Skip to main content

Divagaciones de la Manzana
Doble luto en la ciencia
Martha Chapa

Estamos de luto, pues la muerte de por sí tan lamentable de Mario Molina, significa a la vez, que ya no tenemos ningún Premio Nobel vivo.
Pero también un hecho que se apareja es el triste y decepcionante suceso de la desaparición de los 109 fideicomisos que hasta hace unos días todavía existían.
Ambos acontecimientos se interrelacionan y tienen que ver: por un lado se tienen las grandes contribuciones científicas de quién para orgullo de los mexicanos obtuvo el Premio Nobel de Química, que a su vez recibió apoyos en momentos importantes de su trayectoria profesional. Por otra, el craso error del presidente López Obrador de extinguir los fideicomisos públicos, sobre todo en el caso que nos ocupa, y de aquellos que venían orientándose en general al apoyo de la investigación científica que queda por el momento abandonada y sin ninguna certeza de que más adelante se respalde, al menos como se venía haciendo en los años más recientes.
No es tampoco la primera ocasión en que se desalienta el impulso a la ciencia, ya que poco antes el propio presidente había limitado los recursos y facultades del Conacyt con la vergonzante anuencia de quien ahora lo preside. Desde ese momento, la comunidad científica se pronunció con valentía y contundencia denunciando tan errática decisión del gobierno actual, que hasta la fecha no se ha corregido.
La desconfianza no sólo persiste, sino que se ha agudizado entre los científicos mexicanos y quienes aspiran a hacerlo a serlo, pues nada asegura que vuelvan a brindárseles apoyo, quedando reducidos a la discrecionalidad por la carencia de reglas y criterios transparentes.
El presidente ha prometido que se seguirán canalizando recursos, aunque ahora en forma directa, para evitar prácticas de corrupción que según afirma se venían dando dentro de esos organismos, a lo que diversos sectores vinculados a las ciencias pedían que se denunciaran las corruptelas y corrigiera cualquier falla institucional.
El asunto llegó hasta la propia Cámara de Diputados y de nada sirvieron los representantes populares para defender a nuestra prestigiada comunidad de científicos, y peor aún, en ningún momento quisieron interponer una cláusula de que dichos recursos quedaban comprometidos para tales efectos, lo cual derivará en opacidad y contubernio.
Por lo que toca a Mario Molina, nos queda y quedará siempre el recuerdo de sus invaluables aportaciones que incidieron e incidirán en la sobrevivencia de nuestro planeta, evitando el deterioro y adelgazamiento de la capa de ozono por las sustancias tóxicas que emitían diversos artículos y componentes de uso doméstico y se acumulaban en el espacio como resultante de un consumismo desaforado y errático.
Así también, reconocemos sus infatigables esfuerzos y recomendaciones, muchas veces desoídas por nuestros gobernantes, para mejorar las gasolinas y en general contar con un medio ambiente más sano y respirable.
Nos entristece entonces la pérdida de un ser humano tan valioso, además de mexicano de excelencia, que probó la valía y lo indispensable que es la investigación científica, aunque hoy absurdamente se obstaculice y desampare. ¡Doble luto si!