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EL ASALTO AL CAPITOLIO
Por: Arturo Nahle García
Cuando México logró su Independencia el gran dilema era qué sistema de gobierno adoptar, lo primero que se nos ocurrió fue el de una Monarquía, por eso coronamos a Iturbide como Emperador; pero luego decidimos constituirnos en una República Federal copiando abiertamente el sistema norteamericano. Estados libres y soberanos unidos en una Federación con un gobierno central dividido en tres poderes, uno de ellos bicameral.
Sin embargo el sistema electoral que adoptamos es distinto al de Estados Unidos, allá son los 50 Estados quienes eligen al Presidente y cada Estado tiene un valor electoral distinto; California por ejemplo vale 55 votos, Texas 38, Nueva York y Florida 29, Illinois y Pennsylvania 20, etcétera; el que obtiene 270 de los 538 votos electorales gana la Presidencia.
En México elegimos a nuestro Presidente y a todas nuestras autoridades a través del denominado voto universal o popular.
En lo personal me parece que nuestro sistema electoral es mejor que el de Estados Unidos, allá un candidato puede ganar la elección triunfando en algunos Estados pero perdiendo el voto popular; por ejemplo en el año 2000 Al Gore perdió la elección a pesar de que obtuvo medio millón de votos más que Bush, y en el 2016 también Hillary Clinton perdió la elección a pesar de que obtuvo tres millones de votos más que Trump. Pero esas son sus reglas y siempre las han respetado.
Pues ahora Biden le ganó a Trump 306 contra 232 votos electorales, y en cuanto al voto popular el triunfo fue mayor, Biden obtuvo 7 millones de votos más que Trump y aun así el controvertido republicano se negó a aceptar su estrepitosa derrota.
En una democracia se vale inconformarse, se vale protestar e impugnar, pero mandar gente armada a tomar el Congreso para impedir que se certifiquen los resultados definitivos de la elección presidencial es otra cosa.
Algunos dicen que eso es una Insurrección, otros que es una Revuelta, una Rebelión, un Motín, Sedición o incluso un intento de Golpe de Estado. Cualquiera de estos conceptos se queda corto porque quien organizó el asalto al Capitolio, al Congreso, a la representación nacional del país más poderoso del mundo, no fue un candidato, un partido o un líder social opositor, no, fue el mismo Presidente.
Que locura! es una especie de “Autogolpe de Estado”. Yo creo que estamos frente a un delito muy grave que amerita la inmediata destitución de ese señor y el fincamiento de responsabilidades, no hay que olvidar que hasta muertos hubo.
Pues mientras los norteamericanos deciden que hacer con Trump y de paso reconsideran su extraño por no decir arcaico sistema electoral, nosotros y todo el mundo debemos festejar que en una semana termina esa pesadilla, en una semana se va el constructor de muros y de odios, espero que nunca vuelva, ni él ni nadie parecido a él.