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El primer discurso de AMLO en el extranjero.
Por: Jenny González Arenas.

La primera visita del Presidente de México a un país extranjero generó grandes expectativas, los ojos de la nación por un momento olvidaron el sufrimiento que la inseguridad y el COVID están causando en la población y estuvieron atentos al desarrollo de la visita.
El balance, para unos positivo y para otros negativos, puede ir desde lo superfluo a lo verdaderamente trascendental.
Por un lado, el discurso del presidente de México nos ha demostrado que AMLO debería leer siempre los discursos, porque las improvisaciones de las mañaneras dejan mucho que desear, sin embargo, quien quiera que sea que haya elaborado el discurso que leyó el primer mandatario en D.C., es muestra de que en nuestro país si hay personas que tienen claro el tipo de país que tenemos y que es lo que se necesita para que nuestro país prospere.
Muchos dicen que ese discurso es un verdadero discurso de estadista, que muestra la calidad de presidente que tenemos, no coincido, por una simple y sencilla razón, ese discurso habla de unidad, de solidaridad, de compromiso común, a diferencia de todos los discursos que pronuncia en sus mañaneras donde habla de un México dividido – porque es él quien fomenta esa división – entre chairos y fifís, entre pueblo bueno y pueblo malo, entre pobres y ricos.
Es un discurso que no coincide con la realidad que escuchamos del presidente en México día a día.
Con lo anterior no quiero decir que no me haya gustado, tengo que reconocer que, en algunas partes, es un muy buen discurso; lo bueno sería que nuestro presidente llevara a la práctica todo lo que en ese discurso enarbola, pareciera que sabe de lo que habla, que en verdad conoce la relación entre México y Estados Unidos.
Resulta sorprendente escucharlo hablar sin titubear, sin tartamudear, si referirse a la población de México con palabras despectivas o calificativos que tienen como fin denostar a cierta profesión u oficio, pareciera que si es el presidente de México y que por primera vez en mucho tiempo dejo de hacer campaña.
Aunque también da un poco de coraje, porque habla de Trump como si nunca hubiera ofendido a los mexicanos, como si nunca hubiera hablado de nuestros connacionales ni los hubiera ofendido, porque si bien señala que hay afrentas que no han quedado saldadas, tampoco hace un reclamo para que se deje de humillar y maltratar a los mexicanos en Estados Unidos.
Ha sido un discurso coherente si, pero de claroscuros, porque muy en el fondo, sigue teniendo una actitud sumisa ante el mandatario de Estados Unidos. Actitud probablemente política, porque tampoco se trata de ir a gritarle en su propia casa al presidente Trump, pero si pudo haber sido más enfático en recordarle que gracias a la mano de obra de los mexicanos, Estados Unidos tiene la economía que tiene en todo momento.
La relación México y Estados Unidos, nunca ha sido de amistad, mas bien ha sido de vecindad, una vecindad en la que ambos han sacado provecho de la cercanía, no de la forma en la que Trump lo señala, pero tampoco es que México tenga que seguir siendo el traspatio de Estados Unidos o sometiéndose resignadamente a los caprichos de aquel país.
Probablemente, la diversificación de las oportunidades económicas de México en otros mercados pueda ser benéfica a la larga, porque dejaríamos de depender de Estados Unidos, pero ese es un paso que comenzamos a dar en sexenios anteriores y que pareciera hoy estamos retrocediendo.
Como ya se ha dicho antes, la historia lo juzgara, esperemos que el precio que paguemos por estas incongruencias no sea demasiado caro.