¿Y EL NUEVO AEROPUERTO???
Por: Isadora Santivañez Ríos
En la administración de Enrique Peña Nieto comenzó a forjarse un diseño para la construcción de un nuevo aeropuerto internacional de primer nivel en la Ciudad de México, el cual debía estar listo para comenzar a operar durante el tercer trimestre del año 2018, debido a que el actual se encuentra totalmente rebasado y saturado.
Este nuevo proyecto se vendió como la mega obra de infraestructura más importante de nuestra época y pretendía ser uno de los más grandes del mundo y el más amplio de Latinoamérica en cuanto extensión territorial, dando atención a 125 millones de pasajeros, con servicios de primer nivel y una construcción ilimitada en cuanto a modernidad y eficiencia, tomando en cuenta las necesidades medioambientales y aeroportuarias más avanzadas de nuestros tiempos.
En palabras del mundialmente reconocido arquitecto Norman Foster y del premiado arquitecto mexicano Fernando Romero, quienes fueron los encargados de la construcción del proyecto, este aeropuerto sería el más sustentable del planeta, adaptando sus condiciones de infraestructura a las condiciones sísmicas de suelo de la Ciudad de México y mostrando un modelo que podría servir de inspiración para la construcción de futuros aeropuertos alrededor del mundo.
En el momento en que comenzó a socializarse este proyecto para la construcción del NAIM, los partidos políticos de oposición iniciaron una campaña en contra del mismo, pues lo veían como una oportunidad para que el gobierno saliente de Peña Nieto pudiera aprovechar la obra para generar actos de corrupción y despilfarro del recurso público, señalaban que el lugar donde pretendía construirse no era el adecuado debido a problemas hidrológicos, que el monto de la obra era demasiado elevado para un país como el nuestro y que el proyecto no respetaba las costumbres y tradiciones de las comunidades indígenas y de los pueblos originarios, pero principalmente, argumentaban que el plan de financiamiento era complicado e indebido, con problemas de transparencia y rendición de cuentas, por lo que el Gobierno de Peña Nieto tuvo que aclarar de manera detallada de dónde venía el recurso para el financiamiento del proyecto.
Fue así como la ciudadanía pudo percatarse de un hecho sin precedentes, el aeropuerto tenía su propia fuente de financiamiento, a través de un esquema denominado “Programa de emisión de bonos”, en el que 750 inversionistas, provenientes Europa, Asia y Norteamérica, compraron los llamados bonos verdes, por una cantidad total de 6 mil millones de dólares, mismos que estaban respaldados con la tarifa de uso aeroportuario proveniente de los flujos excedentes del ya existente aeropuerto y del que estaba en construcción, lo que garantizaba que no se convierta en deuda pública.
Una vez que toma protesta el actual Gobierno, Andrés Manuel López Obrador anuncia la suspensión del NAIM ubicado en Texcoco, para dar inicio a la construcción de otro nuevo aeropuerto, pero ahora en Santa Lucía, cancelando una obra de infraestructura que ya se encontraba avanzada y en la que se habían invertido 186 mil millones de pesos, tirando todo ese dinero a la basura.
Además, evidentemente, el Gobierno Federal, tuvo que pagar los bonos que ya habían sido comprados por los inversionistas, para de esta manera, recuperarlos y evitar futuras demandas. Sin embargo, los inversionistas le vendieron esos bonos a un sobre precio, pues consideraban tenían que recuperar la inversión realizada y recibir una compensación por los daños e inconvenientes ocasionados por parte del Gobierno mexicano.
En palabras simples, sé pagaron 10 dólares más por cada mil que ya habían sido recibidos y para poder financiar estos costos, las autoridades propusieron subir la tarifa de uso de aeropuerto que pagamos todos los usuarios al momento de comprar un boleto de avión. Pero no solo se tenía que regresar el dinero a los inversionistas tras la cancelación del aeropuerto, también era necesario cancelar la llamada fibra “E” y cancelar los contratos con los proveedores. Si a esto le sumamos que el nuevo aeropuerto, ahora ubicado en Santa Lucía, también tendrá un costo de construcción, podría decirse que el futuro aeropuerto, independientemente de su ubicación, diseño e infraestructura, será el más caro del mundo, ahora solo es esperar que cumpla su función y no resulte ser un problema más de los muchos que se tienen que resolver en nuestro país.