Skip to main content

Ni un paso atrás: no a las violencias contra las mujeres

Dra. Verónica Arredondo

Hace unos días leía en Twitter que un grupo de mujeres había “acuerpado” a otra mujer durante una agresión. Ahondé en el tema, quería saber qué significaba “acuerpar” y por qué habían intervenido. La mujer agredida se encontraba en la vía pública acompañada por su pareja, hombre, este la agredió, golpeándola. Algunas mujeres que se encontraban transitando por el lugar se acercaron y la defendieron; entendí entonces que acuerpar significa apoyar, además de que busqué el término en la red. Destaco que ningún hombre intercedió, solo mujeres. El apoyo surgió de manera espontánea. Las mujeres acuerpadoras no solo la defendieron de la agresión sino que la acompañaron durante el proceso de denuncia y actualmente continúan brindándole ayuda. Estas mujeres no estaban organizadas, es decir que no conformaban ningún colectivo o red, pero en el instante del hecho se unieron para proteger a una de nosotras.

De acuerdo con datos de ONU Mujeres, 1 de cada 3 mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, y al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas han enfrentado un incidente de violencia. Contrario a las estadísticas, la violencia ejercida contra las mujeres no se debe considerar un hecho natural, pero sí sistémico y estructural para que el poder del hombre prevalezca sobre la mujer.

Debemos reconocer el esfuerzo de las instituciones internacionales y nacionales, y gobiernos, para contrarrestar los actos de violencia en contra de los mujeres. Organizaciones de todo tipo han implementado programas, políticas, acciones afirmativas, han modificado códigos penales, para que este fenómeno disminuya y desaparezca. Pero quizá no ha sido suficiente.

De hecho, la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, de la ONU, que busca construir un futuro sostenible, ha marcado como indispensable los siguientes objetivos:
1. Atender las causas estructurales de la violencia contra las mujeres y las niñas desde sus raíces, lo que implica la necesidad de tomar acción para la prevención,
2. Promover marcos normativos y de política pública que sean integrales; que tengan perspectiva de género y de interculturalidad; con enfoque de derechos humanos, en cumplimiento de los más altos estándares internacionales, y que sean efectivamente implementados,
3. Fortalecer a las instituciones estatales, así como a la sociedad civil, en sus mecanismos de coordinación para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y las niñas y con recursos suficientes para esta tarea,
4. Generar información estadística y evidencia que se encuentren alineados a estándares internacionales en la materia, para crear normas, políticas públicas que prevengan y atiendan adecuadamente la violencia contra las mujeres y las niñas,
5. Proveer servicios accesibles de calidad para la atención de víctimas de violencia; servicios de salud y de procuración e impartición de justicia con estándares internacionales.
Sabemos que la violencia ejercida contra la mujer no solo es un problema social sino de salud pública, y que además abarca espectros de todo tipo y carácter. Como ya lo dije en líneas anteriores, el fenómeno responde a un formato sistémico donde el hombre busca prevalecer sobre la mujer, negándole el ejercicio de sus derechos.

El pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Hagamos un poco de memoria. El 25 de noviembre de 1960, fueron asesinadas las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, activistas políticas, por orden del dictador Leónidas Trujillo, en la República Dominicana. En 1981 se celebró en Colombia el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde se decidió marcar el 25 de noviembre como el Día Internacional de No Violencia contra las Mujeres, en memoria de las Hermanas Mirabal. En 1991 se llevó a cabo una campaña de 16 días contra la Violencia de Género, partiendo del 25 de noviembre y hasta el 10 de diciembre de ese año. En 1993 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la Eliminación de Violencia contra la Mujer. Y en 1999 el mismo organismo designó el 25 de noviembre como el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, e invitó a los gobiernos e instituciones a organizar e implementar acciones y campañas que sensibilizaran al público respecto a este problema.

A partir de entonces, en teoría, el problema tendría que haber reculado, sin embargo, al menos en México, ha sido todo lo contrario. Cada año las estadísticas oficiales muestran que los diversos tipos de violencia contra la mujer incrementan. Tan solo de 2015 a la fecha, los feminicidios se han duplicado; eso sin contar los demás tipos de violencia que son: violencia física, violencia psicológica, violencia sexual, violencia económica, etcétera. Si contáramos sobre las estadísticas que corresponden a cada tipo de violencia, el escenario resultaría desolador.

Hasta el momento, lo que se percibe, es que las políticas y acciones afirmativas para contrarrestar la violencia contra las mujeres se dirige al momento en que la violencia es o puede ser ejercida, es decir, se pretende actuar cuando el hecho es inminente. Me pregunto, y si se pudiera actuar antes de ese instante, ¿Cómo lo haríamos?

Una vía para mermar los actos de violencia contra la mujer sería actuar desde el sector educativo. Ya lo he mencionado antes, en anteriores colaboraciones, debemos de construir un sistema educativo que contemple y tome como raíz la educación dentro de la equidad de género y de carácter feminista.

¿Por qué? Desde que tenemos un sistema educativo nunca se ha contemplado que las mujeres contamos con menos oportunidades y plataformas que los hombres. Se nos ha hecho interactuar y “desarrollarnos” en un ecosistema, escenario y contexto que para nada nos es amable sino todo lo contrario, crecemos dentro de la salvajidad y todas las desventajas. Se nos discrimina por ser mujeres, se nos hace a un lado por ser mujeres, se nos golpea por se mujeres, se nos asesina por ser mujeres. No podemos ejercer profesiones por ser mujeres. Por ser mujeres se nos hace menos (a pesar de que demográficamente somo más), y tampoco vemos compromisos reales por parte de los distintas instancias gubernamentales para que los presupuestos asignados aumenten para atender esta problemática, insisto a pesar de ser más del cincuenta por ciento de la población.

Las violencias que se ejercen en contra de nosotras no son hechos naturales, sino que corresponde a la imposición del pacto patriarcal, condicionado por el ejercicio del poder. Tenemos que llevar a cabo acciones puntuales desde lo individual y colectivo, desde la sociedad civil, las instituciones, los gobiernos y organismos internacionales, desde la iniciativa privada y la escuela. Requerimos de un plan, requerimos replantearnos todo. Estamos equivocados y equivocadas si seguimos sosteniendo la esta estructura social porque nada va a cambiar si seguimos hincados en lo mismo. Podemos comenzar cada 25 de noviembre, podemos evaluarnos cada año para saber hasta que punto hemos trabajado y caminado. Podemos reflexionar y marcarnos el próximo 25 de noviembre para saber qué hemos hecho, y hasta cuándo tendremos que volver a reiniciarnos.