La Manzana Flechada
De los apoyos a la cultura
Martha Chapa
En pocos países del mundo existen mecanismos que encausen apoyos y recursos financieros orientados a la creación, promoción y difusión cultural.
En México, ya avanzado el siglo XX no se habían establecido políticas públicas y menos la adopción de un sistema que concediera becas para alentar e impulsar a nuestros creadores.
En efecto, apenas hace 30 años, en 1989 durante el sexenio del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, es cuando se dio a conocer lo que llamamos El fondo Nacional para las Cultura y las Artes (FONCA), que partió de una propuesta de importantes artistas nuestros, entre ellos: Octavio Paz o Gabriel Zaid.
Esa decisión, representó toda una avanzada incluso en el contexto internacional que todos aplaudimos. Se trataba de un reconocimiento a la cultura como uno de los ejes esenciales de nuestro desarrollo social y de otras ameritadas aportaciones con vínculos a nuestro patrimonio y acervo cultural e identidad propia.
Es cierto, que como todos los programas que se han impulsado históricamente en materia cultural, más allá de su pertinencia y evidentes beneficios, presentan insuficiencias y luego hasta desviaciones o distorsiones en su operación. Si bien, el FONCA ha presumido u ostentado un apoyo a miles de creadores y con millonarios recursos concedidos, la oposición a que desaparezca ha sido mayúscula. Así, aunque se reconoce que el FONCA ha traído beneficios a la vez ha sido criticado por su falta de transparencia, criterios discrecionales, cuotas de mafias o el sometimiento de los críticos al gobierno en turno.
Más allá, de que unos sean ciertos en mayor o menor grado, los resultados en general han sido aceptables por eso la extrañeza de desaparecer el fideicomiso público que sustentaba al FONCA.
En cambio, nadie podría oponerse o criticar que bastaba instrumentar mecanismos adicionales para ganar en transparencia, parcialidad y mejoras cualitativas en la producción artistica.
En todo caso, ya sobre la decisión de desaparecer esta figura jurídica, lo fundamental es y será que se trabaje con autonomía, que se afinen los procesos selectivos, que gane en representatividad las asignaciones presupuestales, que no se condicione la libertad de creación y que se aleje de clientelismos, compadrazgos o complicidades de grupos culturales, en caso de que los haya o se intente influir en las decisiones de los jurados, que de paso igualmente deben transparentarse con reglas, requisitos claros y precisos.
Queremos entonces si la decisión, independientemente de que se trate de un fideicomiso o como ahora transformado en una Dirección General de la Secretaria de Cultura, funcione como debe ser pues se trata de recursos públicos que la sociedad aporta para sus creadores y su cultura, tan esencial como cualquier rubro económico al que se le quisiera comparar.
Eso sí, la comunidad cultural, verá con lupa cada una de las decisiones y anuncios que se den al respecto, sobre todo porque abundan los cuestionamientos de que el presidente López Obrador no solo ha dejado de canalizar mayores recursos a la cultura sino que ha visto con un distanciamiento desdeñoso a la cultura misma.
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