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Divagaciones de la Manzana
En números rojos

Martha Chapa

Han transcurrido dos años de gobierno del presidente López Obrador y a primera vista, como también en el trasfondo, los rezagos e incumplimientos prevalecen ante los escasos logros conseguidos.
Cuando llegó al poder, a la presidencia misma, se abrió la esperanza de cambio que tanto necesitábamos y necesitamos aún, misma que ha venido languideciendo por el extravío de propósitos. e ineptitud.
Hacia donde miremos los logros son escasos, muchos los pendientes y en general soluciones pospuestas por doquier.
A dos años de gobierno, no se han puesto aún los cimientos de un cambio tan necesario qué hoy es indispensable tanto en materia económica como social.
La energía y los mayores esfuerzos institucionales han sido orientados a la destrucción de sustituciones sin haber abiertos nuevos surcos o cimentaciones más sólidas de lo que se había logrado en administraciones anteriores y convenía mantener.
Los logros son escasos y decir lo contrario nos remite a informes sesgados, omisos y mentirosos.
Persisten entonces los incumplimientos y a la vez que las promesas demagógicas y ahora urge todavía más fincar simientos más hondos y sólidos en materia económica, social, educativa, cultural y política.
Si a las malas decisiones e incompetencias, agregamos la aparición de una pandemia voraz y fatal como la del COVID, el panorama es altamente preocupante, pues retrasará los cambios que el país necesita a partir de un gobierno constructivo qué aproveche lo bueno que teníamos, reforme lo que requiere cambios y suprima de una vez por todas aquellas prácticas viciadas del pasado que subsistían y lamentablemente subsisten aún, como por ejemplo el autoritarismo y la irrealidad.
Por tanto, no se ha dado esa convocatoria a nombre de la unidad nacional, del establecimiento inteligente y lúcido de las grandes prioridades de la Nación, menos aún de las acciones y políticas que nos llevarán a alcanzarlas cada vez más y con mayor plenitud en beneficio de las grandes mayorías.
Ha prevalecido en cambio un discurso político de segregación, encono, personalista, errático y disfuncional en agravio de un desarrollo social y económico genuino de beneficio extendido a todos los mexicanos, especialmente a las más empobrecidas, a partir de los recursos de qué disponemos con un sentido realista, inteligente, democrático y de conciliación de intereses.
Lo peor, es que a dos años de gobierno no se ve que se quiera o se pueda encaminar al país por esos nobles y generosos senderos, máxime cuando se aprecia que el poder político pretende concentrar y centralizar, además de carecer de un proyecto lúcido y sensato, sin dejar de ser audaz, creativo, justo, libertario y de prosperidad mayoritaria.
Empieza el tercer año de gobierno y coincidirá con las elecciones del 2021, que abre de nueva cuenta la oportunidad de avanzar hacia donde la nación realmente requiere o sumirnos en lo que resta del sexenio, sin populismos demagógicos y voluntarismos, que ensayados en el pasado nos llevaron a retrocesos económicos y sociales. Perfilarnos ya hacia los grandes cambios que el país sigue requiriendo, tan ajenos al divisionismo y la ineptitud reinante en nuestros aciagos días.
Ahora todavía es más urgente, sumar y multiplicar, que restar y dividir que parecen ser hasta ahora las divisas preferidas del presidente López Obrador, quien si quisiera por el apoyo de qué aún dispone, quizá todavía podría rectificar y encaminar, al país hacia las verdaderas transformaciones que requerimos, sin falsas retóricas, por encima de pleitos, distracciones e ineptitudes.