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No hay un mundo feliz, pero sí lo hay … 8 de marzo
Dra. Verónica Arredondo*

Han transcurrido más de cien años desde que Clara Zetkin, militante socialista alemana, sugirió, durante una conferencia internacional de mujeres trabajadoras en Copenhague, Dinamarca, que el día 8 de marzo fuera instituido y celebrado a nivel internacional por la mujeres y sus organizaciones. Los orígenes del porqué se eligió esa fecha en específico parecen ser disímiles, variopintos, inunánimes. Pero ello no es el tema que nos trae a este momento, el tema es la existencia y perseverancia de un hecho, de un lugar, donde nos podemos parar para reflexionar acerca de un fenómeno que no tendría por qué estar ocurriendo en el presente: la inequidad entre un género y otro, entre hombres y mujeres.
Me gustaría abordar el tema desde la posibilidad de construir un contexto diferente al que actualmente estamos acostumbradas. Debería de ser posible contar con las herramientas que nos llevaran a desarrollarnos como lo merecemos. Y si debemos de comenzar por algún lado, es en el tema educativo. Para nuestra fortuna, parece ser que una de las mayores transformaciones que ha experimentado nuestra cultura ha sido el acceso a la educación de la mujer en distintos niveles. La utopía por la que lucharon nuestras hermanas sobre el derecho a la educación, se ha hecho patente, si consideramos el fenómeno a nivel global; por supuesto que existen lugares donde la mujer sigue siendo impedida y discriminada en cuanto al acceso a la educación, pero en término generales, me parece que hemos avanzado.
Con el acceso a la educación garantizado e instituido, las mujeres nos enfrentamos a un escenario en el que se nos abre una gama de oportunidades que no imaginábamos. Es un hecho recurrente, y quizá pueda hasta entenderse como una leyenda, de mujeres que en siglos anteriores tuvieron que disfrazarse de hombres para asistir a la universidad, o para formar parte de algún movimiento libertario, revolucionario, independentista. Hoy no es así, y eso se lo debemos a todas las hermanas que disintieron contra el régimen patriarcal. Hoy podemos ser nosotras, sin disfraces ni matices. Podemos ser honestas y mostrar nuestro descontento. Pero lo más importante es que podemos erigir un modelo de sociedad donde no tengamos que esforzarnos el doble o el triple por lograr lo mismo que los hombres.
No se me malinterprete, no aspiro a que mujeres y hombres sean completamente el mismo concepto. Lo que digo es que lo que hemos logrado desde la perspectiva y lucha feminista, nos llevará inevitablemente al equilibrio. ¿Cuándo? ¿En qué momento? El equilibrio social se tiene que alcanzar tarde que temprano; los sectores vulnerables y discriminados, forzosamente, tendrán que reclamar su lugar en el mundo. Eso es lo que hemos estado haciendo nosotras, reclamar y presentar y proponer de qué manera nos vamos a por fin incrustar en la construcción de la realidad. Nosotras somos reales, tenemos no solo una forma y un volumen sino que pensamos, producimos conocimiento, planteamos y resolvemos problemáticas. Edificamos construcciones, dirigimos países, practicamos deportes a nivel profesional, pintamos, escribimos, descubrimos vacunas, imaginamos invenciones, constribuimos con la ciencia y el desarrollo. Lo que digo es que respecto al estado intelectual del hombre, ninguna mujer se queda atrás. Además creo que este lugar del mundo es nuestro momento, nuestro despertar, nuestro renacimiento.
No hay mundo feliz, pero sí lo hay
Es decir, sí es cierto que vivimos en un sistema injusto, pero también es cierto que cada vez tenemos más proyección y menos trabas para alcanzar nuestro desarrollo. Quizá el problema ocurre cuando no alcanzamos a tener la visión de ello. ¿Y por qué no tenemos esa visión de rayos equis que todo lo comprende y observa? Existe una cuestión cultural que poco a poco iremos superando. Los hombres siempre han sido el eje conductor del discurso humano y nosotras moramos tras bambalinas. Para algunos, nunca hemos sido importantes, pero lo somos; nunca hemos trascendido pero siempre somos trascendentes. Quizá nunca hemos protagonizado nuestra vida, pero somos las únicas protagonistas. Entonces tenemos y debemos de entender eso. Tenemos que aplicar lo que pensamos y sabemos acerca del mundo en nosotras mismas. No hay un mundo feliz, tampoco debe de haberlo, sin embargo nuestro mundo feliz puede ser aquel donde no seamos apartadas de la historia solo por ser mujeres.
La educación
La educación, el acceso a este derecho se convierte en un eje alrededor del cual tenemos que construir la conmemoración del 8 de marzo, y también edificar los cimientos de una sociedad justa, incluyente, humana. Creo que nosotros, la sociedad, nosotras juntas, hermanas, madres, abuelas, hijas, amigas, todas podemos hacerlo. Hemos hecho más por el mundo, que el mundo por nosotras y todavía podemos vencer cualquier contratiempo.
La educación y compartir el conocimiento entre nosotras nos ayudará en esta lucha que ya lleva muchos siglos. Nuestro año comienza el 8 de marzo, aunque el calendario oficial diga que el 1 de enero.

*La autora es profesora-investigadora de la UAZ y directora de Sin Sesgo Consulting S.C., especialista en el área de preferencias, elección social y sistemas electorales.