Skip to main content

25 de diciembre
Ricardo Monreal ävila*

En Occidente existen ciertos tipos de celebraciones que devienen de tradiciones reproducidas a lo largo del tiempo en sociedades de antaño y que, aún en la actualidad, siguen incorporando al imaginario colectivo elementos de uso simbólico, cuya utilidad cultural permite que continúen en movimiento.
La llegada de los súbditos del reino español a tierras mesoamericanas y la posterior conquista, con todo lo que implicó, fueron un hito cultural mayúsculo, cuyas consecuencias siguen vigentes en la actualidad en México y en los países de habla hispana situados al sur del continente americano, si bien la diversificación cultural en torno a las mismas fiestas o celebraciones es notoria de una nación a otra, comenzando, por ejemplo, con la variedad gastronómica que podemos encontrar.
Es bien conocido que hubo importantes elementos simbólicos que pasaron de una cultura a otra en el proceso de dominación, con lo cual hubo procesos de apropiación cultural que permitieron a las personas y los grupos sociales resignificarlos y, posteriormente, reproducirlos para su uso cotidiano.
Uno de los ejemplos más claros de estos procesos complejos de larga duración, como lo entendiera la escuela histórica de los Annales, lo encontramos en la celebración de Día de Muertos que tiene lugar en México los primeros días de noviembre de cada año.
Las prácticas y creencias del cristianismo de Occidente fueron implantadas en lo que ahora es territorio mexicano. El axioma de una divinidad dividida en tres seres al mismo tiempo diferenciados intentó sustituir al politeísmo practicado por los pueblos precolombinos; sin embargo, la pervivencia de ciertos personajes a los cuales se les rendía algún tipo de culto le permitió a muchos de estos pueblos encontrar el modo de garantizar la subsistencia de algunos matices de las creencias no monoteístas.
De manera interesante, el cierre de un ciclo anual en la tradición cristiana de Occidente se celebra con el nacimiento o encarnación de la segunda persona de la Trinidad sobre la cual se centran el culto y los dogmas.
De acuerdo con el texto bíblico, las profecías en torno a la llegada del Mesías para el pueblo judío se cumplieron con el nacimiento de Jesús, suceso ubicado cronológicamente en el vigésimo año de gobierno del primer emperador romano, César Augusto, según lo descrito por el evangelio de Lucas.
El nacimiento de Jesús, naturalmente crucial para el cristianismo, se extendió de manera paulatina por todo el Viejo Mundo, a partir del cénit del imperio romano, a tal grado, que nuestro calendario en Occidente y en general en todo el globo se divide en antes de Cristo y después de Cristo.
En México, el culto al Niño Dios que hace alusión a este suceso narrado en el texto bíblico adquirió características muy particulares. Muchas de las familias católicas en nuestro país cuentan con imágenes de él en sus hogares, y la elaboración de estos elementos simbólicos es llevada a cabo por personas artesanas que, además de trabajar las figuras, principalmente en yeso, también se dedican a confeccionar los atuendos con los cuales son vestidas para la conmemoración del nacimiento de Jesús, en Nochebuena.
Durante la celebración, además de preparar platillos, como el tradicional pavo, los romeritos o el bacalao, en el marco de la reunión con la familia y los seres queridos la noche del 24 de diciembre, innumerables feligreses disponen sus casas para dedicar un momento a la veneración de la imagen del Niño Dios y arrullarlo, en conmemoración de los sucesos ocurridos en las afueras de la ciudad de Belén, en la región de Judea, hace aproximadamente 2000 años.
Aunque es una creencia popular muy arraigada en Occidente, por la amplia expansión del cristianismo, quienes estudian el texto bíblico aseguran que las fechas decembrinas en las que se celebra el nacimiento de Jesús no corresponden con los evangelios, pues según éstos los primeros testigos del evento fueron pastores que guardaban las vigilias de la noche con sus rebaños en los pastizales, lo cual no hubiera podido ocurrir en los meses de invierno, ante la escasez de hierba y las bajas temperaturas. De acuerdo con ello, el suceso debió acontecer entre abril y junio, época en que se acostumbraba llevar a pastar a los rebaños de manera nocturna.
Pocas personas saben que la celebración del 25 de diciembre está más asociada al culto al Sol, proveniente de las festividades saturnales que tuvieron lugar en la Roma imperial durante el solsticio de invierno, cuando se presentaba la noche más larga del año y se recibía un nuevo amanecer; la victoria de la luz frente a las tinieblas.
Con la conversión del emperador romano Constantino al cristianismo, alrededor del año 312 d. C., hubo cambios profundos e importantes en el imperio, tanto en lo político como en lo religioso, que derivaron en la resignificación de ciertas festividades, entre las que destacó el nacimiento de Jesús, que comenzó a celebrarse en las fechas conocidas como de la Natividad, hoy llamada popularmente Navidad, del 25 de diciembre.
La diversidad cultural que acompaña a esta preeminente festividad nos deja ver la viveza del carácter que permea en la idiosincrasia del pueblo de México; en muchas comunidades y ciudades de nuestra nación, la realización de las tradicionales posadas evidencia la naturaleza solidaria y comunitaria que pervive al interior de los cientos de colonias y vecindades, cuyos habitantes se reúnen para convivir, romper piñatas y compartir ponche de frutas, que se prepara de manera especial durante esta época.
El 25 de diciembre representa el día de los buenos deseos de unos para otros; un festejo especial para expresar los mejores sentimientos a las personas cercanas; un espacio para compartir el pan y agradecer al interior de los hogares. Es el momento del año en el que se intentan dejar dejar de lado las presiones de la vida cotidiana, para resguardarse en el cálido seno de la familia, en el que se reconforta el ánimo a través de las risas y la cercanía de los seres queridos.
Esta celebración, en México y en muchos países del mundo, representa el advenimiento de un cierre anual y la preparación para recibir un año nuevo. En ella, de manera mutua, se desea siempre lo mejor para una persona y para su familia.
Mis mejores deseos para ustedes y sus seres queridos. Felices fiestas.

*Senador de la República

ricardomonreala@yahoo.com.mx<br /> Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA