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Divagaciones de la Manzana
De sucesiones e irresponsabilidades
Martha Chapa

A muchos sorprendió la decisión del Presidente López Obrador de anticipar el proceso de la sucesión presidencial, una vez que mencionó nombres y apellidos en calidad de posibles precandidatos a la Presidencia de la República, concluido su mandato constitucional.
Tal anuncio generó una avalancha de comentarios e interpretaciones en los medios de comunicación y en las propias redes sociales.
Una corriente significativa de opiniones calificó el hecho como una más de las intentonas distractivas de López Obrador, para ocultar la carencia de resultados de su gobierno frente a los grandes problemas y retos de la Nación. Toda una fábrica de cortinas de humo, que opera, incesante, desde los inicios de su administración.
Para otros, se trató de una maniobra tramposa que pretende diferenciarse del rito sexenal de las gestiones presidenciales que le antecedieron y daban a conocer o bien filtraban los nombres de posibles sucesores, hacia finales de su respectiva gestión. Y que podría revertirse en términos de un mayor desgaste para su gobierno e incluso minar la ascendencia política que todavía conserva, al dirigirse los reflectores hacia otras dimensiones o poderes políticos.
En lo personal, sostengo además qué tal decisión conlleva en alguna medida un abatimiento, renuncia o desesperación de López Obrador de lo poco que hasta ahora ha logrado e incluso de una virtual aceptación de la fallida Cuarta Transformación. Una constante que estará gravitando en los siguientes años y que podría acarrear consecuencias negativas para él y para quienes han sido mencionados, por las distracciones que ocasiona en el cumplimiento de sus responsabilidades, y hasta una factible tipificación de daños al patrimonio nacional por omisión, de acuerdo a la Ley General de Responsabilidades de los Servidores Públicos.
No deja de llamar la atención el descaro y cinismo de Marcelo Ebrard que todavía sin haberse aclarado su responsabilidad en el descarrilamiento de la Línea 12 y sus evidentes fallas estructurales, desde que se inauguró, se pavonea y organiza convivios para anunciar impunemente su aspiración a la candidatura presidencial. En ese sentido, Claudia Sheinbaum ha sido más ponderada y discreta, de seguro porque se sabe más apoyada para ocupar esa posición llegado el momento.
Abre al igual, esta coyuntura, un espacio que debería aprovechar la oposición con propuestas de carácter nacional, junto a la exigencia y el reclamo al gobierno de dar resultados en materia económica, de seguridad, salud, educación y otros rubros, igualmente con serios rezagos para el país. Deberán concentrarse entonces a exhibir los vacíos en las tareas de gobierno, como también dar seguimiento al Gabinete para que cumpla plenamente con sus responsabilidades.
Por nuestra parte, los ciudadanos, además de estar vigilantes de qué no utilicen los recursos públicos para favorecer tramposamente sus campañas, hemos de redoblar la exigencia de que se enfoque ya López Obrador a gobernar y resolver los grandes problemas que existen.
Una responsabilidad, que en todo caso compete a partidos políticos, legisladores, al Tribunal Electoral, y centralmente la ciudadanía, para tener muy en cuenta dentro de tres años el nuevo desastre que ya empezó.

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