a la que deseaba llegar para continuar mis estudios.
Fueron - como acabar por entenderlo y aceptarlo - solo 10 días entre la MASACRE y el FESTEJO, entre el GENOCIDIO, y la INAGURACION DE LOS JUEGOS OLIMPICOS “DE LA PAZ” todo un contrasentido, ahora lo reconocemos, pero no lo vimos en su momento, tardamos algún tiempo en digerir ese, uno de los momentos más importantes de nuestra historia reciente, y claro tal vez el más significativo que ahora conmemoramos, y que no podemos dejar de lado.
Los dirigentes estaban ya en alguno de los pisos de uno de los edificios de Tlatelolco y con micrófono en mano daban la bienvenida a los jóvenes que comenzaban a llegar a la plaza, parecía una tarde normal una manifestación más para armar lo que vendría por delante. Pero, ya muchos se habían percatado una movilización sin precedentes de las fuerzas armadas y otras policías alrededor de la plaza, por lo que habían decidido no provocar a los demonios y no marchar sino simplemente permanecer en la plaza y desde ahí darle continuidad al movimiento.
La historia de aquella tarde de un otoño que apenas se iniciaba es ahora por todos conocida, pero no lo fue en su momento, nadie en sus cinco sentidos podía prever lo que deparaba esa tarde lluviosa de inicios de octubre, los dirigentes arriba y los jóvenes abajo seguían llegando en la tranquilidad de que nada podía sucederles - ¿Cómo podría ser diferente? – fue cuando apareció el famoso helicóptero en los cielos de la plaza, y momentos después las tres bengalas verdes que anunciaban el inicio de la refriega, pero aun con ello los jóvenes seguían tranquilos y despreocupados.
Una periodista Italiana que había reportado la guerra de Vietnam sabía que algo no estaba bien, su relato después ocupo las páginas de “La Noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowsca – un libro que como lo hemos comentado muchas veces antes, todo joven mexicano tendría que leer.
Fue entonces cuando el ejército comenzó a entrar a la plaza, y fue entonces cuando comenzó el fuego cruzado, de algunos edificios hacia abajo y de las fuerzas armadas hacia los jóvenes que comenzaron a vivir el infierno y comenzaron a correr, los dirigentes del mitin les pedían tranquilizarse y comentaban que se trataba de balas de salva que salieran ordenadamente de la plaza, pero fue cuando muchos jóvenes, aquellos jóvenes inocentes comenzaron a caer heridos de muerte por esas balas que claro, no fueron de salva.
Hay quien dice que fueron 3 largas horas de refriega de las fuerzas “del orden” en contra de aquellos jóvenes que solo estaban armados con la ideología de abajo el autoritarismo. Ya caída la noche y bajo una lluvia ligera que comenzaba a lavar la sangre de aquellos cuerpos – que se calculan entre 300 y 400 los caídos aquella tarde - que poco a poco fueron levantados por los soldados para que al día siguiente no existiera huella de lo que ahí había acontecido.
Y mientras los medios guardaban un vergonzante silencio, las madres y padres recorrían las morgues en búsqueda de aquellos hijos que no habían regresado la víspera y, 10 días después en el Estadio Olímpico, la casa de muchos de los caídos, se celebraba soltando miles de palomas que representaban una paz inexistente, y se anunciaban al mundo que aquí en este país surrealista no había pasado nada.
Como olvidarnos del informe presidencial por aquellas fechas, donde el Presidente de la República - el responsable de la masacre - arengaba que no permitiría la insubordinación de las juventudes, como olvidar sin que nos regrese la náusea, a la clase política toda, perteneciente claro a su propio partido y a las cúpulas económicas y eclesiásticas reunidas en torno al caudillo, aplaudir a rabiar durante más de 15 minutos el discurso amenazador de Díaz Ordaz que poco tardaría para convertirse en una realidad.
3 años más tarde, en un mes de junio, sin ningún evento internacional en puerta, la historia se volvió a repetir ahora a solo unas cuadras del Monumento a la Revolución, donde los jóvenes se volvían a reunir para marchar en protesta por tantas causas y por una represión que seguía sin pausa por parte de los gobiernos supuestamente emanados de la Revolución Mexicana.
De nueva cuenta la represión gubernamental no se hiso esperar, ahora con Echeverría al mando, no iban de nueva cuenta a permitir la insubordinación juvenil, y de nueva cuenta la tarde del 10 de junio de 1971 la fuerza de los paramilitares “Los Halcones” se volcó en contra de aquellos estudiantes que solamente querían expresar sus ideas sobre el autoritarismo de entonces y la falta de democracia de un partido que amenazaba con permanecer más de 70 años en el poder.
Nuevamente fueron muchos los que cayeron y muy poco – demasiado poco – lo que se supo de esos momentos que se recrean en algunas imágenes de la película Roma de Alfonso Cuaron, y después los tristemente famosos setentas – los de la guerra sucia - donde el gobierno mostro lo cruel que podía ser con quienes pensaran diferente.
Y aquellos que pensaron diferente podían - ¿pregunto? - actuar diferente cuando el futuro se les había vedado por parte de un gobierno que no sabía más que reprimir, Ahí fue cuando nació la guerrilla urbana que encabezaron los jóvenes valientes – CLARO QUE VALIENTES – aunque este término les resulte ofensivo a aquellos que encabezaban el poder sobre todo el de tipo económico, de la liga 23 de septiembre, jóvenes que buscaban un futuro diferente para México y que no veían como lograrlo sin el uso de la violencia que les era aplicada multiplicada, y exponencialmente por los gobiernos en turno, fueron los tiempos de una guerra sucia del gobierno en contra de quien tuviera el valor de insubordinarse.
Como olvidar la guerrilla rural encabezada por los maestros Lucio Cabañas y Genaro Vázquez y como fueron cayendo en forma por demás violenta, y junto a sus familias que nada tenían que ver, como olvidar a cientos de jóvenes siendo empujados con vida desde los helicópteros de las fuerzas armadas al vacío lejos de las costas de guerrero.
SI SEÑORES ESOS MOVIMIENTOS ESTUBIERON FORMADOS POR VALIENTES – SIN LUGAR A DUDAS – que no encontraron más que resistir usando la misma violencia que el Estado ejercía sobre ellos, en la búsqueda – su búsqueda – de un México diferente.
Y en la misma dinámica, medio centenar de jóvenes salieron de Ayotzinapa a finales de septiembre, hace ya 5 años a la ciudad de Iguala para tomar autobuses que les llevaran a conmemorar el 2 de octubre en la Ciudad de México, y el Estado Mexicano ahora en conjunción con las fuerzas del Narco, volvió a usar la violencia en contra de ellos.