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Divagaciones de la Manzana

Y ahora, las secuelas…

Martha Chapa

Desde que inició la pandemia del COVID, supimos que las bajas temperaturas, le eran propicias para su expansión y contagio.
Ahora, lo confirmamos, no sólo porque los laboratorios Pfizer aseguran que en la primavera entrante se atenuarán sus efectos perniciosos, sino debido esencialmente a la vacunación y a la llamada inmunidad de rebaño, tras de estarse combatiendo y ganándole poco a poco al terrible virus.
A la vez, estamos conscientes de que, aunque la enfermedad se radique, ya sea en forma parcial o total, las secuelas subsisten en buena medida y son todavía desconocidas.
Así, una resultante de la pandemia ocasionada por el confinamiento en los hogares es la depresión, junto con otras manifestaciones adversas de carácter psicológico. La depresión, como lo sabemos, ya de por sí cundía antes del advenimiento de este azote de la salud pública y representaba saldos preocupantes, tanto en su prevención como en la atención médica. Según estudios de la UNAM, este mal afecta a 15 de cada 100 habitantes, número que seguramente ha crecido, además de que por sí misma genera ansiedad, angustia y consumo de sustancias adictivas. Por igual, hay estudios que sustentan que ocupa el primer lugar de discapacidad en el caso de las mujeres y el noveno por lo que respecta a los hombres. Asimismo, ha sido un ingrediente negativo en cuanto al aislamiento y la violencia intrafamiliar.
Tan alarmante realidad, nos lleva obligadamente a que se redoblen los esfuerzos médicos, bien sean de consejería como de apoyo psicológico, sobre todo en el caso de los grupos vulnerables.
La pandemia, puede afirmarse entonces, no ha concluido en tanto que las secuelas representan en su conjunto un gravísimo problema de salud, lo mismo en el orden fisiológico (afectaciones musculares o visuales, entre otras) que psicológico, además de serios perjuicios causados a la economía, el empleo o la educación.
Urge que el gobierno y las instituciones en general, orienten programas especiales para contener y resolver tal problemática, que aún se soslaya y está desprovista de políticas públicas.
Por eso, a fin de evitar peores consecuencias, debe actuarse con la mayor urgencia, más aún, cuando hacia finales del presente año llegue el invierno con su cauda de enfermedades respiratorias.
No podemos seguir improvisando y actuando tan erráticamente como ha ocurrido con la pandemia del COVID.

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