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La democracia difícilmente representa a la mayoría…

Dra. Verónica Arredondo*

La democracia es una forma de gobierno donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de las decisiones políticas, cualquier página, portal, resultado en Google, arrojará una definición similar a la que se presenta en este texto. Eso porque tenemos muy claro qué es la democracia. De hecho, si nos acercamos a su etimología, encontramos que en el origen del concepto, ya queda patente su significado. El término procede de Grecia, durante la época de esplendor de la civilización griega. La palabra democracia está conformada por demos, que significa pueblo; kratos, gobierno; y el sufijo ia, que atañe a una cualidad; por lo que democracia se traduce como el gobierno del pueblo, aunque ello no implica que la palabra ocurra al pie de la letra.

Como dijimos en el párrafo anterior, el pueblo tiene y genera mecanismos legítimos de participación para contribuir en el tema de las decisiones políticas. Uno de esos mecanismos, y quizá el más trascendental, son la creación y aplicación de los sistemas electorales. Los sistemas electorales son una conjugación de elementos que nos van a ayudar a entender y saber con precisión cuál es la voluntad de la mayoría, respecto a una elección y decisión. Por supuesto, los sistemas electorales tienen normas y reglas que facilitan su utilidad. La utilidad de los sistemas electorales radica en conocer, por ejemplo, la decisión de un pueblo para saber a quién eligen de presidente entre una partida de opciones. Y eso ha representado un gran avance en la aplicación de la democracia en la civilización.

Los sistemas electorales contienen asimismo pautas que dejan en claro la forma de participación del pueblo como barreras de entrada, tamaño de los distritos y/o circunscripciones, entre otros que de alguna manera distorsionan la proporcionalidad entre votos y los resultados electorales en la asignación de, por ejemplo, curules por partido (los de representación proporcional) en el caso de México y el presidente elegido por los miembros del colegio electoral y no solo como es el caso el sistema electoral en EU.

Cuando me refiero en plural a “los sistemas electorales”, es porque no existe un solo modelo en su aplicación, sino diversas interpretaciones del mismo. Ya que es un tema coyuntural, por ejemplo, en EU, para la elección presidencial, se presenta el voto del colegio electoral, que se deriva del voto popular de cada estado. En esta nación el voto del colegio electoral está conformado por 538 votos, que son proporcionales a la población de cada estado. Cada estado tiene derecho a cierta cantidad de votos del colegio electoral. California, tiene 55 votos, Nevada tiene 6 votos. California otorga sus 55 votos en la elección presidencial de acuerdo a su elección popular interna, sin importar si un candidato obtuvo el 51% de votos, y el contendiente 49 %. La totalidad de sus votos se contarán para un partido. Y esto se repite en cada estado de la unión. De hecho es posible que un candidato presidencial gane el voto del colegio electoral -tiene que obtener 270 votos- sin haber ganado en la elección del voto popular, porque así está diseñado el sistema norteamericano. Parece que este tipo de sistema existe por razones, en su momento, racistas. Cuando el país fue conformado, se pensó que había que mantener el control por parte de los estados anteriormente defendían en esclavismo, y a los cuales se identificó como conservadores. Es decir, que respecto al voto popular, y ya que en proporción con la población e cada circunscripción, los estados conservadores de podían ver ampliamente rebasados en la toma de decisiones, se optó por una forma constituyente que les diera el mismo poder de decisión que a otros estados. Claro que este sistema tiene otras ventajas, que no explicaré por el momento, porque el tema da para otra entrega.

En los hechos, el sistema electoral de EU, a lo más, representa a la minoría más grande, a la mayoría menos inconforme. En todo caso, el tema de “la mayoría” se refiere porcentaje de aquéllos que votan por una idea, que parecen estar conformes (no digo a favor) con los argumentos que presenta el ganador. Aunque el ganador, puede tan solo sustentarse como el más preferido o el que no disgusta.

Tenemos que reconocer que en la aplicación de la democracia por medio de la herramienta de los sistemas electorales, difícilmente encontraremos la voluntad de la mayoría, porque en la realidad, la abstinencia en unas elecciones resulta muy grande. En México, antes del 2018, de acuerdo al padrón electoral, la participación de los sufragantes rondó alrededor del 50%, de personas registradas en posición para votar; en la elección pasada, solo acudieron a depositar su voto, el 60% o menos, de los ciudadanos. Si pensamos ello, en realidad la mayoría, en este caso absoluta, eligió no elegir a ningún partido ni candidato.

Quizá esto nos diga mucho acerca de los sistemas electorales y su función dentro de la democracia y sociedad. Una cosa que podemos deducir de esto, es que los sistemas electorales pueden ser perfeccionados, que los sistemas actuales no son todavía la mejor plataforma para conocer la voluntad de las mayorías, aunque sabemos que vamos por el camino correcto. Por nuestra parte, como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de manifestar nuestra postura, preferencias, opiniones. Podemos hacerlo mediante nuestra implicación vía una elección, organizada y dirigida por la sociedad. Podemos además tratar de disminuir el abstencionismo, que es una meta que debemos ponernos para las siguientes elecciones. Emitir el voto, ya que podemos hacerlo, es una garantía de que estamos en el proceso de encontrar soluciones. Durante gran parte de la existencia de los sistemas electorales, al menos la mitad de la población tuvo vetada su voz. Aunque los sistemas electorales estaban presentes, las mujeres no podían ejercer el voto. Pero un día logramos revertir la situación. Podemos seguir buscando y tratando de entender cómo arribaremos al futuro.

Si bien la democracia todavía no representa a la mayoría, al menos sabemos que hay un lugar donde será posible que encontremos los elementos para una convivencia más justa, humana, rebosante de equidad, y donde las ideas que ahora solo imaginamos, puedan realizarse. Creo que podemos comenzar, acudiendo a votar.

*La autora es profesora-investigadora de la UAZ y directora de Sin Sesgo Consulting S.C., especialista en el área de preferencias, elección social y sistemas electorales.