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Divagaciones de la Manzana
Las embestidas de la autocracia
Martha Chapa

De nueva cuenta, López Obrador lanza sus dardos envenenados. Ahora, en su más reciente ataque, contra nuestra universidad, la gran Alma Máter de los mexicanos, donde tuve el privilegio de estudiar y a la que agradeceré siempre mi formación humanista y profesional.
Cursé ahí la preparatoria y tres años en la Facultad de Medicina, luego de reconocer que, aunque me atraía mucho tal disciplina, al fin hija de un gran médico, no correspondía plenamente a mi vocación esencial, por lo que, posteriormente me dediqué a la pintura.
Las críticas que hoy le endilga el propio Presidente, quien es egresado de la UNAM, no sólo habla de una ingratitud imperdonable, sino de su resentimiento e incluso de una deformación dogmática qué raya en un sectarismo reprobable.
Se vale sí, criticar todo y de todo, siempre que nos motive la vocación de perfeccionar nuestras instituciones, no para dañarlas y menos destruirlas como él lo ha hecho desde que inició su gobierno, Eso, es lo que hacían los bárbaros, devastando pueblos y comunidades, incluyendo obras de arte que eran y son patrimonio de la humanidad misma. Baste recordar la demencial violencia de Atila o Gengis Kan, al grado de qué se decía que por donde pasaban y pisaban ya no crecería ni el pasto.
López Obrador, no critica, destruye; no aporta ideas, las coarta; no se comporta democráticamente, se lanza contra lo que le resulta insoportable; la autonomía y la independencia del ser, pensar y actuar; y menos aún, actúa como un Jefe de Estado, dadas sus evidentes inclinaciones al autoritarismo.
Es evidente entonces, que la Universidad no se ha “derechizado” ni caído en un modelo neoliberal, como lo manifiesta, pues bien sabemos que ahí se mantiene un espíritu crítico, libre e independiente, valores que siempre ha enarbolado la comunidad universitaria y que no ha permitido ni permitirá que se trastoquen. Una universidad laica, gratuita y con libertad de cátedra, sin imposiciones ideológicas a nadie, sean maestros, estudiantes, empleados, trabajadores, o la sociedad misma.
Así, este gobierno miente de forma sistemática con un ánimo distractor de los grandes problemas que hoy padecemos, carente hasta nuestros días de intenciones y acciones visibles, acertadas y enfocadas a su solución.
Por igual, puede haber, otras maquinaciones, cómo la de convocar o agitar internamente, dándonos a entender que sí según él se ha derechizado la UNAM, se trataría entonces de izquierdizarla. Es decir, polarizando y tratando peligrosa e irresponsablemente de generar enfrentamientos internos, que “a río revuelto, den ganancias al poder dominante de la Presidencia de la República”, para intervenir y menguar la autonomía universitaria.
Su abierta confrontación, también representa amenazas que no cesan, bajo el ribete de una risita burlona, sardónica, perversa e hipócrita, pretendiendo hacernos creer que es inocua. En contrapartida, tampoco ha cesado la gigantesca ola de indignación y rechazo a López Obrador.
Tengamos entonces respuestas firmes, de entrada, una frontal descalificación frente a su manera de decir y actuar, así como hacerle un vacío a sus intentonas de distracción social, redoblando nuestras exigencias de que cumpla con sus promesas, tanto de su campaña como ya en el gobierno, en su mayor parte incumplidas. Y desde luego, refrescando nuestra memoria a la hora de votar, y especialmente, defendiendo a la UNAM, hasta donde tope.

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