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Divagaciones de la Manzana
Un 20 noviembre con historia
Martha Chapa

Desde niños, recibimos lecciones de historia que se alejan de la verdad o en el mejor de los casos parten de interpretaciones subjetivas parciales e incompletas, y peor aun cuando intencionalmente la truquean los gobiernos en tiempo y sus intereses políticos en turno.
Con el tiempo, vamos descubriendo que lo que aprendimos muchas veces son de mitos y distorsiones históricas. Los ejemplos sobran y lo mismo recaen recurrentemente en casos como la gesta del Pípila o la de los Niños Héroes, por mencionar algunos.
No dudo, que haya una buena dosis de veracidad en estos episodios, pero a la vez están cargados con una imaginación engañosa o bien no cuentan con una investigación apegada a los hechos que las sustente sólidamente.
Por igual, ahora que celebramos de nueva cuenta un aniversario de la Revolución Mexicana, no debemos conformarnos con enfoques estereotipados, ya se trate de personajes o sucesos que se registraron en esa etapa fundamental de nuestra historia, que tanto se tergiversa, confunde o conlleva versiones simplistas, y que no solamente paran en vacíos o excesos, sino que se reducen a memorizaciones rígidas de fechas inconexas.
Por eso, lo más importante sería saber y repasar los antecedentes, causas, efectos, y análisis comparativos de los hechos mismos, es decir, profundizar y entender mejor el presente a través de un diagnóstico certero del pasado y una visión más factible sobre el futuro de la Nación.
Bien sabemos que la historia la escriben los triunfadores y que desechan cualquier vestigio que pudiera restar mérito a sus reales o supuestas hazañas, cuando lo indispensable sería conocer diversas versiones y fuentes sobre los acontecimientos esenciales de nuestra historia.
Conmemoremos entonces este 20 de noviembre adentrándonos, primero, en la etapa anterior a la Revolución a fin de entender porque ocurrió e igual cómo se desencadenaron los hechos explicarnos mejor la disolución del régimen que le precedió, y valorar a fondo sus consecuencias en los años y décadas subsiguientes hasta llegar a nuestros días, con una visión de conjunto acompañada por criterios cuantitativos y cualitativos.
A la vez, es preciso mejorar la enseñanza de la historia en la educación básica, media y superior, además de fortalecer el buen hábito de leer por nuestra parte otros libros y documentos que cuestionen la llamada “Verdad oficial”, que suele inventarse o reinventarse cada sexenio
De esa forma, o por esa vía, seremos también mejores ciudadanos, más conscientes, críticos, participativos y exigentes.