Skip to main content

“Saliendo”

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
www.lamaddalenaedi.blogspot.com

Intentando salir de esa especie de capullo viscoso donde se metió, solo Dios sabe cuándo y cómo, probó sacar primero alguna de sus extremidades superiores, derecha o izquierda daba igual, siempre tuvo problemas con ello… Difícil. Probó entonces con las extremidades inferiores, le tomó un poco más de tiempo ya que recordó que su pierna izquierda era más fuerte que la derecha, ubicó con un poco de dificultad la pierna izquierda y lentamente la fue sacando, no fue nada fácil ya que aquella especie de capullo era pegajoso y bastante baboso, por fin, ahora le tocaba el turno al tronco y con ayuda de ambos brazos… estaba afuera.
Una vez estando fuera era difícil habituarse, sobre todo porque continuaba ese constante y molesto ruidito, ese sonidito entre golpecitos o troniditos, no podía describirlo de otra forma que no fuese diminutivo ya que era muy débil, apenas perceptible, pero muy constante… una vez que pudo abrir los ojos, los demás sentidos se fueron agudizando, entonces se pudo dar cuenta que el molesto sonido provenía de sus dientes, no dejaban de golpearse unos contra otros. -Debo ir al dentista- pensó -seguramente necesito un guarda que detenga esta batalla campal en mi boca-. Una vez ubicado el problema del ruido pudo poner freno a sus dientes, entonces, en ese momento, lo más importante era intentar ponerse de pie, lo más derecha posible, se dio cuenta una vez más de lo largo de sus brazos, rápidamente tendría que enderezarse antes de parecer un hombre prehistórico en plena evolución. Por fin, estiró todo su cuerpo y sus hombros se jalaron para atrás, sintió como los omóplatos seguían ahí, entrelazó sus manos, nos sin antes contar cada uno de sus dedos, diez en total, con las manos entrelazadas levantó los brazos y los estiró, cuando volteó a verlos el Sol la encandiló, parpadeó y sintió como las lágrimas rodaron por sus mejillas. No supo si estaba llorando de emoción o de tristeza o si esas lágrimas salieron por efecto del encandilamiento. El motivo era lo de menos, lo importante es que pudo comprobar que el lagrimal funcionaba correctamente.
Algo empezó a salir por sus oídos, el termómetro, pensó…. No era la primera vez que el termómetro de su corazón se rompía, el mercurio que contenía el viejo recipiente comenzó a buscar camino, rápidamente puso sus manos bajo sus oídos y recolectó el precioso metal que salía. Lo puso sobre la mesa y comenzó a jugar con él, lo partía en pequeñas bolitas que luego juntaba, a veces lo recolectaba y lo pasaba de una mano a otra, perdiendo así la noción del tiempo hasta que creyó conveniente regresar ese mercurio a su corazón, seguramente ese jugueteo había sido suficiente para el que musculoso órgano pudiese volver a latir. En efecto volvió a latir, al principio un poco fuera de compás, pero siguiendo un sencillo tutorial todo volvería a la normalidad, y de no ser así, la verdad no le importaba mucho.
Vio a su alrededor y pudo sentir y escuchar las viejas voces que antes la acompañaban y durante su encierro le susurraban dulcemente. Ahora las voces tomaban colores pastel que hasta llegó a confundir con los algodones de azúcar, tal vez por su dulzura casi empalagosa, por primera vez esas voces que rondaban sobre su cabeza tomaban forma física. Decidió comprar un algodón de azúcar y comprobar si la conversación se hacía extensiva con sus órganos… nada sucedió, probablemente el interior de su cuerpo no estaba ya acostumbrado a tener pláticas con extraños, tal vez la próxima vez tuviese éxito.
El complaciente y frio viento del norte le tapó la cara con el cabello desordenado, se dio cuenta que todo seguía igual, hasta su pelo le daba la bienvenida a la realidad, se destapó los ojos al tiempo que se los tallaba producto de las finas arenas que se le metieron. Caminó desesperadamente buscando algo, no sabía qué, pero al final del día encontró lo que tanto deseaba, una hoja completamente en blanco y una pluma con tinta suficiente como para poder escribir esta primera cuartilla, la primera después del regreso de ese sueño que por poco se vuelve pesadilla.
Final escribiendo, por fin escribiendo.