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Juventud y pandemia.
Por: Jenny González Arenas

Si la pandemia ya complica de por si las condiciones de vida de las personas, la situación que guarda la juventud es verdaderamente preocupante.
Hace algunos meses, la OIT publicó un estudio sobre las tendencias mundiales del empleo juvenil, en el que el escenario no es muy halagüeño para los jóvenes entre 15 y 24. Mucho menos si esos jóvenes son mujeres.
Derivado de esa lectura y el inicio del semestre en la Universidad Autónoma de Zacatecas, se generan una serie de inquietudes que, creo, complican aún más las condiciones de desarrollo para la juventud, derivado de la pandemia.
Desconozco si exista un estudio formal con datos estadísticos vigentes que nos permita conocer a profundidad como se ha modificado el empleo y estudio en la juventud en el rango de edad antes señalado, sobre todo derivado de la pandemia que se vive a nivel mundial.
Uno de los sectores de la población que menos sufriría el impacto del COVID es la juventud, puesto que en el rango que menos complicaciones y muertes se han presentado, sin embargo, es precisamente en ese rango de edad, en el que las barreras estructurales limitan la incursión de los jóvenes en el mercado laboral por la falta de experiencia e incluso los temas, no demostrados, de falta de seriedad y formalidad por la brecha generacional.
En este sentido, el dilema de la juventud no esta solo en buscar empleo o buscar un espacio educativo para adquirir una profesión, sino que ambas opciones en estos momentos se encuentran íntimamente ligadas a las habilidades tecnológicas y a la capacidad económica que deben tener para contar, en estos momentos con poseer un teléfono inteligente y/o una computadora y acceso a internet.
Si a lo anterior agregamos que muchos espacios laborales se han cerrado a causa de la pandemia, esto provoca que sean cada vez mas exigentes los requisitos de contratación en los pocos puestos que se están creando. Ante este panorama, la juventud enfrenta un obstáculo más y más grande cada vez.
Si, de acuerdo al estudio de la OIT, para el mes de marzo 1 de cada 5 jóvenes no estudian ni trabajan, sería interesante saber cuantos de los 4 jóvenes que si lo hacían han perdido su empleo o se han visto obligados a dejar su escuela derivado de la pandemia, ya sea por falta de habilidades tecnológicas para conservar su empleo, o como consecuencia de no tener acceso a un teléfono inteligente o a una computadora con acceso a internet para poder continuar con su educación.
En esta realidad, valdría bien la pena preguntarnos si el seguir financiando a los jóvenes que no estudian ni trabajan pudiera ser en estos momentos una alternativa o sería oportuno reconsiderar ese programa y patrocinar a los jóvenes que se están quedando sin oportunidad de continuar su educación por no contar con los medios tecnológicos para hacerlo.
No hay en nuestro país un estudio real sobre el impacto de los programas de becas para los que no estudian ni trabajan, y me refiero a un estudio que no sea reflejo de la voluntad de presidente; pero sería importante que lo hubiera para poder valorar, que tan oportuno pudiera ser reconsiderar, al menos en estos momentos, redirigir los esfuerzos y apoyar con capacitación tecnológica y con equipos adecuados a los jóvenes que ya se encontraban laborando o aquellos que estaban estudiando, para que la estadística negativa no siga creciendo durante la pandemia.
Más allá de los problemas de salud que enfrenta nuestro país, se viene una avalancha de problemas económicos, sociales, psicológicos, y debemos preparar a la juventud para enfrentarse a esos cambios.