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EL REBROTE
Por: Arturo Nahle García
La pandemia del Coronavirus ha evolucionado como evolucionan todos los males, empiezan con dolencias menores que se pueden sobrellevar con algunos paliativos pero gradualmente se van recrudeciendo hasta que se convierten en un mal mayor.
Así fue al principio, creíamos que México estaba muy lejos de China, que el problema no trascendería si usábamos cubrebocas, nos lavábamos las manos y guardábamos la sana distancia en forma no permanente sino ocasional; hoy vemos que no era así, que China está a pocas horas de vuelo de México, por eso el virus llegó muy pronto a nuestro territorio y nuestros descuidos han generado que se esparza a una velocidad impresionante.
Así las cosas decidimos cerrar negocios, servicios, instituciones, escuelas, todo, absolutamente todo; las consecuencias no se hicieron esperar, muchos negocios quebraron y el desempleo y la pobreza se dispararon, los efectos económicos fueron casi tan letales como los efectos sanitarios.
Ante la presión económica, social y mediática se decidió reabrir negocios, servicios e instituciones y las consecuencias tampoco se hicieron esperar, el llamado rebrote ha cobrado miles y miles de vidas en todas partes.
¿Qué hacer entonces? Si se cierran las actividades económicas los efectos son terribles, pero si se reactivan los efectos sanitarios también son desastrosos.
La lógica nos dice que lo recomendable es normalizar las actividades económicas con los cuidados sanitarios debidos, sí, el problema es que no tenemos los cuidados sanitarios debidos, la disciplina está totalmente relajada en la vía y el transporte público, en los bares y restaurantes, en los centros comerciales y supermercados, en los eventos sociales, en los gimnasios, incluso en la mayoría de los centros de trabajo y hasta en los hogares. Al día de hoy ya casi no hay familias en las que no se haya presentado por lo menos un contagio.
Los servicios públicos de salud están rebasados, tan es así que es justamente en los hospitales públicos donde las tasas de mortalidad son más altas. Y luego un día nos dicen una cosa sobre la enfermedad y al día siguiente nos dicen exactamente lo contrario, ya no sabemos que creer.
Lo cierto es que ya no es suficiente usar gel antibacterial, checar temperatura corporal y colocar tapetes sanitisantes; está visto que tampoco es suficiente confinar a personas mayores de sesenta años, embarazadas o personas con alguna enfermedad crónica; y tampoco está funcionando advertirle a algunos Estados que su semáforo epidemiológico pasará de naranja a rojo; no, los crecientes contagios y defunciones nos obligan a medidas mucho más drásticas.
En algunos países se ha llegado al extremo de prácticamente decretar toques de queda, o sea restringir derechos humanos como lo es el derecho al trabajo y al libre tránsito.
Las esperanzas del mundo están centradas en una vacuna que no llega, pero cuando llegue su producción y distribución no va a ser de un día para otro; por lo tanto éste año será un año perdido en todos los aspectos.
Y la clase política en lo mismo de siempre, los que gobiernan tratando de inyectar optimismo diciendo que no estamos tan mal y la oposición culpando al gobierno de la irresponsabilidad de todos; los más viles hasta celebran en las redes sociales que al país le vaya mal.
Que situación más complicada, jamás imaginamos que nuestra generación viviría una experiencia tan difícil, costosa y dolorosa como ésta.
Concluyo, el rebrote es una llamada de atención para todos, si seguimos sin acatar al pie de la letra las indicaciones de las autoridades de salud, esto se va a poner peor y por lo tanto la recuperación será mucho más lenta y lejana.