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Divagaciones de la Manzana
Los funestos
Martha Chapa
En la relación bilateral México-Estados Unidos, cualquier gota por más pequeña que sea, puede hoy derramar el vaso… ¡Cuidado!
Nos enteramos apenas ayer que el presidente Joe Biden, convocado a los festejos del Bicentenario de la Consumación de la Independencia, denegó la invitación que le hiciera el presidente López Obrador, y que un par de días después, por igual se canceló la visita del Secretario de Estado, Antony Blinken, quien vendría en representación del presidente norteamericano.
Así, el descontento y molestia parecen prevalecer entre ese gobierno y el nuestro, y de ahondarse quizá la punta de un iceberg que puede conformarse y exhibir las diferencias y el límite de tolerancia, especialmente por las bravuconadas y desaires con que López Obrador ha actuado en lo que va de su administración.
Toda una cadena de hechos, declaraciones y conductas erráticas que parten desde el tardío saludo y reconocimiento a Biden, una vez que resultó electo presidente de los Estados Unidos.
Luego, se irían encadenando otras desconsideraciones y despropósitos con nuestro mayor socio comercial y vecino ineludible, ya sea por la propuesta de que debería desaparecer la OEA, o por la presencia del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, a quien inmerecidamente se le concedió La Plaza Mayor de México, no obstante representar a una dictadura, donde también el propio López Obrador lanzara la barbaridad de proponer que la resistencia cubana frente al imperio fuése considerada como patrimonio histórico-cultural de la humanidad. Y así demás extravíos, como la recepción cortesana a Nicolás Maduro, dictador y violador consuetudinario de los derechos humanos o la cobertura que se brindó a un mensaje del presidente Chino Xi Jinping, en el foro de la ALAC. Países, que, en todo caso, no se ubican en la franja socialdemócrata, que si hubiera procedido respaldar, sino que son meras autocracias empobrecedoras y esclavizantes de sus sufrientes sociedades, disfrazados de izquierdistas.
En contrapartida, se ha registrado la silenciosa pero clarísima ofensiva del país vecino con el cierre de fronteras o la suspensión provisional del envío de vacunas.
Queda igualmente exhibido, el Canciller Ebrard, ya sea por su servilismo y degradación profesional pues en el mejor de los casos lo que recomienda es desoído y despreciado por su jefe, o porque no ha sido capaz de formular y persuadir una buena política exterior de México, qué sólo hablan de su ineptitud y poca dignidad. Y en fin, esa liviandad en el manejo de los asuntos de México en el exterior, donde anida un machismo político y una estrategia desbrújulada de provocar al gobierno norteamericano actual, que hasta ahora se ha mostrado amistoso y solidario.
Todo hace ver que el gobierno de Biden ha empezado a marcar límites y en esa medida todavía hay tiempo y espacio, aunque cada vez más reducido, para reorientar o reencauzar nuestros tratos con ese país.
Vienen entonces tiempos difíciles y no caben ni la polarización ni la insensibilidad, sino instaurar un bien entendido concepto de lo que es la soberanía nacional, a la vez que la equidad en el trato hacia todos los países, máxime cuando están de por medio los intereses nacionales siendo procedentes y legítimos.
Quedan entonces a la vista, dentro y fuera de nuestras fronteras, estas funestas políticas enraizadas en un servicio público viciado incapaz, insensible e irresponsable.

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